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Antonella Fialho, Karina Pankevich y Josefina González, el 28 de junio, durante la conmemoración de la primera marcha del Orgullo, en el centro de Montevideo.

Foto: Camilo dos Santos

“Las pocas que estamos dejamos una huella”: activistas LGBTI+ conmemoraron los 30 años de la primera Marcha del Orgullo en Uruguay

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En una concentración en la plaza Libertad, reivindicaron el “derecho a la memoria”, recordaron a referentes que ya no están y denunciaron las problemáticas que enfrenta hoy la comunidad.

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El 28 de junio se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Orgullo LGBTI+, que recuerda la resistencia histórica de las disidencias en la discoteca neoyorquina Stonewall Inn, en 1969, y sirve para visibilizar los obstáculos que todavía enfrenta el colectivo de la diversidad en distintos frentes. Este año, en Uruguay, la fecha también marcó las tres décadas de la primera Marcha del Orgullo que se hizo en el país, que reunió a unas 300 personas en el Centro de Montevideo y puso por primera vez esta lucha en la calle.

El aniversario “redondo” impulsó a activistas LGBTI+ autoconvocadas a organizar una manifestación este miércoles en la plaza Libertad para recordar aquel hito, homenajear a referentes del movimiento que ya no están y “colocar nuevamente al 28 de junio como una fecha importante para nuestro país”, explicó a la diaria la activista transfeminista Josefina González, que participó en la coordinación de la actividad. “Es tiempo de retomar el 28 de junio como una fecha emblemática de homenaje, de recordatorio, y como el origen revolucionario de nuestros movimientos”, agregó.

González dijo que el encuentro a 30 años de la primera marcha es además una buena instancia para “revisar qué es lo que nos falta, en qué situación estamos en materia de derechos, qué están haciendo las instituciones con nuestra comunidad, si están realmente implementando las normativas y la política pública debidamente, para seguir aunando esfuerzos”.

La convocatoria era a las 17.30, pero el movimiento empezó a sentirse media hora después, con la llegada de personas de distintas edades –aunque la mayoría tenía más de 50 años–, que le dieron color a la tardecita invernal con banderas de la diversidad y distintivos multicolores. Ya estaba preparada la puesta en escena para la eventual parte oratoria, con focos de luces violetas, un micrófono y parlantes que, durante la espera, hicieron sonar canciones emblemáticas de Madonna o Tina Turner.

La música se cortó alrededor de las 18.15 para dar lugar a la lectura de una proclama que fue leída de manera colectiva por cinco referentes, que recordaron que uno de los objetivos de la actividad era “decir ‘presentes’” y reivindicar el “derecho a la memoria”. El texto resaltó el activismo pionero de las disidencias en los años 90, llamó a “seguir construyendo la autonomía de las organizaciones y personas que luchan por esta causa”, y recordó a “las compañeras travestis-trans asesinadas y sin justicia” en estas tres décadas.

Las y los activistas también plantearon algunas preguntas, como si la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo “se ha interesado en averiguar en el Ministerio del Interior acerca de los asesinatos de las mujeres trans” o si la creación del Consejo Nacional de Diversidad Sexual en 2015 “ha sido el artífice de dar trabajo a las compañeras trans, por fuera del ejercicio de la prostitución”.

Por otra parte, denunciaron la “no debida implementación” de la Ley Integral para Personas Trans, sobre todo en materia de acceso a la salud, al sistema educativo y al trabajo. Acerca de esto último, aseguraron que el cumplimiento del cupo laboral que establece la ley es “casi nulo” y que, cuando se aplica, es con “trampas institucionales y requisitos” que las personas trans “no cumplen”, como el de la formación académica y haber terminado el bachillerato.

A la vez, cuestionaron que se haya eliminado la categoría de identidad de género no binario del Censo Nacional que se lleva adelante este año y recordaron que la emergencia hídrica “recae de manera más violenta sobre las personas más vulnerables”, incluida la población trans que “no tiene [recursos] para comprar agua embotellada”.

La proclama también recordó a Luis Perico Pérez Aguirre, sacerdote católico, jesuita y uno de los fundadores del Servicio de Paz y Justicia Uruguay (Serpaj), fallecido en 2001, a quien se refirieron como “una de las primeras personas que hablaron sobre la identidad de género, en 1991”.

Después de la lectura del texto se rindieron distintos homenajes. La activista trans y presidenta de la Asociación Trans del Uruguay (Atru), Karina Pankievich, que fue una de las que lideraron la marcha de 1993, recordó a Gloria Álvez, histórica referente uruguaya en la lucha por los derechos de las personas trans, que falleció en 2021. Mencionó a otras activistas de su generación que, como Gloria, lucharon para que las personas trans tuvieran una vida digna y hoy tampoco están. “Las pocas que estamos dejamos una huella en el camino”, sentenció.

Más adelante, González leyó los nombres de todas las mujeres trans asesinadas entre 2011 y 2023.

Antes de que la música volviera a sonar, se habilitó una instancia de “micrófono abierto”, y pasaron adelante una decena de personas a compartir reflexiones, arengar que la lucha continúa, recordar a personas queridas que murieron.

Hablaron representantes de organizaciones como Transboys Uruguay y Ovejas Negras, que saludaron el 30º aniversario de la Marcha del Orgullo inaugural. También habló Jenifer Acosta, que a 50 años del golpe de Estado recordó las violencias que vivieron mujeres trans como ella durante la dictadura. Y que, un poco en diálogo con lo que había dicho antes Pankievich, expresó: “Si hoy somos pocas yo me siento muchas porque estamos las que tenemos que estar”. La presidenta de Atru tuvo la última palabra y cerró el acto con un deseo: “Espero que no pasen 30 años más para que seamos libres”.

A 30 años de la primera marcha del Orgullo.

Foto: Camilo dos Santos

Tres décadas atrás

La Primera Marcha del Orgullo Homosexual, tal como fue convocada en la época, cayó un lunes. La invitación era a concentrar a partir de las 20.00 en el Obelisco para movilizarse por 18 de Julio hasta la Universidad de la República (Udelar). Algunos brazos que se alzaban sostenían una pancarta blanca que con letras rojas advertía: “El miedo enferma, la solidaridad protege”. En un rinconcito de la fachada de la Udelar esperaba otro cartel, que invitaba a movilizarse “por el libre ejercicio de la sexualidad”, según se puede rescatar de los escasos registros fotográficos y audiovisuales que hay de la época.

La marcha fue organizada por Homosexuales Unidos, el Movimiento de Integración Homosexual, la Mesa Coordinadora de Travestis –que más tarde se convirtió en lo que hoy es Atru– y el Colectivo Cimarrón de Melo, con el apoyo de Serpaj.

Una vez que la movilización llegó al destino, representantes de las organizaciones convocantes leyeron una proclama que se titulaba “20 poemas de amor y una careta desesperada” –una clara alusión al libro del poeta chileno Pablo Neruda–, que enumeraba razones por las cuales “el sistema político dice no a la libre sexualidad”.

“Ahí fue cuando empezamos a pedir por nuestros derechos que nos correspondían, como a toda persona que vive en un país democrático: el respeto, el no a la represión, tener los mismos derechos que tienen las personas; ahí fue que empezó nuestra lucha”, cuenta Pankievich sobre esa proclama, en diálogo con la diaria. La activista dice que había una mezcla de emoción y alegría con cierta incertidumbre, porque “en aquella época salíamos de la dictadura, estábamos entrando en la democracia y era un salir [a la calle] de ojos cerrados, sin saber qué iba a pasar”.

Al final, salió todo bien. De hecho, a pesar del miedo y del frío del invierno, asistieron unas 300 personas, según el registro del Archivo Sociedades en Movimiento de la Udelar. No fue multitudinaria. Tampoco había grandes despliegues logísticos ni colores brillantes ni música en vivo ni brillantina. Pero fue la primera vez que, contra la vergüenza y el silencio, las disidencias organizadas sacaron el orgullo a la calle. Hicieron públicas sus luchas en un momento en que las travestis enfrentaban la persecución y la violencia de la posdictadura, los homosexuales y las lesbianas no podían decir abiertamente cuál era su orientación sexual sin correr el riesgo de la exclusión educativa o incluso el desempleo.

Pankievich dice que, ese día, el Canal 4 fue el único medio que “les dio el micrófono” a las disidencias para que “alzaran la voz”. La que puso la voz y el cuerpo fue ella. Recuerda que ahí dijo que los reclamos que estaban poniendo arriba de la mesa no eran para ellas, sino “para las próximas generaciones”. “Pasaron tres décadas para que las nuevas generaciones tengan los derechos que a nosotras nos fueron negados en aquella época”, reflexiona ahora.

Ante la pregunta de si hay reivindicaciones de hace 30 años que hoy siguen vigentes, responde que son “prácticamente las mismas”: “Que la gente abra la mente, que se nos considere seres humanos y que se nos den los mismos derechos que tiene cualquier persona en esta sociedad, porque, aunque han pasado 30 años, todavía hay discriminación, los cupos laborales no se cumplen como deben cumplirse y hay muchas cosas postergadas en el área de la salud”. Claro que hay avances, asegura, pero “realmente todavía queda mucho, mucho, mucho por conquistar”.

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