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Foto: Federico Gutiérrez

Tendencia al alza en permanencia de estudiantes en el sistema educativo llegó hasta 2020 y en los dos últimos años se registró una leve caída

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ANEP organizó un seminario de estudios de trayectorias educativas en el que se planteó la importancia de la intervención temprana en los problemas de desempeño, que son una importante explicación de resultados en etapas más avanzadas.

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Leído por Mathías Buela.
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El enfoque de los estudios de trayectorias es necesario porque la educación es un proceso, resumió Santiago Cardozo, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), especialista en el tema. No obstante, consideró que este tipo de estudios son costosos y también riesgosos, sobre todo si no se accede directamente a la información administrativa del sistema educativo.

Para ilustrar la importancia de este tipo de enfoques, Cardozo dijo que se puede decir que la repetición en primaria está en el entorno de 4%, lo que es correcto si se toma una medida anual, pero también puede afirmarse que es de 20%. Este es el porcentaje de estudiantes que egresa con extraedad de la escuela y, por lo tanto, representa el acumulado de las tasas anuales. En suma, planteó que una mirada longitudinal sobre la asistencia en ese tramo permite sostener que, en promedio, los escolares “se pierden un año de clase de los seis que dura el ciclo” y que, “en los hechos, primaria dura 5,2 años y no seis.

En dicho seminario, que fue organizado desde la Dirección de Investigación, Evaluación y Estadística de la ANEP y celebró los 20 años de este tipo de abordajes en el organismo, se presentó una actualización del estudio de trayectorias, que desde 2013 se realiza todos los años con la misma metodología. Franco González Mora y Tania Biramontes estuvieron a cargo del estudio y contaron que se basan en los registros administrativos de la institución y que sólo cuentan con datos certeros de la educación pública, por lo que realizan estimaciones sobre el sector privado en función de bibliografía y evidencia en otros países.

En concreto, hablaron de dos indicadores una vez que los niños egresan de primaria: la permanencia de los estudiantes en el sistema y su avance en edad oportuna. Sobre la primera, González Mora dijo que se observa una pérdida de estudiantes ya al momento de la inscripción en UTU o secundaria, pero esta se ha ido achicando con el correr de los años: 93% de los estudiantes de la cohorte que egresó de primaria en 2013 siguió en el sistema el año siguiente, porcentaje que fue de 98,6% para quienes debían anotarse en educación media este año. Dicho valor alcanzó su porcentaje máximo para la cohorte de egresados en 2019, que siguieron en el sistema en 99,3% de los casos.

Desgranamiento

Si bien en el pasaje de un subsistema al siguiente se ha logrado una continuidad que tiende a ser universal, la historia cambia una vez que los estudiantes empiezan a transitar la educación media. Al respecto, el investigador dijo que “se van perdiendo estudiantes de cada cohorte en cada año”. Según mostró, en las únicas cohortes en las que hasta ahora se ha realizado el seguimiento completo -las que egresaron entre 2013 y 2016- entre 23% y 29% de los estudiantes ya no se encontraban en el sistema seis años después. Según completó, cada cohorte pierde en promedio 4% de su población original.

Además, González Mora contó que la caída de la permanencia en el sistema no se distribuye en forma homogénea año a año. En particular, se registra un mayor porcentaje de desvinculación del cuarto al quinto año de egreso (se pierden 6,2% de los estudiantes) y del quinto al sexto (la pérdida es de 10,3%). Si se sigue el avance esperado dentro del sistema, dichos años corresponden al bachillerato. Según analizó el técnico de ANEP, en esos datos puede incidir el cambio que se genera para los estudiantes en ese tramo, lo que también coincide con la cercanía de la transición a la adultez, que muchas veces va acompañada de la inserción en el mercado laboral.

Por su parte, Biramontes marcó que 2020 fue un año en el que cambió la tendencia al alza de la permanencia de los estudiantes. Según dijo, a partir de 2021 y 2022, este indicador “decae ligeramente”, lo que a los efectos estadísticos es visto como un “estancamiento”. Al respecto, especuló con un posible impacto de la pandemia de covid-19, que implicó cambios importantes para el desarrollo de los cursos y también en las condiciones de las familias.

En suma, la investigadora compartió datos de la progresión en el tiempo esperado en cada cohorte de egresados. Según mostró, en las cohortes entre 2013 y 2016, en las que se puede ver el comportamiento durante seis años seguidos, sólo entre 33% y 38% de los estudiantes estaba en sexto año seis años después de haber salido de la escuela. “El resto estaba o desvinculado o rezagado”, complementó. Para este indicador, la transición entre el primer año posterior al egreso y el segundo es “especialmente crítica”: en ese tramo, en promedio 18% de los estudiantes dejan de estar en el grado que les corresponde a su edad. El otro punto crítico se da entre el cuarto y el quinto año, cuando ese porcentaje sube a 20%.

Desafíos tempranos

Si bien esta realidad se manifiesta en la educación media, en el seminario se mostraron distintas evidencias que muestran que es un problema que se arrastra desde antes. En ese sentido, Cardozo mostró datos preliminares de un estudio de seguimiento a escolares que participaron en una evaluación infantil temprana que se aplica desde la primera infancia. Esos datos indican que los niños con peores desempeños en algunas áreas no logran reducir la brecha con los de mejores desempeños con el correr de los años, sino que la amplían. Además, ello también tiene su correlato en repetición y rezago, que está mucho más presente en los que obtienen peores resultados y luego es un fuerte predictor de la desvinculación.

Entre sus conclusiones, Cardozo planteó que se puede detectar los problemas tempranamente y “anticipar trayectorias” ya desde la educación inicial. Además, si bien destacó el valor de las habilidades cognitivas en esa etapa de la vida, dijo que también son importantes “otros dominios del desarrollo infantil”, como las habilidades socioemocionales y actitudinales hacia el aprendizaje, que “tienen efectos muy relevantes sobre la trayectoria posterior”.

Por su parte, el especialista remarcó la relevancia de las “intervenciones oportunas” por sobre las “intervenciones remediales”, es decir, las que no ocurren cuando se genera el problema sino cuando se busca revertirlo. Según indicó, “los costos de los primeros fracasos en el sistema educativo son muy altos” y “difíciles de revertir”. Si bien dijo que las “políticas remediales son necesarias”, también son “ineficientes e ineficaces”, según sostuvo.

Además, Cardozo planteó que quizás sea un buen momento para “pensar en políticas que se focalicen en los niños” y no sólo en las escuelas. Al respecto, dijo que Uruguay tiene una importante tradición de focalización en escuelas, pero “hay niños que requieren de atenciones más particulares”, incluso en los centros educativos de mejor contexto socioeconómico. Por ejemplo, se refirió a resultados que presentó en el evento Adrián Silveira, técnico de la ANEP que mostró que un tercio de los estudiantes con mejores desempeños en las pruebas Terce, un tercio de los que concurren a la educación privada y un tercio del cuartil de ingresos más alto no logran culminar la educación media luego de siete años del egreso de primaria.

Finalmente, Cardozo concluyó que la evidencia nacional a internacional muestra que “las desigualdades que impactan en el desarrollo infantil se gestan mucho antes del acceso a la escuela”. En ese sentido, consideró que “la protección a la primera infancia es crítica antes de que la escuela pueda hacer lo suyo”.

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