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Día Mundial de la Alimentación: contribuciones individuales-grupales y transformaciones globales

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El Día Mundial de la Alimentación transcurre en un contexto muy particular de pandemia, en el que las interacciones entre la producción y comercialización de alimentos con la transmisión de virus entre especies ha convocado (y convoca) múltiples análisis. La alimentación es un tema absolutamente transversal que nos conecta con múltiples dimensiones: el crecimiento de la población humana, problemas de salud asociados a la obesidad o el hambre, la desigualdad y la inequidad, la sostenibilidad de los sistemas de producción actuales, la inocuidad en la producción de alimentos, el bienestar animal, los cambios globales asociados a las transformaciones del uso del suelo y el calentamiento global, las estrategias de desarrollo. En resumen, es difícil encontrar un tema que directa o indirectamente no se conecte con la alimentación.

Estamos navegando tiempos de múltiples cambios, sorpresas e incertidumbres. Los análisis del mundo pospandemia son numerosos, diversos y contrapuestos. Por un lado, se considera que la pandemia acelerará las transformaciones previas del sistema. En el sentido contrario, se entiende que la pandemia puede constituir una disrupción en el sistema y promover un cambio en la trayectoria. Cada uno de nosotros puede encontrar múltiples evidencias congruentes con los dos grupos de predicciones indicados.

Desde la perspectiva de un país agroexportador pero periférico como Uruguay, probablemente las dos grandes alternativas mencionadas tengan una misma resultante. Una parte del consumo de alimentos a nivel global demandará sistemas de producción más sostenibles, con mayores exigencias de inocuidad y bienestar animal. De acuerdo a la escala de producción del país, resulta decisivo prepararse y anticiparse a estos posibles cambios. De hecho, constituye una ventana de oportunidad por la escala de producción y calidad de los productos agropecuarios del país.

Por muchos años se ha debatido sobre los mecanismos del sistema capitalista asociados a barreras paraarancelarias relacionadas a la dinámica de producción y comercialización de alimentos; por ejemplo, la pertinencia y capacidad para revertir transformaciones no sostenibles del suelo o el cambio climático. Durante los últimos meses, las posturas de Alemania y Francia sobre los acuerdos de la Unión Europea con el Mercosur nos ilustran el grado de incidencia de estos argumentos (claramente no los únicos ni tampoco los más determinantes) en los procesos de toma de decisión o, mejor dicho, cómo se consideran en la construcción de los relatos y la publicidad que sustentan las decisiones adoptadas.

Una parte del consumo de alimentos a nivel global demandará sistemas de producción más sostenibles, con mayores exigencias de inocuidad y bienestar animal. Es decisivo prepararse y anticiparse a estos posibles cambios.

En este mismo contexto, emerge otro gran desafío para Uruguay en el corto plazo. La deforestación y la producción de carne asociada constituyen un foco de atención de la gobernanza global vinculado a los objetivos de sostenibilidad y combate del cambio climático. El consumo de carne, además de factores asociados a la salud, seguramente estará condicionado por dichas estrategias a nivel global, las cuales no contemplan las particularidades regionales ni la diversidad de sistemas productivos (por ejemplo, ganadería pastoril sobre campo natural). En estas acciones los sistemas de producción de carne en Uruguay caen en una misma estrategia global a pesar de tener bases productivas totalmente diferentes. ¿Cómo posicionarse frente a estos cambios de consumo y del sistema de valores? ¿Cómo evolucionar desde estrategias reactivas o proactivas? Seguramente se requerirán múltiples iniciativas y acciones del país, de forma casi inmediata, si deseamos mitigar o revertir los impactos económicos adversos.

El desarrollo social y económico en el corto plazo depende de desafíos como los anteriormente señalados. Mientras el país genera las condiciones necesarias para impulsar transformaciones que superen la primarización de la economía y contemos con una mayor diversidad de opciones (y por lo tanto de resiliencia frente a shocks externos), debemos incrementar el valor agregado de nuestra producción agropecuaria. Incrementar el valor agregado de nuestros productos y visibilizar a los consumidores nuestras condiciones de producción son estrategias claves en el corto plazo. Al mismo tiempo, debemos profundizar en cómo la cadena de producción cárnica o el sector agropecuario en general derrama sus beneficios económicos en el resto de la sociedad y puede sustentar alternativas de desarrollo más inclusivas. A modo de ejemplo, entender la contribución de la producción agropecuaria al fortalecimiento de los sistemas educativos, o al soporte económico indispensable para explorar y transitar hacia nuevas alternativas de desarrollo. Este aspecto fundamental, en ocasiones, no es visualizado o incorporado rigurosamente en los análisis y debates sobre temas de desarrollo y ambiente.

El tema de la alimentación nos desafía no sólo por la relevancia de los asuntos considerados, sino también por la forma en que los comunicamos y logramos construir espacios de diálogo efectivos que no queden perdidos en la sobreinformación o en alternativas basadas en supuestos sin bases robustas. Los cambios y transformaciones actuales y futuros serán muy importantes; generar visiones comunes o compartidas es el primer paso, de gran complejidad, por cierto. Sin embargo, no sólo necesitamos generar amplios acuerdos sobre los desafíos de desarrollo en el país, también tenemos que explorar e identificar las transiciones que nos permitirán alcanzar las visiones compartidas, partiendo desde la postura de que el futuro se construye desde el presente.

Es muy oportuno recordar los aportes de Howard Zinn, en particular su famosa frase “Small acts, when multiplied by millions of people, can transform the world”. Cada uno de nosotros tiene una contribución a realizar, somos partes de las causas de los problemas y desafíos considerados y de las posibles soluciones también.

Matilda Baraibar, Esteban Jobbágy, Néstor Mazzeo y Manfred Steffen integran el Instituto SARAS.

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