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La tasa de tuberculosis es 25 veces mayor en privados de libertad que en la población en general

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Las personas con VIH+ y aquellos que mantienen contacto con enfermos también son grupos de riesgos con una tasa mucho mayor.

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La tuberculosis (TB) sigue siendo la enfermedad infecciosa más letal del mundo; así lo anunció la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 24 de marzo, cuando se conmemoró el día internacional de concientización sobre esta enfermedad. En Uruguay las cifras de TB preocupan, aunque se establecen en un nivel medio en comparación con la región. Según el informe “Situación de la tuberculosis en Uruguay 2018”, del doctor Fernando Arrieta, de la Comisión Honoraria de Lucha Antituberculosa y Enfermedades Prevalentes (CHLA-EP), la tasa de tuberculosis cada 100.000 habitantes es de 28,6 en la población general, pero asciende a 742,2 en los privados de libertad y a 1.192,3 en las personas con virus de inmunodeficiencia humana positivo (VIH+).

La TB es una infección bacteriana que ataca los pulmones, pero puede también dañar otras partes del cuerpo; se contagia fácilmente a través del aire, cuando una persona enferma de tuberculosis pulmonar tose, estornuda o habla. Los síntomas suelen ser tos severa por más de tres semanas, baja de peso, escupir sangre o mucosidad, debilidad y fatiga, fiebre y escalofríos. La TB puede ser mortal si no se trata a tiempo, pero en la mayoría de los casos puede curarse con un tratamiento de medicamentos que dura aproximadamente seis meses.

Uruguay tiene buenas cifras de tratamientos: la evaluación en la cohorte de 2017 arroja que 74,9% de los tratamientos fueron exitosos y no hubo fracasos, se constató 7,9% de fallecidos y 12,1% de casos a los que se les perdió el seguimiento. “Estamos en el promedio de la región de América. Creemos que la tasa de éxito de los tratamientos tiene que ser mayor y sabemos que no lo es porque hay pacientes que dejan de tratarse. Son seis meses de tratamiento, para la persona no tiene costo ninguno, la CHLA-EP paga el tratamiento y los boletos para poder ir a recibir la medicación, mientras que a los privados de libertad se les lleva”, detalló Arrieta en diálogo con la diaria.

Poblaciones de riesgo

La situación de las personas privadas de libertad preocupa; según Arrieta, se repite en Uruguay y en todo el mundo: la tasa de TB se multiplica en las cárceles. Una de las medidas que se aplicaron en nuestro país para tratar de paliar esta situación es aumentar los diagnósticos; por eso, cuando las personas entran al sistema penitenciario se les hacen estudios de expectoración y así se encuentran padecientes de TB antes de que empiecen a convivir en las celdas.

Otra de las medidas que se tomaron es formar a los médicos que trabajan en las cárceles, que “entiendan la importancia de buscar casos de tuberculosis en esta población”, aseguró Arrieta. Además, resaltó: “El tratamiento está garantizado, lo tienen todos y en forma gratuita, ninguno abandona el tratamiento”. Sin embargo, según dijeron a la diaria fuentes del sistema penitenciarios, la realidad carcelaria está lejos de lo que indican los protocolos; más allá de que la medicación llegue a la cárcel, muchas veces no llega a los pacientes, y otras tantas se pica para administrarla, disminuyendo su eficacia. Además, lo recomendado por las autoridades sanitarias es que cuando una persona es diagnosticada se la aísle al menos 15 días, para evitar el contagio, pero hoy en día no hay espacios de aislamiento en las cárceles, por lo que las personas diagnosticadas siguen conviviendo con otras sanas. Otra cuestión que se ve comprometida en los contextos de encierro es la continuidad de los tratamientos, generando así resistencias y mayores posibilidades de contagio.

La gran diferencia entre la tasa de tuberculosis en la población general y en los privados de libertad son las condiciones de vida, estableció Arrieta. En las cárceles “tienen condiciones mucho más propicias para que la tuberculosis se disemine y eso pasa en el mundo entero, la gente está hacinada, entonces es más fácil que la tuberculosis se contagie. Además, es una población que muchas veces presenta trastornos de nutrición y otras patologías que los hacen más propensos a la tuberculosis”. El médico aclaró que estas cifras no incluyen al Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA) “donde no hay casos de TB desde hace varios años”. Las personas con VIH+ son otro gran grupo de riesgo, ya que tienen su sistema inmunitario comprometido, lo que los hace más propensos a contagiarse de tuberculosis. En el caso de los privados de libertad que además tienen VIH+ se garantizan ambos tratamientos de forma paralela, según Arrieta.

Por otra parte, aquellos que tienen contacto con personas con TB son un gran grupo de riesgo. El informe de este año señala que la tasa de TB cada 100.000 habitantes en el grupo “contactos convivientes” es de 3.784,6 (135 veces más que en la población general) cuando en el informe del año anterior se situaba en 1.703,1. Arrieta detalló que este aumento se puede explicar por el cambio en el registro: “Lo que se detectó últimamente es una aumento en la cantidad de contacto con vivientes que hemos podido estudiar; si una persona enferma declara que convive con cinco personas, buscamos estudiarlas a todas, hacerles un estudio de radiología, y si tienen tos y flema también estudios de expectoración, pero eso depende de que las personas se hagan los estudios, porque no se las puede obligar; en algunos lo logramos y otros no”.

Programa antituberculosis

“Los médicos de nuestro país se olvidaron de la tuberculosis”, subrayó Arrieta. Según él, las cifras de TB fueron bajando a lo largo de los años y eso provocó que el cuerpo médico ya no considere la enfermedad a la hora de diagnosticar un cuadro con los síntomas clásicos de la TB. Desde 2018 se implementa un programa antituberculosis liderado por la CHLA-EP junto al Ministerio de Salud Pública, que tiene entre sus objetivos la formación a los médicos. Comenzaron trabajando con los profesionales de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) de Montevideo, porque allí es donde está la mayor cantidad de pacientes.

La otra gran parte del programa se apoya en la descentralización: se busca que “los prestadores vuelvan a hacer los diagnósticos de tuberculosis, porque era algo que estaba centralizado casi exclusivamente en la CHLA-EP, casi todos los estudios se hacían en el laboratorio nacional de referencia y eso retarda el diagnóstico, por eso estamos tratando de cambiar”, comentó el médico, quién aseguró que “se ha avanzado mucho el año pasado y todavía queda mucho por mejorar”.

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