Bajo el título “No es de izquierda”, el dos veces presidente Julio María Sanguinetti concluye que la izquierda uruguaya atraviesa una crisis de sentido. Arriba a esa conclusión desde un razonamiento propio basado en que el pragmatismo le ganó al sueño revolucionario.
Y es más que lógico que así piense y concluya una persona que ha sucumbido ante el pragmatismo, siempre que este le otorgara la posibilidad cierta de alcanzar el poder. Sí, el poder, y no la noble y honorífica tarea de obtener la responsabilidad de ejercer el gobierno, que nos legó Batlle y Ordóñez.
El concepto de “familias ideológicas”, introducido por el viejo líder a finales del siglo pasado, es el más claro y demostrativo ejemplo del pragmatismo a la orden de la conveniencia política. La pretendida fusión de sectores como el batllismo junto a los más conservadores del Partido Nacional, como el herrerismo, devendría en daños devastadores para los progresistas batllistas que aún habitaban en el Partido Colorado.
Sanguinetti, que hace unas semanas y con buen criterio, exhortó al presidente Yamandú Orsi y al expresidente Luis Lacalle Pou a no debatir con agravios personales, en la nota referida y luego de un ataque furibundo a la izquierda, lanza un insulto masivo en el que me incluye y que desde estas líneas paso a contestar. Afirma el exmandatario, cerrando la virulenta columna: “Los más lúcidos e hipócritas se refugian en el batllismo y dicen ser sus continuadores. Pero aplauden a Maduro, al que don Pepe habría crucificado”.
Es claro que Batlle y Ordóñez no habría aplaudido a Nicolás Maduro, así como no lo aplaude quien escribe y tampoco el Frente Amplio. Esa infeliz y ofensiva frase final, suponemos, halla su origen en saberse responsable de la emigración en masa de batllistas a la única colectividad que hoy ostenta la sensibilidad de don Pepe: el Frente Amplio. Es sin duda alguna tal colectividad la que encarna, hoy, la expresión de José Batlle y Ordóñez “El escudo de los débiles”. Parafraseando a mi buen amigo el doctor Martín Pérez Banchero, es el Partido Colorado actual una “mascota” del Partido Nacional.
En esa siempre difusa escala de valores que ha caracterizado al viejo líder, iguala lucidez con hipocresía. Parecería entonces que aquel que es capaz de definirse como algo que no es, o sea, una persona falsa, es para Sanguinetti una persona lúcida.
En el Partido Colorado ya no existe batllismo, lo que no significa que no existan batllistas en sus filas; claro que los hay. Pero la colectividad en sí ya no representa tales ideas ni tiene el respaldo popular que supo tener. Una simple revisión de desempeños electorales históricos permite observar que los guarismos de apoyo alcanzados por los sectores colorados no batllistas son los mismos que hoy logra el Partido Colorado en su totalidad. Un día sí y otro también, presenciamos a algunos batllistas, que continúan dando la lucha por “enderezar” a la histórica colectividad. Ríos de tinta escriben enfrentándose a los vientos coalicionistas. Ojalá lo logren, pero no soy optimista.
Advirtiendo y disculpándome con el lector, caeré inexorablemente en la autorreferencia, pues renuncié al Partido Colorado por una columna publicada en Montevideo Portal en abril de 2018. El emergente liderazgo de Ernesto Talvi, este sí, como dice el exmandatario, refugiado en Batlle y Ordóñez hipócritamente, terminó pues con las pocas esperanzas de cambio que albergaba para mi colectividad natural.
Esa infeliz y ofensiva frase final de Sanguinetti, suponemos, halla su origen en saberse responsable de la emigración en masa de batllistas a la única colectividad que hoy ostenta la sensibilidad de don Pepe: el Frente Amplio.
No me fue fácil, pero debo confesar que el tiempo transcurrido reafirma la decisión tomada. Lo emocional aún no cicatrizó; asumir que la colectividad constructora del Uruguay moderno ya no existía como tal fue duro. Asistir a su constante empequeñecimiento programático y electoral me duele.
La colectividad de Batlle y Ordóñez solo refiere a él para la obtención de votos; ya no existe su impronta, su lucha por los desprotegidos. Don Pepe habita solo en cuadros colgados de las paredes, mientras por debajo de él transitan jóvenes que ni idea tienen de su obra y solo aspiran a estar en un mismo lema con Lacalle Pou de referente.
“Deseamos que el Partido Colorado encuentre su final de manera digna, sin someter el recuerdo de su pasado glorioso a una agonía eterna. No puede permitirse que, en el inexorable camino al recuerdo, la indignidad provoque el olvido de aquel Partido que llevó al Uruguay a ser pionero en cuasi toda actividad”. Con el párrafo anterior me despedía de la colectividad que me vino dada y en la que creí y trabajé. La absorción del Partido Colorado por parte del Partido Nacional me lleva a imaginar el lanzamiento, a tambor batiente, de la futura Coalición Republicana. Hasta creo ver imágenes de Herrera, Batlle y Ordóñez, Brum y Wilson, coronando a un Lacalle Pou intentando reincidir. Además de escalofríos, me lleva a Enrique Santos Discépolo y su intemporal creación Cambalache, en su pasaje: “¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!”.
Si bien me comprenden las generales de la ley, mi filiación al batllismo no refiere a algo emocional ni hereditario. Para nada creo ser continuador de don Pepe, pero sí me inspira su obra, su ejemplo moral y su infinita capacidad de lograr concebir y realizar una sociedad más justa. A Batlle y Ordóñez se le rinde tributo desde el conocimiento de su obra, desde discutir con él, desde pensar y decidir con nuestras propias convicciones, así estas no coincidan con las suyas. Pero sobre todo desde un profundísimo humanismo capaz de imponerse al pragmatismo.
Desde las filas de Frente Amplio, colectividad fundada por notorios batllistas tales como Zelmar Michelini, Alba Roballo, Líber Seregni, entre tantos otros, a la que no dejaré de agradecerle la calidez de la recepción, así como la oportunidad de trabajar como un compañero más, nos abocaremos a profundizar propuestas batllistas, progresistas, para continuar transformando a nuestro país en aquel pequeño país modelo.
Decía don Pepe en 1908 desde París: “Yo pienso aquí en lo que podríamos hacer para construir un pequeño país modelo, en que la instrucción esté enormemente difundida, en el que se cultiven las artes y las ciencias, con honor, en el que las costumbres sean dulces y finas. Me complazco en imaginarme que podríamos crear universidades en todos los departamentos, grandes institutos científicos y artísticos en Montevideo, desarrollar el teatro y la literatura, organizar los juegos olímpicos, fomentar la riqueza nacional impidiendo que se la lleven los elementos extraños, proveer al bienestar de las clases pobres, etc.”.
José Pablo Franzini Batlle es delegado en la Comisión Técnico Mixta del Frente Marítimo (CTMFM). Es fundador de República Batllista, Frente Amplio.