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Integrantes de los servicios de emergencia españoles atienden a un grupo de personas migrantes que llegaron al puerto de Restinga en las Islas Canarias, provenientes de Senegal.

Foto: Antonio Sempere, AFP

La derecha azuza la xenofobia en España en su competición electoral

6 minutos de lectura
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El PP alienta la relación entre migrantes y delincuencia ante la resistencia en las urnas de Vox y la irrupción de Alvise a lomos de desinformación y señalamientos a los extranjeros.

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El reciente asesinato de un niño en Mocejón, en la ciudad española de Toledo, provocó una riada de mensajes xenófobos en redes sociales por la falsa atribución del crimen a personas extranjeras: mentiras, medias verdades y el señalamiento de un establecimiento hotelero cercano, en donde están acogidos medio centenar de migrantes. El discurso es similar al que se alentó en Reino Unido unas semanas antes de que grupos ultras acabasen incendiando un edificio que alojaba a extranjeros y protagonizasen disturbios callejeros tras la propagación de fake news sobre un crimen cuyas víctimas también eran menores.

El único detenido por el asesinato del menor es un joven español relacionado con el pueblo toledano. La Fiscalía ha abierto una investigación para determinar si los mensajes, entre los que se difundieron datos de personas sin vinculación probada con el crimen, pueden constituir un delito de odio. La propia familia pidió no señalar a nadie por su origen o color de piel. Y aun así, los principales emisores del contenido xenófobo, parte del cual ha sido replicado por medios de comunicación, no sólo no han rectificado, sino que insisten en relacionar a migrantes y delincuencia.

Ha sido un cargo público, el eurodiputado Alvise Pérez, líder de Se acabó la fiesta, quien ha intentado prender la mecha: cuando aún no se conocían muchos detalles del crimen, difundió en sus redes sociales una captura de Google Maps en la que aparecía una mezquita cerca del campo de fútbol en el que el niño fue asesinado. Alvise es ahora quien va más lejos, pero en la competición electoral de las derechas la xenofobia se ha convertido en un eje discursivo más. Vox y el Partido Popular (PP) ya habían peleado en ese barro antes.

“Yo le pido el voto a aquellos que están a favor de la inmigración legal [y] no admiten que la inmigración ilegal se deje en nuestras casas ocupando nuestros domicilios y nosotros no poder entrar en nuestras propiedades”. La frase la pronunció Alberto Núñez Feijóo en la campaña de las elecciones catalanas de mayo. El líder del PP no sólo no rectificó, sino que tanto él como sus principales portavoces han reiterado la idea una y otra vez desde entonces. Y no han dudado en retorcer los datos o propagar bulos para hacerlo.

Este mismo lunes, el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol (del PP), señalaba en su cuenta de Twitter a un grupo de personas sólo por su supuesta procedencia y les atribuía de antemano futuros malos comportamientos. Un día después, lejos de rectificar o matizar sus palabras, incidía en la relación entre migrantes y delincuencia con la anuencia de la dirección nacional del PP.

El politólogo y profesor Pablo Simón sostiene que no es para nada una novedad este endurecimiento del discurso en torno a la inmigración por parte del PP. Recuerda que Javier Maroto en Vitoria [fue alcalde de la ciudad entre 2011 y 2015] o el propio García Albiol en su anterior etapa como regidor en Badalona ya se caracterizaron por “seguir este tipo de estrategias de demonización de la inmigración y de su vinculación con una supuesta inseguridad”. Unas dinámicas que, a su juicio, obedecían a que ambos tenían competidores de centroderecha nacionalista -Partido Nacionalista Vasco (PNV) y la antigua Convergencia- que les llevaban a buscar un “mensaje diferencial”.

Se trata, según Simón, de una estrategia que responde a “razones de oferta política”. Es decir, a cómo los partidos toman la decisión de activar unos temas u otros en un contexto determinado. Ahora esos competidores son la extrema derecha de Vox y el agitador ultra Alvise Pérez, que irrumpió en las últimas europeas con un discurso xenófobo y del odio al extranjero y logró más de 800.000 votos. “Lo que ha acabado de romper el tablero en lo que tiene que ver con la inmigración y el tratamiento de los menores no acompañados ha sido la irrupción de Alvise Pérez, que se ha quedado con la parte más dura y desestabilizadora de Vox”, añade la politóloga y profesora Carmen Lumbierres.

Es un escenario que, según Simón, sitúa al partido de Feijóo en “una situación complicada”. “Está en la oposición, con lo que puede oponerse a todo lo que haga el gobierno central; pero al mismo tiempo es un partido de Estado que sigue gobernando la mayor parte de las comunidades autónomas”. Y que, por ejemplo, es responsable de gestionar los centros de atención a menores migrantes que están en el punto de mira de la extrema derecha.

Simón apunta, además, que la evidencia empírica señala que la estrategia de imitar los postulados extremistas “es siempre una jugada perdedora”. “Cuando la derecha mainstream ha buscado arrebatar este tema a la extrema derecha ha terminado perdiendo porque el rival siempre es percibido como más fuerte”, sostiene.

Lumbierres coincide en que es un escenario “muy peligroso” para la formación de Núñez Feijóo. “Por eso están instalados en la confusión”, sostiene. Y añade: “Una cosa es pegarse al discurso del Vox de los inicios, cuando estaban dirigentes como Iván Espinosa de los Monteros; que hacerlo al de Jorge Buxadé [representante del sector más ultraconservador del partido] o al de Alvise Pérez”, dice esta experta, que también ve en los vaivenes del PP un intento de acercarse al PNV o a un Junts “hiperradicalizado”.

De hecho, Simón afirma que la influencia de Alvise y el hecho de que el PP esté en la oposición y pueda azuzar otros debates como el territorial también llevan a Vox a centrarse en el discurso antiinmigración. Y eso a pesar de que no es el tema que más réditos electorales ha dado a la formación de Santiago Abascal. Simón recuerda que Vox surgió en 2018 por la movilización del nacionalismo español a raíz de la crisis catalana y que entonces sus mensajes no se basaban en una movilización del voto islamófobo o antiinmigración, como sí lo habían hecho otros partidos de extrema derecha de otras latitudes.

“Pero ahora Vox necesita volver a buscar un tema que les permita presentarse como un activo”, dice. Y, además, con una “credencial extra”: el hecho de no tener que gestionar nada del tema migratorio -como sí le ocurre al PP- le permite colocarse en “posiciones mucho más extremas”. “La acción política impide al PP desplegar la demagogia o el voto protesta al mismo nivel que Vox”, añade este politólogo, que recuerda que la formación de extrema derecha incluso decidió en julio romper los pactos de gobierno suscritos con el PP después de que sus socios aceptaran acoger un cupo de migrantes menores no acompañados.

Reforma de la ley de extranjería

El caso de Mocejón es sólo un ejemplo de los muchos que se producen de forma habitual en el que cualquier suceso es aprovechado por la derecha para azuzar el miedo a los extranjeros y subir así su cotización electoral. Pero este crimen y la reacción ultra sí coinciden con una importante negociación para reformar la ley de extranjería y sistematizar la solidaridad interterritorial con las comunidades receptoras de migrantes, especialmente los menores. Una modificación que ha sumido al PP en la contradicción de votar en contra de ella mientras los gobiernos de Canarias y Ceuta, del que forman parte, la apoyan y reclaman.

Desde el PP señalan la única responsabilidad del gobierno central ante lo que califican una mala política migratoria, mientras los ejecutivos autonómicos rechazan acoger a más menores si no reciben financiación adicional y no cumplen con el cupo de traslados previamente pactado. Tanto Feijóo como sus portavoces han advertido de forma habitual de una gran crisis humanitaria este verano (boreal) que no termina de llegar y que ahora sitúan en setiembre.

El PP registró el martes una proposición no de ley en la que reclama un refuerzo de los controles fronterizos, la presencia de policías españoles en los países africanos desde los que parten los cayucos y el uso de la política exterior para conseguir que dichos países retengan a los migrantes. Precisamente la semana que viene Pedro Sánchez viaja a Mauritania, Senegal y Gambia, donde ya hay misiones policiales españolas desde hace años.

Las diferencias con Reino Unido

La riada de bulos racistas y desinformación a raíz del crimen de Mocejón también remiten a los disturbios producidos hace unas semanas en Reino Unido, donde la extrema derecha de Nigel Farage carga desde hace años contra migrantes y refugiados, el gobierno conservador -que ha estado en el poder casi 15 años- hablaba de “invasión” y determinados medios de comunicación repetían bulos o asumían la migración como algo negativo.

Sin embargo, los expertos consultados creen que, por el momento, no existe el riesgo de que pueda producirse en España un estallido violento de ese calibre. “En Reino Unido el problema de cómo se ha tratado la inmigración es previo al Brexit, lleva caldeándose el ambiente desde hace muchos años. Creo que en España no estamos a ese nivel, aunque pueda haber sucesos aislados. Estos procesos violentos se larvan con el tiempo, no son brotes espontáneos, y en Reino Unido se llevan promoviendo hace muchos años desde las propias autoridades”, dice Lumbierres.

Tampoco Simón cree que se vayan a activar en España estas dinámicas de violencia callejera. Y arguye, para ello, varias razones. Entre ellas, la forma de socialización a través de la familia que opera como “amortiguador” ante este tipo de acciones masivas de gente que está “socialmente desarticulada”, o “el pacifismo tradicional de la sociedad española que hace que el número de protestas violentas en España sea muy inferior al de países del entorno”.

Son elementos que, por el momento, actúan como una suerte de vacuna ante un hipotético estallido violento, pero los expertos llaman a no confiarse y advierten que la retórica agresiva contra la migración y las minorías que utiliza la extrema derecha puede ser el perfecto caldo de cultivo de disturbios como los que ha afrontado Reino Unido en los últimos tiempos.

Este artículo fue publicado originalmente por eldiario.es.

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