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Ilustración: Ramiro Alonso

La tan preciada libertad

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Casi como una muletilla, el concepto de libertad ha estado presente en los discursos de diversos referentes del gobierno de la coalición. La “libertad responsable” ha servido para argumentar muchas de las definiciones tomadas por el Poder Ejecutivo y quien más la ha evocado ha sido el mismo presidente de la República. Pero esta libertad tan preciada en lo discursivo devela sus límites en la práctica y denota la ideología neoliberal de este gobierno.

La noción de libertad nace desde muy temprano en la historia de la humanidad, atraviesa todas las edades y llega hasta nuestros días como un bien a preservar, tan incuestionado como implacable. Millones han levantado su bandera: desde quienes se enfrentaron a sus emperadores hasta los conquistadores que mataron y matan en nombre de la libertad.

La adaptabilidad de su concepto, su versatilidad permite advertir que su valor cambia de acuerdo con el contexto. La libertad es un recipiente que cada individuo va llenando con los valores y las creencias que tiene sobre ella, restringidos por el tiempo histórico y el lugar.

¿Quién puede estar en contra de la libertad? Es poco probable que encontremos personas que públicamente se manifiesten en contra de ella. Es un bien de la humanidad, uno de nuestros derechos inalienables. Pero ¿qué implica la libertad hoy? Parece muy claro cuando está vinculada a la privación de libertad, pero en los términos en que es usada por nuestro presidente da lugar a diversas interrogantes, que nos llevan a complejizar y profundizar sobre este asunto.

Si tenemos en cuenta las cifras de contagios y defunciones de los últimos meses, podemos afirmar que la gestión de la crisis sanitaria ha sido un fracaso. Frente a esta situación hemos escuchado al presidente, y a varios representantes del gobierno nacional, decir que la actual situación es causa de la irresponsabilidad de muchos ciudadanos, que no han sido buenos en el manejo de su libertad responsable.

Ante una acusación tan contundente, se hace difícil comprender por qué se traslada la responsabilidad del fracaso a la ciudadanía. Porque entonces, ¿cuál es el rol del Estado en la gestión de la convivencia en general y de la emergencia sanitaria en particular?

Es injusto sentenciar que el uso de la libertad está sujeto solamente a la voluntad de los individuos, como si no viviéramos en una sociedad cuyo entramado es complejo, diverso y, sobre todo, desigual. ¿Todas las personas en nuestro país pueden decidir libremente si trabajar o no? ¿Pueden elegir renunciar a viajar en ómnibus? ¿Pueden aguardar el resultado de un hisopado sin cobrar su salario o quedarse sin ingresos, en el caso de los trabajadores independientes? ¿El ejercicio de la libertad es un derecho de todos o un privilegio para algunos? ¿Todos los uruguayos estamos en condiciones de ser responsables como se debe? ¿Cuál es la posibilidad real que tenemos como ciudadanos de ejercer la libertad?

Sin un Estado presente no existe la posibilidad real del ejercicio de la libertad por todos los ciudadanos. Tampoco es posible reclamar responsabilidad cuando no se brindan las condiciones mínimas que la hagan posible.

La concepción de libertad responsable, utilizada por el gobierno y sus referentes, deposita solamente en las actitudes individuales los destinos de cada persona y de la sociedad toda. Trata a diferentes como iguales, pero sobre todo niega la necesidad que tiene una parte importante de nuestra sociedad de contar con el Estado como garante del cumplimiento de los derechos que el mercado le niega. Si bien no hay país posible sin Estado, porque todos lo necesitamos y utilizamos, las personas con menos recursos son quienes más dependen de él.

Asimismo, esta manera de entender la libertad deja a miles de compatriotas liberados a la “suerte” de poder llegar a fin de mes, de tener alimentos para su familia; en definitiva, de tener la libertad de sustentarse. Dicha posición netamente liberal se sustenta en la meritocracia y esconde la omisión del Estado de cumplir con sus responsabilidades. El gobierno abandonó y dejó por el camino a miles de uruguayos. No se “hizo cargo” como prometió en campaña y dejó que se salve quien pueda como pueda. Y así, 100.000 uruguayos más cayeron en la pobreza. Y por si fuera poco los hace responsables de la situación sanitaria.

Sin un Estado presente no existe la posibilidad real del ejercicio de la libertad por todos los ciudadanos. Tampoco es posible reclamar responsabilidad cuando no se brindan las condiciones mínimas que la hagan posible. Por tanto, el discurso de la libertad responsable esconde la desigualdad y fomenta la falacia de que el destino de las personas depende solamente del esfuerzo personal. Refuerza el pensamiento individualista y sabotea la idea de una salida colectiva. Hoy la izquierda tiene nuevamente la desafiante tarea de disputar la mentalidad neoliberal, creyente de que existen soluciones individuales ante problemas colectivos. Y efectivamente, como nos enseña la historia, nunca hay una salida individual de una crisis social.

Alejandro Sánchez es senador del Movimiento de Participación Popular, Frente Amplio.

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