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Estudio del yeso, Juan Manuel Blanes. Dibujo a lápiz, circa 1862. Acervo Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV).

Con Bandera como bandera

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Una guerra por la memoria.

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La invasión rusa de febrero de 2022 puso, cada vez más, a la historia ucraniana al servicio del patriotismo. Desde la trayectoria de viejos regimientos hasta canciones populares, todo sirve para oponerse al enemigo que llegó del Este, aunque eso implique reivindicar nacionalismos emparentados con el nazismo y deje en el camino buena parte de la historia cultural.

A principios de julio, en el centro de Leópolis (Lviv), al oeste de Ucrania, se descubren las últimas novedades literarias en el café-librería El Viejo León tomando un café de especialidad. Una hagiografía del líder fascista Stepan Bandera (1909-1959) de la revista Lokalna Istoria (Historia local) se mezcla con bolsas con el lema “Make books not war” (Haz libros, no la guerra). Este abigarrado despliegue simboliza el doble aprieto al que está sometida la población ucraniana. Supuesta encarnación de los valores pacíficos y democráticos de Europa en la guerra contra Rusia, Ucrania está alimentando su impulso patriótico, aunque ello suponga cultivar una vieja base nacionalista.

La ambivalencia existe desde la movilización del Euromaidán de 2013. Los promotores de un movimiento cívico de acercamiento a la Unión Europea agitaban la bandera nacional amarilla y azul con el estandarte azul estrellado de la Unión Europea. Luego, los manifestantes conmemoraron la muerte de las 100 víctimas de la represión de febrero de 2014 al grito de “¡Gloria a Ucrania! ¡Gloria a los héroes!”. Este grito de arenga nació en los años 1920-1930 en el seno de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), grupo en el que militaba Stepan Bandera1. En 1942 sus partidarios fundaron el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA)2, que al año siguiente llevó a cabo las “masacres de Volinia”3, en las que murieron decenas de miles de polacos. A pesar de estos hechos militares, el gobierno ucraniano eligió el aniversario de esta organización –el 14 de octubre– para celebrar el Día de los Defensores y Defensoras de Ucrania que, según el decreto que lo estableció en 2014, honra “el valor y el heroísmo de los defensores de la independencia y la integridad territorial de Ucrania, las tradiciones militares y las victorias del pueblo ucraniano, con el fin de fortalecer el espíritu patriótico de la sociedad y apoyar el espíritu de iniciativa del pueblo ucraniano”4.

Con el estallido de la guerra total en febrero, la historia está más que nunca al servicio de la movilización del patriotismo. En abril se presentó en la Rada (Parlamento) un proyecto de ley sobre la “descolonización de la toponimia”, que se aprobó en primera lectura en julio. Su objetivo es erradicar del espacio público los topónimos que “simbolizan el Estado ocupante” y los de las personas que habían aplicado la “política totalitaria” del Estado soviético. La filiación que se establece de este modo entre la Rusia contemporánea (“ocupante”) y la Unión Soviética, URSS (“totalitaria”), sitúa este proyecto legislativo en la línea de las “leyes de descomunización” de 2015, criticadas en su momento por muchos historiadores5. En siete años, sin embargo, la perspectiva ha cambiado. En 2015 la amenaza rusa se presentaba como el legado de 70 años de comunismo dictatorial. Hoy en día, el período soviético se considera un episodio de dominación rusa secular, del que hay que eliminar cualquier rastro. La agresión rusa ha reforzado la idea de que el yugo de Moscú sobre Ucrania se asemeja a la dominación colonial. Sin embargo, la cuestión es objeto de controversia entre los académicos. El historiador suizo Andreas Kappeler, por ejemplo, cuestiona esta caracterización6. Según él, la ausencia de una dimensión racista diferencia la relación de Moscú con su periferia ucraniana de las dominaciones que impusieron las metrópolis occidentales a sus colonias en África o Asia.

Sin esperar la aprobación definitiva de la ley, se están tomando iniciativas a nivel local. En mayo, el municipio de Sumy (260.000 habitantes, en el noreste del país) abrió una página única en su sitio web, titulada “Descomunización y desrusificación”7, para enumerar todos los cambios en los nombres de las calles desde 2015 y abrir el debate sobre la nueva fase. A fines de junio, un importante periódico de Leópolis arremetió contra los escritores clásicos rusos Mijaíl Lermontov, Fiódor Dostoyevski, León Tolstoi y Boris Pasternak, a los que presentó como “asesinos, saqueadores e ignorantes”, para impulsar una reforma de los programas escolares8. Estos, de hecho, fueron modificados durante el verano. En cambio, Nikolái Gogol y Mijaíl Bulgakov, que escribieron en ruso pero habían nacido en Ucrania, seguirán siendo objeto de estudio. Por otra parte, en literatura extranjera, los escritores rusos han sido eliminados en favor de otros autores, incluidos autores franceses como Pierre de Ronsard o Anna Gavalda9. ¿Debería eliminarse también a Aleksandr Pushkin de los frontispicios? El 20 de setiembre, una representante local de Járkov propuso cambiar el nombre del teatro de esa ciudad, a pesar de que es mayoritariamente rusohablante. La mayoría municipal se opuso, pero los actores apoyan la propuesta y quieren dar a su institución el nombre del dramaturgo ucraniano Grigori Kvitka-Osnovianenko (1778-1843). El busto del poeta ruso en el centro de la ciudad fue vandalizado dos veces por desconocidos, hasta que el ayuntamiento lo retiró el 9 de noviembre10.

¿Es esta aversión cultural hacia Rusia, que prevalece en el mundo político y mediático, la forma preferida de patriotismo entre la población? Mirando las calles de Leópolis a principios de julio, cabe dudar de ello. La ciudad, cuna del nacionalismo ucraniano, actualmente acoge muchos refugiados del este rusohablante11. Entre los lugareños o la gente del Donbás, el consenso patriótico es inmediatamente visible: la mitad o dos tercios de los transeúntes llevan una remera con las armas del país, el tridente. Los eslóganes que lo acompañan son de lo más apacibles, como el muy popular “¡Buenas tardes! Somos de Ucrania”, el estribillo de una canción del dúo electrónico PROBASS ∆ HARDI (Probass Hardi). Otro indicio de la forma más generalizada de sentimiento nacional es la popularidad de algunas de las emisiones ad hoc del Correo ucraniano desde el 24 de febrero. Repitiendo la [supuesta] réplica de los soldados ucranianos a los atacantes en la Isla de las Serpientes –“Buque de guerra ruso, andá a...”– o representando un tractor ucraniano remolcando un tanque ruso, algunos sellos recurren a la ironía. Una postal exalta el renacimiento del “sueño ucraniano” con un dibujo infantil, en referencia al gigantesco avión Antonov an-225 Mriya (Sueño), destruido en febrero en Gostómel. A las formas apacibles, cuando no empalagosas, de patriotismo se añade la representación de los animales domésticos como víctimas de la guerra a las que hay que salvar.

Arbusto musical

Sobre todo, una canción se ha convertido en himno común de la resistencia a la agresión rusa desde el comienzo de la guerra: “Oï ou louzi tchervona kalyna” (El sauquillo rojo en la pradera): “Oh, el sauquillo rojo se inclinó en la pradera, / nuestra gloriosa Ucrania tiene motivos para lamentarse. / Pero enderezaremos el sauquillo rojo / y llevaremos la alegría a nuestra gloriosa Ucrania, ¡eh, eh! / Nuestros voluntarios marchan hacia la pelea sangrienta / para liberar a nuestros hermanos ucranianos de las cadenas del enemigo...”.

Cantada en marzo en un breve video por Andriï Khlyvniouk, líder del grupo BoomBox, en uniforme de combate, en la plaza de Santa Sofía en Kiev, ha sido versionada por otros artistas ucranianos e incluso por miembros de Pink Floyd. Desde entonces, se ha convertido en un verdadero fervor popular. Lanzada por un cantante callejero en el centro de Leópolis, es entonada por un centenar de personas que conocen la letra de memoria. También resuena en un campo de refugiados de Luhansk, en las afueras de la ciudad. Y lo que es más sorprendente, ¡le valió un juicio a Miss Crimea 2022 por cantarla imprudentemente en la península anexionada12!

Aunque la letra de la canción parece adecuarse a la actualidad, su historia se remonta a principios del siglo XX. En 1914 era el himno de los Fusileros de Sich, “la primera y más duradera formación militar ucraniana”, según la Enciclopedia de Ucrania13. Sin embargo, esta legión ucraniana se creó dentro del Ejército austrohúngaro. En efecto, los Habsburgo, que gobernaban Galitzia (la región de Leópolis) desde hacía 150 años, deseaban que las minorías de su imperio se movilizaran en la Primera Guerra Mundial, aunque ello supusiera autorizar el uso de una divisa amarilla y azul sobre el uniforme austríaco. A medida que se desarrollaba el conflicto, los fusileros ucranianos lucharon en configuraciones muy diferentes.

Academia-desnudo, Juan Manuel Blanes. Dibujo a lápiz, circa 1862. Acervo MNAV.

Al principio, fueron enviados a los Cárpatos contra el Ejército ruso. Tras la Revolución de Octubre de 1917, algunos de los fusileros, prisioneros de guerra, se pusieron al servicio de la recién proclamada República Popular de Ucrania en Kiev para protegerla de las incursiones bolcheviques. Tras la caída del Imperio Austrohúngaro, a fines de 1918, otros destacamentos de fusileros ucranianos intentaron defender –en vano– la bandera ucraniana que ondeaba sobre Leópolis, capital de otra efímera República Popular de Ucrania, conocida como la República Occidental, ante las tropas de la recién independizada Polonia de Józef Piłsudski. En la guerra polaco-soviética de 1920, bajo las órdenes del líder ucraniano Symon Petlioura, apoyaron a las fuerzas polacas contra el Ejército Rojo. Aunque estos fusileros vistieron al inicio el uniforme de uno de los imperios que dominaron Ucrania, antes de entrar en alianzas conflictivas y fracasar finalmente en la construcción de una Ucrania independiente, se convirtieron sin embargo en un “lugar de memoria” en el movimiento nacionalista que se había desarrollado en la diáspora de Galitzia fuera de las fronteras de la URSS.

Lo que era una referencia nacionalista y regional ha adquirido ahora las dimensiones de un símbolo nacional, compartido en todo el país con independencia de las convicciones políticas. Desde entonces, la referencia a Galitzia ha desbordado otras fuentes de patriotismo ucraniano, como la de la República Popular de Ucrania (1917-1918) –con capital en Kiev, no en Leópolis– cuyos líderes se declaraban socialistas. Promovido por las autoridades en las décadas de 1990 y 2000, este episodio histórico se ha ido desvaneciendo de la memoria desde 2014. La realidad de lo que fueron los años 1914-1920 en suelo ucraniano también: una confrontación de imperios, luego de nuevos Estados, donde los ucranianos se encontraban la mayoría de las veces en bandos opuestos: en los ejércitos zarista y austrohúngaro, entre los bolcheviques, así como, por supuesto, entre las fuerzas políticas favorables a la independencia que navegaban a merced de las alianzas circunstanciales. La reaparición del fantasma de los fusileros de Sich en esta guerra de 2022 subraya una paradoja especialmente actual en la historia del movimiento nacional en Ucrania: para luchar contra el “enemigo principal” en el Este, nunca dejó de apoyarse en protectores extranjeros que perseguían, naturalmente, sus propios intereses.

Éric Aunoble, historiador. Traducción: Emilia Fernández Tasende.

Blanes

Como es habitual, esta sección se ilustra con obras de un artista uruguayo sin relación directa con el tema tratado. Este mes, Juan Manuel Blanes (1830-1901).


  1. “Gloire à l’Ukraine, historie d’un slogan de la lutte pour l’Indépendance”, Radio Svoboda, 19-6-2017. 

  2. Timothy Snyder, “The Causes of Ukrainian-Polish Ethnic Cleansing, 1943”, Past and Present, Nº 179, 2003. 

  3. Andrii Portnov, “Les massacres de Volynie”, en Histoire partagée, mémoires divisées. Ukraine, Russie, Pologne, Antipodes, Lausana, 2021. 

  4. Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional (UINP), “Sobre la adopción del 14 de octubre como día del defensor de Ucrania”, 2014. 

  5. David Marples et al., “Open Letter from Scholars and Experts on Ukraine Regarding the So-Called ‘Anti-Communist Law’”, Krytyka, Kiev, marzo de 2015; Laurent Geslin y Sébastien Gobert, “Ukraine, jeux de miroirs pour héros troubles”, Le Monde diplomatique, París, diciembre de 2016. 

  6. Andreas Kappeler, Russes et Ukrainiens, les frères inégaux. Du Moyen Age à nos jours, [2017], traducido del alemán por Denis Eckert, CNRS Editions, París, 2022. 

  7. https://smr.gov.ua/uk/dovidka/dekomunizatsiya.html 

  8. Siouzanna Bobjova, “Una gran potencia que produce hombres pequeños” (en ucraniano), Vysokï Zamok, Leópolis, 30-6-2022. 

  9. Iana Osadtcha, “En Ucrania, los programas escolares modificados debido a la guerra” (en ucraniano), Ukraïnska Pravda, Kiev, 16-8-2022. 

  10. https:/suspilne.media/, Járkov, 21/26-9-2022 y 9-11-2022. 

  11. 150.000 refugiados en toda la región por 2,5 millones de habitantes (sitio de la administración regional, https://loda.gov.ua/news/42121, 4-11-2022). 

  12. “La police de Crimée vérifie une vidéo où l’on entend une chanson nationaliste”, Tass, 2-11-2022. 

  13. Petro Sodol, “Ukranian Sich Riflemen”, Internet Encyclopedia of Ukraine. 

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