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Estela Aranha, el 2 de enero de 2023, en el Palacio de Justicia de Brasilia.

Foto: Mauro Pimentel, AFP

Elon contra Lula: una entrevista con la exministra brasileña Estela Aranha

8 minutos de lectura
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La abogada que desmintió las acusaciones falsas de los partidarios de Bolsonaro contra Alexandre de Moraes habla de la nueva amenaza para la democracia en Brasil: las grandes empresas tecnológicas.

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El 3 de abril, el periodista estadounidense Michael Shellenberger publicó una serie de extractos de correos electrónicos de ejecutivos de X (antes Twitter) bautizados como “Twitter Files Brazil”, que supuestamente sacaban a la luz delitos cometidos por el juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil Alexandre de Moraes.

Según Shellenberger, Moraes había presentado cargos penales contra el abogado de X Brasil por negarse a entregar información personal sobre enemigos políticos de derechas. Elon Musk compartió rápidamente aquellos tuits. Su veloz viralización fue abrazada por la extrema derecha internacional, particularmente por el expresidente Jair Bolsonaro y sus partidarios.

Una semana más tarde, Estela Aranha, exsecretaria de Derechos Digitales del Ministerio de Justicia de Brasil, reveló la podredumbre en el corazón de la narrativa de Shellenberger. La única acusación penal presentada contra X Brasil a la que se hace referencia en los correos electrónicos filtrados fue realizada por la Fiscalía de San Pablo (no por el Supremo Tribunal Federal) después de que la empresa se negara a entregar los datos personales de un líder de la mayor organización de tráfico de cocaína de Brasil, el Primeiro Comando da Capital (PCC).

Shellenberger había cortado la sección de un correo electrónico sobre una investigación criminal de San Pablo y la había mezclado con comunicaciones en las que se quejaba de Moraes sobre asuntos no relacionados. Presionado por los periodistas brasileños, Shellenberger escribió: “Lamento mi error y pido disculpas por ello. No tengo pruebas de que Moraes amenazara con presentar cargos penales contra el abogado brasileño de Twitter”.

Estela Aranha se refiere en esta entrevista al desmentido de la conspiración y al papel de las grandes tecnológicas en la campaña de la extrema derecha contra el gobierno de Lula.

¿Cuál era su papel en el Ministerio de Justicia de Brasil?

Empecé como asesora especial del ministro de Justicia para asuntos digitales. Más tarde, me nombraron secretaria de Derechos Digitales. Un proyecto que ayudé a coordinar, junto con otros departamentos del Ministerio de Justicia y la Policía Federal, se llamó Operación Escuelas Seguras, que se creó para prevenir masacres escolares. En marzo de 2023 comenzó una serie de atentados y asesinatos aleatorios de niños en escuelas de todo el país y miles de amenazas de masacres escolares en las redes sociales.

Esto creó un ambiente de pánico e histeria. Los usuarios difundían imágenes de atacantes de escuelas con el objetivo de sembrar el terror. Como resultado, cada vez más padres en pánico sacaron a sus hijos de la escuela. Además de difundir imágenes de asesinatos en escuelas, la gente trabajaba en línea para animar a otros a cometer ataques similares.

Empezamos a vigilar este fenómeno en las redes sociales, y nuestro análisis inicial mostró que grupos neonazis estaban animando a cometer atentados el 20 de abril porque era el aniversario de la matanza de Columbine, que se cometió el día del cumpleaños de Adolf Hitler. Se ponían en contacto con niños y adolescentes en internet e intentaban animarlos a atacar a otros niños en las escuelas. Fue un problema nacional que paralizó el país. En algunas ciudades, durante la semana anterior al 20 de abril sólo el 20% de los niños asistía a la escuela debido a la sensación de pánico.

La Operación Escuelas Seguras trabajó en colaboración con empresas de redes sociales para que los contenidos que incitaban a cometer asesinatos en las escuelas fueran moderados adecuadamente. Creamos un canal de denuncia. Se analizaron todos los informes. La operación fue enorme, tanto por el número de personas implicadas como por la inteligencia desplegada. Obtuvimos resultados muy significativos, incluidas 360 detenciones. No todos, pero sí la inmensa mayoría de los implicados en estos atentados, o de los que teníamos pruebas de que cometerían este tipo de delitos –personas que fueron detenidas con planes detallados, armas, máscaras, de todo–, estaban afiliados a grupos neonazis clandestinos. Todos los que hacían apología del nazismo también fueron denunciados a la Policía, y estas personas fueron detenidas y acusadas, de acuerdo con el debido proceso, porque hacer apología del nazismo es un delito en Brasil.

¿Pidieron a las empresas de redes sociales que eliminaran los perfiles de los usuarios durante esta operación?

Sí. Nos reunimos con representantes de todas las empresas de redes sociales, hablamos con todas ellas. La única que no dialogó fue Telegram. Durante nuestra primera reunión, Twitter se resistió inicialmente. No quería eliminarlos. Hablábamos de perfiles que promovían ataques muy realistas contra las escuelas.

Les dije: “Me dirijo a usted porque hay perfiles de terroristas reales. Son perfiles falsos que utilizan los nombres y las caras de terroristas de masacres escolares que publican videos con canciones que dicen: ‘Voy a por vosotros, niños, no pueden correr más rápido que mi pistola’. Hay videos que muestran la foto del terrorista y luego muestran masacres escolares reales”.

El representante de Twitter dijo que esto no violaba sus condiciones de uso. Tras el fuerte rechazo del ministro de Justicia y la presión social, incluso de los usuarios de su propia plataforma, Twitter cambió su política y colaboró con la investigación.

¿Cree que la eliminación de la plataforma tuvo un efecto positivo? ¿Redujo el riesgo para los niños?

Por supuesto. Se trataba de personas que compartían videos que promovían y glorificaban a los autores de masacres escolares. Imagínese a un adolescente que ya tiene problemas y sufre acoso escolar siendo bombardeado con imágenes que glorifican las masacres escolares y mensajes como: “Mira, este tipo es increíble. Mira lo que ha hecho”.

Algunos chicos dirán: “Genial. Nadie me respeta. No sé qué hacer, así que haré esto para que me respeten”. Todos los chicos que fueron detenidos dejaron cartas o hicieron declaraciones en la línea de “Me despreciaban, nadie se preocupaba por mí. Voy a hacer esto para demostrar que soy duro, que soy alguien”.

Pensaban que lo hacían para vengarse, para ser glorificados, para ser vistos de otra manera. Cualquier material que glorifique el terrorismo, ya sea un ataque escolar o cualquier tipo de ataque terrorista, lleva a algunas personas a pensar que es bueno cometer un acto terrorista. Esto está científicamente probado, por cierto.

La otra cosa sobre esta ola de amenazas de masacres escolares es que creó una atmósfera de miedo. Si te conectabas a Twitter o a cualquier red social en ese momento, empezabas a ver estos crímenes, estas escenas, ¿cómo ibas a enviar a tus hijos a la escuela? Muchos padres no enviaron a sus hijos a la escuela durante las tres semanas que duró la crisis. Imagínense el impacto en la vida de la gente sin poder enviar a sus hijos a la escuela. Imagínense las madres que dependen de enviar a sus hijos a la escuela para poder trabajar, para tener una vida normal. Hubo miles de testimonios de niños llorando, diciendo: “Me van a apuñalar en la escuela”.

Y pensemos también en el impacto psicológico: la escuela debería ser un lugar seguro para los niños, ¿no? Ahora imaginen a un padre que navega por cualquier red social como Twitter y ve a un montón de gente promoviendo el terrorismo en las escuelas. ¿Qué padre enviaría a su hijo a la escuela después de eso? ¿Qué niño se sentiría cómodo y querría ir a la escuela? Esto repercutió en toda la sociedad brasileña. Las madres no podían trabajar y a los hijos les aterrorizaba ir a la escuela. La escuela dejó de ser un lugar donde los niños se sentían seguros: empezaron a tenerle miedo.

¿Cómo descubrió que Michael Shellenberger mentía en los llamados Archivos Twitter?

Soy abogada especialista en derechos digitales y empecé a trabajar en el Ministerio de Justicia poco después del período del que se seleccionaron los correos electrónicos utilizados en los Archivos Twitter Brasil. Estoy familiarizada con todos esos casos y decisiones. Estoy familiarizada con todas las sentencias en mi campo que están en circulación. Como abogada que forma parte de un grupo especializado en esta área –y no somos muchos– obviamente compartimos, discutimos y debatimos todos estos casos y sentencias.

Recuerdo el caso presentado por la Fiscalía de San Pablo contra Twitter porque todos hablamos de ello cuando ocurrió. Así que cuando leí los fragmentos de correos electrónicos que Michael Shellenberger publicó, inmediatamente noté que habían sido manipulados. Inmediatamente supe a qué decisión se refería cada fragmento de correo electrónico. Conozco todas las sentencias importantes sobre redes sociales que se produjeron durante el período de tiempo de los correos electrónicos.

En cuanto lo vi, pensé: “No, eso no ha pasado nunca”, porque sigo esto muy de cerca, es mi trabajo. Me dije: “Esto está mal”. Sabía que lo que Shellenberger afirmaba era falso, y por eso me quejé en internet. Sabía que habían inventado una historia falsa porque conozco todos los casos de los que han sacado fragmentos de texto. Juntaron fragmentos.

Musk y Shellenberger alegan que el gobierno brasileño está violando el derecho a la libertad de expresión. Pero parece que los argumentos que esgrimen se basan en la legislación estadounidense. ¿Cuáles son las diferencias en las leyes de libertad de expresión entre Brasil y Estados Unidos?

Hay varios derechos universales en cada país o región y en cada tradición jurídica. Hablaré de Brasil. Tanto la legislación como la tradición jurídica son muy diferentes aquí. El derecho a la libertad de expresión en Estados Unidos es un derecho que está por encima de otros derechos, es más amplio.

En Brasil, como en Europa, la libertad de expresión es un derecho esencial que equivale a otros derechos esenciales. Si se intenta utilizar un derecho para infringir otro, habrá limitaciones. Todos los derechos se sopesan uno al lado del otro, y hay proporcionalidad en el alcance de cuánto se puede interferir. Por ejemplo, hacer apología del nazismo es ilegal en Brasil porque se considera un discurso tan dañino que hay que prohibirlo preventivamente; eso no existe en Estados Unidos. En Brasil, los insultos racistas son delito, al igual que la discriminación contra la población LGBTQ+. Hay varias formas de discurso que son ilegales.

Hay muchas normas aquí que son muy diferentes de las de Estados Unidos. Por ejemplo, no se puede utilizar información falsa a sabiendas en las campañas electorales. Esto es un delito en Brasil. Si los candidatos hacen declaraciones manifiestamente falsas, los medios de comunicación no pueden reproducir la información. Esto siempre lleva a muchas sentencias de tribunales electorales y, durante 2022, no sólo se hicieron a favor del presidente Lula. La campaña de Jair Bolsonaro solicitó con éxito al tribunal que retirara varios anuncios de la campaña de Lula y numerosas publicaciones en las redes sociales de partidarios de Lula.

Hay miles de sentencias judiciales que exigen la retirada de material publicitario en cada campaña electoral en Brasil. Esto es absolutamente normal aquí. Pero Michael Shellenberger ha decidido utilizar las leyes estadounidenses relativas a la libertad de expresión para criticar decisiones basadas en la legislación brasileña, tomadas por nuestros tribunales electorales.

¿Cuál cree que es el verdadero objetivo de estos ataques de Elon Musk y Michael Shellenberger y sus aliados?

Shellenberger y Musk están trabajando mano a mano y estoy segura de que su objetivo es ser protagonistas en las elecciones estadounidenses y por eso se han unido a la extrema derecha internacional. Obviamente han elegido Brasil porque también es un actor importante en la extrema derecha internacional. Han aprovechado todo este discurso sobre la regulación de las redes sociales, al que Musk obviamente se opone. Pero creo que su objetivo inmediato es atacar los poderes democráticos en Brasil.

Nuestra extrema derecha quedó completamente aislada porque su principal líder es Bolsonaro y no pudo liderar porque lo acorralaron las investigaciones penales en su contra por delitos que han sido probados, gracias a investigaciones muy robustas de la Policía Federal. Fue impotente porque toda la trama golpista ha sido descubierta por la Policía Federal. Realmente intentó dar un golpe de Estado, junto con jefes militares, y hubo acciones directas como el ataque a la sede de la Policía Federal el día en que Lula llegó a Brasilia para firmar los documentos preparatorios de su investidura.

Este atentado fue muy grave, pero parece que algunos ya lo han olvidado. Yo estaba allí. Presencié personalmente un coche lleno de bidones de gasolina aparcado delante de una gasolinera, y más tarde se encontraron bidones llenos de gasolina en el hotel donde se alojaba Lula. Hubo un intento de atentado en el aeropuerto de Brasilia en Navidad, que no llegó a explotar porque el detonador no funcionó. Luego tuvimos el atentado del 8 de enero, que también fue muy grave.

Así que, en el momento en que estábamos consiguiendo que los principales líderes de este intento de golpe rindieran cuentas por fin, Elon Musk y Michael Shellenberger entraron en escena para atacar a las instituciones que los estaban procesando, para usurpar su poder y que no pudieran condenarlos más. Ese era claramente su objetivo a corto plazo. A largo plazo, es evidente que Elon Musk quiere ser un actor de la extrema derecha internacional e interferir en las elecciones de todo el mundo, especialmente en Estados Unidos.

Una versión más extensa de este artículo se publicó originalmente en Jacobin.

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