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Cinco años, dos pinitos

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Ha sido mucho en la vida de todos nosotros. El 19 de marzo de 2006, en aquella casona de la calle Paullier que se llenaba de gorriones, soñábamos alto más que lejos. Era tanto lo que nos habíamos propuesto hacer, junto a ustedes, que no dejaba sitio para imaginar en qué andaríamos cuando tuviéramos, como ahora, 1.282 ediciones a cuestas.

Cinco años después, no queremos dedicar este espacio a rememorar el camino abierto donde parecía imposible. Elegimos contarles una parte de la historia que comenzó mucho antes de que tuviéramos nombre.

El título de portada del número 1 fue “Primeras letras de la libertad”. Hoy nos damos el gusto de anunciar que nuestra libertad aprendió a escribir la palabra “cooperativa”.

Este proyecto nació y ha crecido entre una crisis de la prensa tradicional y el surgimiento de nuevas modalidades de comunicación. Entre los comienzos de un tiempo de cambios para el país, los frenos a ese impulso y las ganas de cambiar mucho más. Es mestizo, fronterizo. En movimiento, en mutación, en riesgo. Nos pareció desde el principio, y desde antes del principio, que el único modo de salir adelante era el más difícil. A veces, como dice la canción, “el que no cambia todo, no cambia nada”.

la diaria siempre fue una empresa colectiva. Las resoluciones más importantes se han tomado en asamblea de trabajadores (incluyendo la elección periódica, por voto secreto, de la comisión directiva), y acordamos desde el inicio que la propiedad de la empresa, que implica el control de todas sus decisiones, correspondiera al conjunto de los integrantes de esa asamblea. Fue un pacto de (damas y) caballeros, pero tenemos presente la advertencia realizada hace casi 198 años por José Artigas: “es muy veleidosa la probidad” cuando no existen “las garantías del contrato”. Por lo tanto, consideramos necesario formalizar la manera de producir que elegimos y le dimos forma, en un largo proceso interno, a la cooperativa la diaria.

Cualquier persona que trabaje en la diaria puede solicitar su ingreso a la cooperativa, pero nadie tiene la obligación de hacerlo, y los procesos de participación colectiva se mantienen abiertos a cooperativistas y no cooperativistas. Simplemente, quienes estamos adentro asumimos una parte mayor de las responsabilidades y los riesgos. Somos 26 fundadores, con integrantes de todas las áreas de trabajo; el grupo está abierto a nuevas incorporaciones y ya hay aspirantes.

Esta manera de producir da mucho más trabajo. El aprendizaje del oficio periodístico, por ejemplo, no prepara para lidiar con problemas financieros, logísticos o comerciales, y lo mismo pasa con cada una de las especializaciones necesarias para que esto funcione. No se trata, por supuesto, de pasarse metiendo la cuchara en las tareas de otras personas, ni de vivir en estado de asamblea permanente. Cada cual en lo suyo y con su autonomía, pero todos debemos rendir cuentas, de modo que hay que desasnarse para poder evaluar los resultados y aportar algo a lo que hacen los demás.

Por otra parte, la vida laboral sin otros propietarios y patrones que nosotros mismos tiene sus peligros. Es preciso tener muy presente que cargar con un peso mayor no nos hace merecedores de privilegios, por aquello de que el poder es responsabilidad. En libertad debemos exigirnos más, no menos.

Pero como les decimos una cosa, les decimos otra: esto tiene sus dificultades, pero nos parece que vale la pena.

Trabajar así abre más espacio para nuestra independencia, y eso es crucial para un medio de comunicación que quiere hacer buen periodismo. A la vez, nuestra credibilidad al defender los valores que orientan este proyecto (ver, una vez más, “Nuestro compromiso”, http://ladiaria.com/compromiso?m=nosotros) no se apoya en la retórica de un discurso editorial, sino en el intento de que esos valores estén presentes, puertas adentro, en nuestra práctica cotidiana. Como quien dice, en la diaria.

Hay que decirlo también, para que no se cuele aquí la idea de “sacrificio”: así se goza mucho más. Y ser felices cuando trabajamos hace más placentero el producto. Ojalá hubiera un número mayor de empresas autogestionadas, en el terreno de los medios de comunicación y en otras actividades: se notaría.

Que eso ocurra dependerá, entre otras cosas, de que quienes nos metemos en este viaje seamos capaces de demostrar que da buenos resultados. Que no es apenas un esfuerzo pintoresco, simpático pero incapaz de competir con las empresas “normales”. Ojalá esta sociedad sea capaz de cambiar de opinión acerca de lo que es normal.

En definitiva, hay una profunda línea divisoria entre apostar o no a la posibilidad de apropiarnos de nuestras vidas y organizar relaciones sociales más libres, en las que cada persona pueda encontrar y dar lo mejor de sí. Quizá sea eso lo que le da sentido a diferenciar “izquierda” de “derecha”.

Así queremos ser. Y mientras ustedes quieran, podremos. Para celebrarlo, los esperamos en el fiesto.

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