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Carlos Julio Pereira y Luis Alberto Heber, durante un evento del Partido Nacional. (archivo, junio de 2012)

Foto: Nicolás Celaya

Causa Cecilia Fontana: el círculo se cierra sobre Campos Hermida

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Un testigo declaró este viernes que allegados al inspector lo vieron manipulando unas botellas iguales a las utilizadas en el atentado.

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Leído por Abril Mederos.
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Un testigo declaró este viernes contra el inspector mayor Hugo Campos Hermida en la causa que investiga el asesinato de Cecilia Fontana, madre del ministro del Interior, Luis Alberto Heber en 1978. Campos Hermida era el jefe de la Brigada de Narcóticos y Drogas Peligrosas y el responsable de la investigación policial.

El testigo dijo ante la jueza penal de 27° turno, Silvia Urioste, y el fiscal especializado en Crímenes de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, que conoció a una persona que vio a Campos Hermida manipular botellas iguales a las que en agosto de 1978 llegaron a la casa de Luis Alberto Lacalle Herrera para ser repartidas a los otros integrantes de la dirección del Partido Nacional, Carlos Julio Pereyra y Mario Heber.

“El jueves 31 al mediodía brindaremos por la patria en su nueva etapa”, decía la esquela que llegó junto a los vinos envenenados con Foxdrin, en aquel momento de venta libre.

En sus declaraciones ante la Justicia, el testigo brindó datos precisos sobre movimientos de Campos Hermida en esos días y habló sobre su relación con Estados Unidos y el ala de extrema derecha de las Fuerzas Armadas.

Fueron aportados datos que abonan la hipótesis de que el objetivo era trancar una apertura política, dado que se agregaron elementos sobre un vínculo estrecho entre el general Alberto Ballestrino, opuesto a esa postura, y Campos Hermida, lo que da fuerza a la línea de investigación que señala la intervención en el asesinato de los militares que se oponían a Gregorio Álvarez. El entonces comandante en jefe del Ejército pretendía suceder al dictador civil Aparicio Méndez integrando un triunvirato. Entre los militares que se oponían al diálogo político estaba el general Amaury Prantl y el teniente coronel José Nino Gavazzo, quienes en julio de 1978 fueron sancionados por Álvarez por calificarlo de “traidor” en la publicación militar El Talero, luego de que Álvarez mantuviera contactos con figuras políticas.

Los rumores de que el cambio de mando se realizaría a fines de agosto llegó a oídos de Carlos Julio Pereyra desde la embajada de Estados Unidos: “El día que llegan las botellas de vino a la casa del señor Lacalle, yo me encontraba en la sede del partido y allí fui visitado por un funcionario de la sección política de la embajada de Estados Unidos, David Shaw, quien me manifestó que era inminente, según los rumores que circulaban en el ámbito diplomático, que iba a haber un cambio en el Poder Ejecutivo. Yo le resté importancia diciendo que esos rumores circulaban desde hacía bastante tiempo, pero él me contestó: 'Nunca con tanta fuerza como hoy'”, comentó Pereyra al declarar en la comisión parlamentaria que investigó el accionar de la Policía sobre el caso, a mediados de 1985.

El 31 de agosto, el día fijado en el mensaje para abrir los vinos envenenados, el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) estuvo reunido desde temprano en la mañana hasta las 20.00. A las 18.00 convocaron una conferencia de prensa, pero finalmente sólo anunciaron un aumento salarial.

El testigo también se refirió a la versión dada en 1985 por el exsenador Germán Araujo, quien denunció que Campos Hermida se jactaba de conocer los pormenores de la muerte de Cecilia Fontana en reuniones con otros policías cuando él era el responsable del Centro de Recuperación Carcelaria. Araujo dijo que conocía a tres personas del ámbito policial que estaban dispuestas a declarar sobre el tema, siempre que se les asegurara que Campos Hermida fuera preso. El testigo dio elementos que ratifican el acceso de Araujo a ese tipo de información.

La hipótesis de que el brazo operativo del asesinato fue la Dirección Nacional de Inteligencia en coordinación con la CIA se fortaleció luego de varios elementos que lograron sumarse a la causa en los últimos meses de investigación, ya con Luis Alberto Heber como ministro del Interior.

Uno de ellos es la aparición de una huella digital en uno de los sobres que acompañaban las tarjetas, del cual al principio de la investigación se había dicho que no podían obtenerse huellas.

Fuentes de la investigación explicaron a la diaria que una de las huellas recientemente descubiertas en uno de los sobres pertenecía a un exintegrante de Inteligencia que se encuentra preso por dos delitos de violación y tiene antecedentes por peculado. El hombre, cercano a una de las funcionarias de Inteligencia que fue investigada en el caso, negó estar vinculado tanto con el hecho como con la investigación del caso, aunque admitió la posibilidad de que sus huellas haya terminado en uno de los sobres periciados.

Los inicios de una investigación oscura

Pese a que en esa época el ministro del Interior, el general Linares Brum; el comandante en jefe del Ejército, Gregorio Álvarez, y el dictador civil Armando Méndez atribuyeron el acto a la actividad de un grupo terrorista en diferentes declaraciones a la prensa, la investigación policial se centró básicamente en las víctimas del atentado y su entorno, a quienes les dispusieron medidas limitativas, como no poder salir del departamento o del país por cuatro meses, y se las convocó a declarar varias veces ante el juez Juan Carlos Larrieux.

Cuando Carlos Julio Pereyra supo de la muerte de Cecilia Fontana por envenenamiento, intentó eludir a la Dirección Nacional de Información e Inteligencia y a los inspectores Campos Hermida y Víctor Castiglioni, y llevó la botella que le habían entregado a él al juzgado de la calle Treinta y Tres, acompañado por sus abogados, Héctor Clavijo y Javier Barrios Anza.

“Carlos Julio tenía una botella sin abrir, y era plena dictadura. Resolvimos entregársela al Poder Judicial, que en aquel momento prácticamente no existía. Recogimos la botella y fuimos hasta donde estaban los juzgados penales, eran como las siete. Los juzgados estaban cerrados, pero no queríamos entregársela a la Policía. Tocamos timbre y bajó un actuario con un susto bárbaro, no quería agarrar la botella y nos dijo que se la entregaremos al juez, que supuestamente estaba en la jefatura. Cuando llegamos nos atendió Campos Hermida y nos hicieron entregársela”, contó Barrios Anza a la diaria.

Pese a que la muerte ocurrió en la tarde, el juez tuvo contacto con la causa recién sobre las dos de la madrugada. En sus declaraciones a la comisión parlamentaria que investigó el caso, dijo que la investigación era dirigida por Inteligencia, y particularmente por Campos Hermida, por definición de Castiglioni.

Barrios Anza recordó que cinco días después de la muerte de Fontana, el 10 de setiembre, se permitió realizar la conmemoración de la muerte de Aparicio Saravia con un homenaje en Millán y Luis Alberto de Herrera: “Me lo veo a Campos Hermida disfrazado de fotógrafo entre la gente y yo para quemarlo me dirijo a él y le pregunto '¿qué anda haciendo por acá?'. 'Acá tiene que estar el asesino', me respondió”.

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