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Neptuno: datos, sentido común y realidad

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El orden del trinomio del título de este artículo no es lo relevante, porque “es condición de todo proyecto” que los tres se cumplan de manera simultánea.

¿Cómo fue que llegamos a esta situación de “conflicto” sobre un simple proyecto? Básicamente porque en el organigrama de los gobiernos, OSE es un ente público cuya importancia es “jerárquicamente” inferior a, por ejemplo, Ancap, Antel, UTE. Tal vez porque hasta ahora nunca la región metropolitana había sufrido una crisis lo suficientemente grave y grande como la del 2023-2024 como para llamar la atención de los medios capitalinos –por ende, la atención de más de la mitad del país– y llegar a cuestionar a los políticos.

El conflicto Neptuno demostró que OSE necesita de cambios estructurales para poder cumplir sus funciones de manera más eficiente (suministro de agua potable, funciones ambientalistas, así como también el saneamiento a nivel nacional).

¿Por qué Casupá, por qué Arazatí?

El trinomio datos, realidad y sentido común dice que lo más probable es que, allá por los 70, Casupá ya había sido tenida en cuenta cuando OSE comenzó a diseñar el sistema de abastecimiento de agua al área metropolitana.

Como todos los proyectos de gran complejidad de este tipo, todo siempre comienza con la elaboración de un Plan Maestro General de largo plazo que, luego de los estudios y evaluaciones correspondientes, genera una hoja de ruta marcando las acciones que se irán ejecutando al ritmo que la demanda del corto y mediano plazo impongan.

Sin lugar a duda, Casupá surge de la hoja de ruta del Plan Maestro de OSE. Luego de la última seca “brava” del 2009 y de manera casi automática (2011), sin la necesidad de mayores estudios, OSE presentó ante el gobierno la necesidad de implementar Casupá (lo que para mí es indicativo que se trata de la segunda etapa del Plan Maestro; la etapa uno fue Paso Severino en el 88). La administración de José Mujica lo aprobó, pero no lo implementó, como tampoco lo hizo la subsiguiente, de Tabaré Vázquez.

Como en las anteriores administraciones, la presente tampoco catalogaba reforzar el suministro de agua como una prioridad y, por eso, tampoco estaba en sus planes implementar un proyecto del Frente Amplio como Casupá, aun antes que alguien llegase con la oferta de Arazatí.

Arazatí tampoco figuraba en la hoja de ruta de OSE. Institucionalmente se esperaba por Casupá, porque tampoco se veía la necesidad de una nueva potabilizadora, más cuando en 2014 ya se había puesto a 0 km una de las dos existentes en Aguas Corrientes. El apoyo institucional de OSE a Arazatí fue el de presentar argumentaciones retroactivas... Supongo que a pedido del gobierno para fundamentar sus acciones.

Mientras tanto, la oposición entendió mal el campo de batalla y planteó una resistencia “férrea” a un planteamiento inexistente. Explico lo que pienso.

Al momento de recibir la propuesta de Arazatí de manos de un privado, desde el gobierno la abrazaron como se abraza a un amigo sin hacer muchas preguntas o, mejor dicho, sin hacer las preguntas necesarias porque políticamente era la oportunidad para salir a ganarle al FA una trifecta y por izquierda: darle relevancia a lo que durante dos períodos el FA no le dio y anotarse un “le dimos importancia” (el inesperado bonus fue la crisis 23-24); hacerlo utilizando una herramienta creada por el FA, una iniciativa de participación público-privada (PPP); perforar el plebiscito del 2004 negociando con la Federación de Funcionarios de OSE para que pasara de la oposición activa a la PPP a una oposición pasiva.

¡Y la ganaron, nomás! Para ellos, Arazatí nunca fue importante por sí misma, sino por los logros políticos que por ella conseguirían, y es más que probable que Luis Lacalle Pou haya firmado el contrato para demostrarlo sin que haya vuelta atrás.

Datos, sentido común y realidad

Quiero detenerme un momento en el pilar de los datos, porque considero que dicho pilar es el que más ha sido más manoseado y bastardeado bajo el titular “científicos/investigadores dicen...” y es algo que me ha tenido bastante preocupado.

¿Cuánto en ese tipo de manifestaciones públicas hubo de ciencia y cuánto de militancia y con qué necesidad se hizo como se hizo? Porque para oponerse a Arazatí bastaba con “plantarse e insistir” en datos y hechos concretos: Neptuno no es parte de la hoja de ruta de OSE, la ubicación en Arazatí no es recomendable por la inestabilidad de la salinidad y el modelo de negocios viola el plebiscito de 2004. Punto y aparte.

Una cuestión que debería haberse resuelto en torno a la ingeniería, la economía, con sentido común y realidad, de repente se convirtió en una irrazonable cruzada “ambientalista” dentro de una estrategia de movilización que “buscaba todos los apoyos posibles” para frenar el irracional proyecto.

No es que tenga objeciones al reclutamiento de la academia como apoyo, al contrario. Quiero que lo haga, pero desde la objetividad de los datos y no desde la subjetividad de la militancia agitando fantasmas y cancelando opiniones divergentes.

Para oponerse a Arazatí bastaba con “plantarse e insistir” en datos y hechos concretos: Neptuno no es parte de la hoja de ruta de OSE, la ubicación en Arazatí no es recomendable por la inestabilidad de la salinidad.

Cito ejemplos. En primer lugar, los famosos trihalometanos. Utilizaron como argumento las recomendaciones del Ministerio de Salud Pública (MSP) de evitar como zona de baños aquellos lugares donde existen grandes concentraciones de algas microcistinas, proyectaron esa advertencia hacia la peligrosidad de consumir aguas provenientes de fuentes que contengan algas tan peligrosas para la salud y, junto a eso, someterse a la exposición de unos gases venenosos llamados trihalometanos que generan malformaciones de fetos... Ustedes ya conocen la historia. Eso no es ciencia, eso es militancia.

¿Qué dice respecto a las floraciones algares la ingeniería sanitaria? Que ubicando la bocatoma de la potabilizadora donde exista una corriente y flujo de agua permanente y manejando la variable de profundidad por debajo de la acción de la luminosidad se puede evitar tomar agua donde existan altas concentraciones de materia orgánica generadas por eclosiones masivas de algas.

¿Qué dice, en verdad, la química orgánica? Que no son las algas las que producen trihalometanos, sino que es el cloro que lo hace al reaccionar con los componentes químicos que hay en ciertos tipos de ellas (bromuros).

Cuando se sabe que existe el riesgo de generación de trihalometanos, los protocolos indican que previo a la etapa de clarificación del agua los oxidantes que se deberán utilizar para controlar la materia orgánica, no podrán poseer cloro y en su lugar se debe utilizar otros, como por ejemplo el peróxido de hidrógeno (agua oxigenada) o el ozono.

Por lo tanto, no son las algas las que definen si la fuente es apta o no para el suministro de agua potable. Pero sí es importante saber cuántas, de qué tipo y dónde están para definir desde dónde se bombeará, con qué oxidante se trabajará y en qué dosis.

El estuario del Plata

Dicen que por su tamaño, características y alto grado de contaminación producto de la actividad humana a lo largo de toda su cuenca, las aguas del Plata son “inconvenientes” para considerarlas como aptas para el consumo humano.

No se hicieron estudios, no tenemos datos y, ante la ausencia de estos, argumentan ambientalistas, dicha fuente no deberá ser tenida en cuenta. Así, deberá y no debería. Tal vez al respecto les falte a ellos información, pero la información respecto a la calidad de las aguas del Plata que está disponible, ¿no la fueron a buscar o prefirieron ignorarla por no ser datos exactos de Arazatí y por lo tanto no utilizables?

La provincia de Buenos Aires acaba de inaugurar en Punta Lara (Berisso) la potabilizadora más oriental del estuario del Plata, (la más alejada del delta Uruguay-Paraná). Una planta que abastecerá a casi 900 mil bonaerenses con agua tratada del Plata, o sea, más o menos de la misma envergadura de la proyectada en Arazatí.

Estoy más que seguro que los científicos hermanos de “allende el Plata” podrán compartir con nosotros todos los estudios previos de calidad del agua que se hicieron respecto y así “tranquilizarnos” un poco y no ser tan determinantes con eso de que las aguas del Plata son “inconvenientes” para consumo humano.

Pero también podemos conseguir algún dato empírico de nuestro lado. La uruguayísima Juan Lacaze está en relación con el delta del Paraná, apenas 13 km más al este que Punta Lara y 17 km al oeste de Arazatí, por lo que podría aportar algún dato que otro respecto a la calidad del agua y de su salinidad en ese punto del estuario de la costa oriental.

Posible epílogo de toda la historia

Ante la política de hechos consumados que ha dejado el gobierno saliente, ya se han iniciado entre el consorcio y algunas autoridades del gobierno entrante el camino de hacer las mejoras necesarias al menor costo posible de ambas partes.

En lo inmediato, una de las modificaciones que el consorcio desea introducir es replantear la necesidad de construir el embalse de emergencia que Mekorot recomendó agregar y que no estaba en el proyecto inicial. Lo hacen subiéndose al carro de las declaraciones del presidente electo, Yamandú Orsi, de que no le gustan los embalses porque afectan las economías regionales o inflando costos de una posible segunda bocatoma.

Construir esa reserva de agua dulce es lo único que justifica “poder técnicamente tragarse el sapo” del proyecto Neptuno. Si hay que negociar el embalse, hay que hacerlo mediante una segunda bocatoma más hacia el oeste. En eso no se puede ceder. De atrevido nomás, planteo que no es necesario irse hasta el riachuelo, como ellos plantean, y sería posible hacerla a la altura de Juan Lacaze (Boca del Cufré), que es un oeste suficiente para desde allí tender un acueducto hasta la “ya inamovible Arazatí”.

Al respecto, y para que el mismo sea de rápida construcción y de –relativo– bajo costo, nuevamente de atrevido nomás, sugiero que se considere que dicho acueducto sea subacuático y no terrestre para así unir los dos puntos mediante la recta más corta posible, sin necesidad de permisos, expropiaciones ni de otras yerbas que siempre son una dificultad y generan demoras. Medí la distancia con Google Maps: una línea recta de 17 km.

El costo del acueducto de 15 km para el trasvase de emergencia desde el San José al Santa Lucía rondaría los 35-40 millones de dólares y no los 100 que quieren enchufarnos tendiéndolo desde el riachuelo. ¿Por qué el consorcio no quiere ni acueducto ni embalse? Por los costos operativos. Por contrato, estos costos de Neptuno salen de su bolsillo. Embalse o acueducto significan bombeo de agua no previstos cuando cerraron el precio del metro cuadrado.

Para finalizar, a los compañeros tomadores de decisiones del Frente Amplio, les digo: es hora de trabajar con sentido común. Ante esta realidad, hay que dejar de lado “la promesa de Casupá sí o sí”. Es momento de ser pragmáticos y no fundamentalistas ni hacer las cosas “para que nos quieran”. Negocien desde la razón y con sentido común, basados en datos reales y no en función de objetivos voluntaristas.

Ricardo Weisz es consultor en tratamiento de agua.

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