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Nuestro idioma de Cuba

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En la nota que es portada de este número, Rafael Grillo cuenta cómo se vivió en Cuba el recambio presidencial. Cuando la leí me dio la impresión de estar recibiendo un mensaje de otra época o de un mundo paralelo; no por antipatía hacia la Revolución, sino por la perplejidad que produce la posrevolución.

Repasando las crónicas de Rafael –hace dos años publicamos su relato sobre la semana en que los Rolling Stones y Barack Obama visitaron la isla– y asistiendo a otros testimonios, uno llega a creer que los cubanos no saben cómo salir de su sistema. Y a la vez, su persistente forma de gobierno nos recuerda que hace más de medio siglo buena parte de los latinoamericanos querían algo similar para sí mismos, y que finalmente desistieron de la idea, o no los dejaron realizarla. Están lejos también los tiempos en que la gente iba a Cuba a ayudar a construir el socialismo; desde hace años, a lo que se va es a hacer de turista. Los cubanos, en cambio, sí vinieron recientemente a prestar ayuda médica –más concretamente, a democratizar las operaciones de ojos–, y ahora mismo llegan como inmigrantes económicos.

A todos, a los visitantes, a los migrantes, a los curiosos, es posible arrancarles anécdotas o impresiones de Cuba; lo que es difícil de conseguir es un relato que dé sentido a la historia reciente de la isla. Aun en la recomendable compilación Cuba en la encrucijada, editada este año por Leila Guerriero, son numerosas las plumas jóvenes y brillantes que fracasan –admirablemente– al intentar trasmitir el todo de su nación a través de pequeños fragmentos más o menos personales. Pero si no es fácil explicar qué pasa allá, sí es disfrutable leerlo.

Porque, más allá de ilusiones y desilusiones colectivas, con Cuba nos une la maravilla del idioma. Lo sabían los primerísimos revolucionarios, que apostaron a la difusión cultural hacia el resto del hemisferio y crearon Casa de las Américas. Y lo saben los escritores cubanos de hoy, que desafían trabas burocráticas y tecnológicas para encantarnos directamente con su prosa. Hoy, esa prosa es el punto donde se tocan nuestras paralelas.

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