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Ilustración: Ramiro Alonso.

Origen, impacto sanitario y perspectivas de la pandemia covid-19

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El riesgo de analizar las cosas cuando están ocurriendo es, o bien perder de vista eventos importantes que todavía no han ocurrido, o bien realizar inferencias erradas que lleven a conclusiones incorrectas. Esto puede implicar una gran irresponsabilidad. La experiencia del filósofo italiano que presentó a la pandemia como un invento para incrementar el control social en enero de 2020 es particularmente clara, y su responsabilidad, particularmente grave.1

A pesar de eso, desde la experiencia adquirida en crisis anteriores y como universitarios, por aquello establecido en la Ley Orgánica de nuestra Universidad de la República de que es una obligación “[...] contribuir al estudio de los problemas de interés general y propender a su comprensión pública [...]”, parece justificado dar un punto de vista, más no sea como humilde insumo a la reflexión colectiva. El objetivo principal es intentar echar luz sobre la incertidumbre inconmensurable que nos rodea. La incertidumbre sin análisis reflexivo lleva rápidamente al miedo y este a la desesperación, que es lo que realmente se debe prevenir en el cuerpo social e individual. En el cuerpo social, es momento de recordar que no hay situaciones desesperadas, hay situaciones difíciles y personas que se desesperan, y son estas las que hacen que las organizaciones sean ineficaces, ineficientes e inoportunas en su respuesta. Si esto pasa, se habrá perdido la batalla antes de llegar al campo donde se librará. En el cuerpo individual, porque la desesperación potencia el estrés y este repercute en la respuesta inmune de las personas, haciendo que se facilite la tarea para una infección de la virulencia de la analizada.

Una de las mayores dificultades estriba en que ha sido todo muy rápido, faltan evidencias sólidas, hay demasiadas diferencias en muchos puntos de vista y recomendaciones, y el escenario de análisis sí o sí debe ser global, ya que el mundo lo es como nunca antes.

El virus causante de la pandemia covid-19, el SARS CoV-2, tiene tres características distintivas: 1) su alta capacidad de contagio, principalmente a través de las microgotas en secreciones que genera una persona infectada al toser, hablar o estornudar, por contacto, a través de la manos o superficies contaminadas y mediante la generación de aerosoles en procedimientos respiratorios a menos de un metro; 2) su largo período de incubación con capacidad de contagiar, hasta de 14 días; y 3) la mortalidad selectiva en determinados sectores sociales, sobre todo vinculada con el riesgo mayor de las personas de más de 65 años y con patologías previas.

La pandemia de covid-19 es antes que nada una carrera contra el tiempo para preparar la respuesta sanitaria en general, y del sistema de salud en particular, para enfrentar las consecuencias sobre la salud humana de la acción de un nuevo virus.

Este artículo intenta analizar de manera sucesiva: el origen de la pandemia, las claves que explican el impacto desigual que está teniendo, algunos apuntes de la situación de Uruguay, y, por último, qué se puede hacer para aprender las lecciones pos covid-19 a nivel nacional y global.

El origen

Empezando por el origen de la pandemia, el virus SARS CoV-2 –causante de la enfermedad covid-19– es la consecuencia esperable del incremento del contacto de virus ARN hospederos de animales con los seres humanos. Los factores que incrementan la capacidad de transformación viral y la llegada al humano son el contacto animales salvajes-humanos y los métodos de cría animal hiperintensivos. Con respecto al contacto humanos-animales, la tendencia a aumentar el contacto se ha incrementado dramáticamente, ya que estos animales están siendo expulsados de sus hábitats naturales, fundamentalmente por la destrucción de estos, producto de la depredación causada por el modelo productivo hiperintensivo y extractivista.2 Estos animales, por ejemplo, los murciélagos, expulsados de su hábitat, deberán adaptarse, en situaciones de gran estrés, al hábitat humano, lo cual aumenta mucho su capacidad de expulsión viral. A esto se le suma y lo potencian los métodos de cría de animales para el consumo humano en modalidad hiperintensiva, donde el hacinamiento de animales, incluso de especies que no tendrían chance de estar cerca en condiciones normales, hace que los procesos de mutación se amplifiquen. De hecho, como plantea la investigadora Silvia Ribeiro, “...van a aparecer otros, o el mismo covid-19 se va a transformar en el covid-20 o el covid-21, por otra mutación, porque todas las condiciones se mantienen iguales. Es un mecanismo perverso. Se tendría que poner en discusión el sistema alimentario agroindustrial, desde la forma de cultivo hasta la forma de procesamiento. Todo este círculo vicioso que no se está considerando hace que se esté preparando otra pandemia”.3 La pandemia de covid-19 se enmarca en lo que se denomina la “sindemia global”. Sindemia es la sinergia de epidemias que ocurren conjuntamente en el tiempo y el lugar y que producen secuelas complejas y comparten impulsores sociales subyacentes. En particular, la sindemia global es la suma y retroalimentación de tres epidemias: la emergencia del cambio climático –el calentamiento global–, la epidemia de la obesidad y el síndrome metabólico y la epidemia de la malnutrición, fundamentalmente por exceso de alimentos hipercalóricos de mala calidad nutricional a nivel mundial. En el centro de la sindemia global se encuentran los sistema productivos, en particular el modelo agroindustrial basado en la explotación intensiva, el uso de plaguicidas y antibióticos, que además contribuye, per se, al efecto invernadero.4 Al analizar las bases de la sindemia global se puede concluir que son las mismas que propician las condiciones para el desarrollo de virus como el que provoca la actual pandemia de covid-19. Encontrándose todas las condiciones para que se originara este tipo de virus, la consecuencia más esperable era que, ante la azorada mirada de la humanidad, esto ocurriera. Al producirse este nuevo virus, la conectividad jugó su rol, generando una frenética expansión sin precedentes que impulsó la rápida mundialización de la pandemia. En los dos países récord de Europa, Italia y España, no se encendieron las alarmas hasta que fue muy tarde, y mientras tantos se siguieron desarrollando actividades sociales, políticas, deportivas y culturales multitudinarias que se transformaron en una verdadera bomba biológica de dispersión, a lo que se suma que las medidas de aislamiento de los países llegaron tarde, e irresponsabilidades como las de los presidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro abonaron el terreno.

Impactos desiguales

El impacto se evalúa por la cantidad de infectados y por la cuantificación de los muertos, ni más ni menos. Los impactos desiguales en los diferentes países y el éxito o fracaso de sistemas y gobiernos en gran medida se miden y sobre todo se medirán por la respuesta a esta situación. Si se consideran algunos elementos se puede analizar por qué algunos países responden mejor que otros. Estos factores de agravamiento de la pandemia se relacionan con: la velocidad del contagio, la capacidad de diagnosticar con test, la respuesta sanitaria y la respuesta de las políticas sociales. El aislamiento social ha sido unánimemente aceptado, finalmente, y con modalidades más o menos estrictas se aplica a nivel mundial. La capacidad económica y de desarrollo científico y tecnológico diferencia en gran medida el testeo de covid-19, otro de los elementos decisivos para disminuir los contactos. Y el otro elemento decisivo es la robustez del sistema sanitario y, en particular en el 5% de infectados que requerirán cuidados intensivos, la disponibilidad de respiradores. A este último respecto, el virólogo argentino P. Golshimit desarrolla una interesante explicación. Dice textualmente: “En Alemania hay seis veces más respiradores que en Italia. Y diez veces menos muertos por la misma patología. En Europa hay 80.000 camas de terapia con personal formado, un promedio de 12 cada 100.000 habitantes; en Estados Unidos hay 28 cada 100.000; en Alemania, 29; en Portugal, 4,2; en España, 10,3, pero el problema es que allí 78% de quienes atienden esas camas está entrenado para terapia médico quirúrgica y unidad coronaria. [...] El problema de Italia es mucho más serio y necesita un análisis aparte. Allí la mortalidad es muy alta, y la gente está cantando el himno, pero no sabe que desde hace 25 años cierran camas y no crean cargos de médicos. Y mucho menos, médicos de terapia intensiva que trabajen en los hospitales. Lo que esto habla es que no es sólo el virus”.

De acuerdo con lo anterior, el impacto de la pandemia depende fundamentalmente de las políticas públicas que el Estado desarrolla. Entre ellas, la capacidad de los sistemas de salud, las capacidades de diagnóstico y el empoderamiento ciudadano en el alejamiento social –en un verdadero ejercicio de participación consciente más que de obligación represiva–.

Uruguay y la pandemia

La situación en Uruguay es desafiante. Para analizarla, conviene discriminar sistemáticamente tres aspectos centrales: los antecedentes del sistema sanitario y las políticas públicas relacionadas, las respuestas establecidas por el gobierno desde la declaración de pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS, el 11 marzo de 2020) y cuáles serían las posibilidades de mejorar. Estos tres aspectos se deben analizar con los principales factores de agravamiento de la pandemia: la velocidad de contagio en la comunidad, la capacidad de realización de test, el funcionamiento de los servicios de salud y las políticas sociales relacionadas. Un elemento relevante es considerar que, siendo el tema covid-19 el principal, no es el único, ya que los problemas biopsicosociales que definen la salud continúan su derrotero, y en particular, algunas medidas unánimemente aceptadas, como el aislamiento social, incrementarán el riesgo en los temas que se vinculan con los derechos sexuales y reproductivos en general y en particular con el ya documentado incremento de la violencia basada en género (VBG). Por lo tanto, este y otros temas, por ejemplo, los de salud mental o de posibilidad de autocuidados en el aislamiento, deben ser tomados en cuenta integralmente en la respuesta ante la emergencia. En el cuadro 1 se presenta el análisis de la situación y las perspectivas.

Como conclusión sumaria del cuadro se puede plantear lo siguiente para Uruguay:

  • La fuerte matriz de protección social y sanitaria es la clave de la respuesta. Históricamente hay un acumulado que comienza en los albores del siglo XX y que se ha visto reforzado inequívocamente: en los últimos 15 años se avanzó decididamente en esta dirección. Asegurar la continuidad asistencial en los diferentes niveles de atención con mecanismo de referencia y contrarreferencia efectivos y complementariedad público-privada en territorio ‒barrio, zona, departamento, región...‒ es esencial.
  • Las medidas sanitarias deben ser orientadas con claridad por la rectoría, quien tiene que ordenar la respuesta de manera ejecutiva pero con el mayor involucramiento de todos los actores relacionados y responsables de llevar las políticas al terreno. El aislamiento social y la multiplicación exponencial de los test son claves. Priorizar el 1er nivel de atención y la atención prehospitalaria, en esta primera fase, es fundamental.
  • Se debe tener ámbitos de acción político-técnico-científicos más asiduos e intensos para diseñar aspectos particulares de respuesta a la crisis, y que sienten las bases para un salto cualitativo en la materia. Queda demasiado claro en esta crisis que la diferencia entre la libertad y la dependencia es el desarrollo científico tecnológico.

La salida de la crisis actual constituye una oportunidad para limitar la voracidad del capitalismo y mitigar el autoritarismo, que aparece como solución, montado en el avance de la derecha conservadora a nivel global.

Es el tiempo del Estado y de las políticas públicas, y Uruguay tiene una matriz adecuada para hacerlo. El gobierno nacional está utilizando esta matriz de protección social y es importante reprogramar el futuro en base a estas herramientas, que muchas veces habían sido denostadas. La iniciativa privada, en todos los casos, debe estar subrogada al interés público, y para ello todas las medidas que se puedan tomar deben apoyarse.

Perspectivas

A nivel global, la batalla contra la covid-19 es la manifestación paradigmática de la necesaria guerra contra el modelo capitalista salvaje que es el generador de la mayor depredación del medioambiente, el que promueve el modelo patriarcal de relaciones sociales que pone en riesgo a las mujeres y a la infancia, pero también a los varones (aumentando la violencia y el consumo de sustancias, por ejemplo), y el promotor de las desigualdades socioeconómicas más terribles, ya que, intrínsecamente, el capitalismo sólo sobrevive en base a las desigualdades. Más allá o más acá hay que asumir que el verdadero causante de la pandemia global es este modelo de expansión capitalista, y, por lo tanto, informar calificadamente acerca de cómo el capitalismo salvaje constituye la mayor amenaza para nuestra especie es clave en la búsqueda real de un modelo alternativo. La solidaridad no es una opción, es una cuestión de vida o muerte, y como tal, cual paradigma de la época prevareliana, “la letra con sangre entra”, habrá que sacar las conclusiones del caso para no volver a correr este riesgo una vez que la covid-19 sea historia. La salida de la crisis sanitaria, social y económica actual constituye una oportunidad para limitar la voracidad del capitalismo y mitigar el autoritarismo, que aparece como solución, montado en el avance de la derecha conservadora a nivel global. Los seres humanos, dolorosamente, deberán aprender que la solidaridad entre ellos y con el medio no es una opción.

Las lecciones aprendidas antes de que finalice la crisis permitirán tomar medidas desde ahora que repercutirán de manera definitiva en lo que ocurra durante y después de la covid-19, y de ello dependerá en gran medida el rumbo de la sociedad humana poscrisis:

  • Las pandemias llegaron para quedarse. Fortalecer el rol de los estados y más políticas públicas vinculadas a los fines centrales de estos: la salud, la educación y la seguridad, son y serán la clave del éxito. Grabar a fuego que allí no hay gastos, hay inversiones. Aprender de las epidemias, al decir de especialistas como el infectólogo Fabio Grilli, es clave para el futuro.
  • La ciencia y la tecnología son la clave de la respuesta, se debe priorizar la investigación como iniciativa pública global, regional y nacional. Invertir en ciencia y tecnología es lo único que posibilita que se enfrenten futuras crisis. La ciencia y la tecnología son la diferencia entre la libertad y la dependencia.
  • Democracia efectiva y participación ciudadana, promoviendo decisiones conscientes en la población, dándole un sentido propositivo, pero no la deliberación permanente sin capacidad de respuesta, o, peor aún, la atomización social en grupos de interés vinculados con el poder adquisitivo y el acceso a bienes y servicios preferenciales. La solidaridad es notoria y es el valor más preciado a la hora de proyectar el futuro, ya que, como dicen las consignas oficiales, “de esta salimos todos juntos”. Desde Wuhan, el origen de la epidemia, pasando por los barrios de París hasta Villa Española, en Montevideo, la participación popular solidaria es de manera espontánea, en base a la historia de cada pueblo, trascendente.

Para un pequeño país como Uruguay, la apuesta es salir lo antes posible, con la menor cantidad de morbimortalidad y la mayor cantidad de enseñanzas aplicadas de manera sustentable a las políticas públicas de ahora en más. El sistema político debe estar a la altura de las circunstancias, hay que ser precavidos con los mesianismos, los fundamentalistas y los iluminados de siempre. Las crisis son las mayores oportunidades para dar saltos cualitativos si son aprovechadas de manera reflexiva e inteligente. Uruguay tiene todo para poder hacerlo. Hagámoslo posible.

Leonel Briozzo es docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República y fue subsecretario del Ministerio de Salud Pública entre 2011 y 2015.


  1. Giorgio Agamben, “La invención de una epidemia”. 26/02/2020. 

  2. Shah Sonia. “Regalos envenenados”. Le Monde Diplomatique, edición 249. Marzo de 2020. 

  3. https://www.pagina12.com.ar/256569-no-le-echen-la-culpa-al-murcielago 

  4. The Global Syndemic of Obesity, Undernutrition, and Climate Change: The Lancet Commission report, www.thelancet.com. Versión online del 27 de enero de 2019. 

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