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Foto: Ricardo Antúnez, adhocFOTOS

Se inauguró el primer laboratorio de vectores en el Instituto de Higiene de la Udelar

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Una de las principales tareas será criar mosquitos machos, esterilizarlos y liberarlos para bajar la reproducción y, en consecuencia, la transmisión de enfermedades.

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Leído por Andrés Alba.
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Este lunes se inauguró el primer laboratorio de vectores de Uruguay en el Instituto de Higiene de la Universidad de la República (Udelar). Para hacerlo posible se remodelaron cuatro espacios del departamento de parasitología y micología del instituto, en los que funcionaban una oficina, un laboratorio que en el último tiempo ofició como depósito, una secretaría y un lavadero. Allí se instalaron cuatro áreas especializadas en las que se pretende generar diferentes conocimientos y datos que no tienen precedentes sobre animales que transmiten enfermedades, como mosquitos, vinchucas y flebótomos.

El proyecto y la financiación estuvieron a cargo de un conjunto de instituciones nacionales e internacionales, entre ellas, la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Además de la Udelar participaron el Ministerio de Salud Pública (MSP) y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) con la donación de equipos y la capacitación de técnicos.

En diálogo con la diaria Yester Basmadjián, directora del Departamento de Parasitología y Micología del instituto, repasó el proceso desde la propuesta de la idea hasta su ejecución.

En principio, recordó que la idea fue planteada por Gabriela Willat, la directora de la Comisión de Zoonosis y Vectores del MSP. Su cometido era “mostrar el potencial” de la OIEA, que desde 2016 proporciona tecnología relacionada con la energía nuclear a los países de América Latina y el Caribe afectados por este tipo de enfermedades. Después de más de una década de investigación, el organismo transfirió a la región lo que denominó técnica del insecto estéril (TIE), una técnica de control de plagas que utiliza la radiación para esterilizar.

Basmadjián celebró la incorporación, ya que es “una buena alternativa de control de la fumigación” que no es selectiva, es decir, que elimina a todos los insectos, incluso aquellos que no significan ningún riesgo para la salud y que son necesarios para el ecosistema.

Agregó que el MSP apoyó el proyecto desde el inicio, algo que “fue muy importante” en un país en el que “estamos acostumbrados a que las principales causas de muerte son las enfermedades crónicas no transmisibles” y, aunque lo son, también se debería tener en cuenta que “en el ínterin nos infectamos con afecciones transmitidas por vectores”, de hecho, en la actualidad, hay un “importante número de niños y adultos parasitados”.

Luego de que los diferentes organismos aceptaran la propuesta, se buscó y remodeló el lugar. La financiación, que fue “bastante costosa”, estuvo a cargo de la Udelar y de la OPS, la tecnología llegó desde la OIEA y los recursos humanos que trabajarán allí serán en parte docentes del Departamento de Parasitología y Micología y en parte funcionarios de la Unidad de Zoonosis y Vectores del MSP.

Específicamente en cuanto a las tareas que le competerán al laboratorio, Basmadjián explicó que se esterilizaron mosquitos machos que luego serán liberados. Los mosquitos copularán con las hembras, que aceptan una sola cópula, entonces “los huevos no serán fértiles”. Como “no funcionarán” los huevos, la población se reducirá y con ella la transmisión de las enfermedades. La especialista agregó que los mosquitos machos intervenidos se liberan porque, a diferencia de las hembras, no pican (ya que son fitófagos, se alimentan de vegetales). La idea es que la alteración no tenga contacto con la población en general. Otra de las tareas del área será monitorear la resistencia a los insecticidas que se utilizan, hasta ahora, como única forma de exterminación.

Por su parte, la ministra de Salud Pública, Karina Rando, acotó que las enfermedades transmitidas por vectores a nivel mundial representan “aproximadamente el 17% de la carga de enfermedades transmisibles”, lo que las convierte en un “enorme desafío” por su elevada morbilidad y mortalidad, así como por los costos que generan para el sistema de salud.

Recordó que en Uruguay desde el siglo pasado existen varias enfermedades transmitidas por vectores emergentes y en expansión, como la leishmaniasis, el dengue y la chikungunya, algunas controladas pero “igualmente amenazantes”, por ejemplo, la enfermedad de Chagas y otras de “aparición esporádica”.

En cuanto a los insecticidas, remarcó que es necesario mejorar la supervisión y el control de los vectores, lo que incluye la vigilancia de la resistencia a los insecticidas, algo que tanto la OPS como la Organización Mundial de la Salud “impulsan desde hace años” en la región. Dijo que el laboratorio es “un paso esencial” para proveer datos que permitan seleccionar adecuada y racionalmente los insecticidas que tengan bajo impacto económico y ambiental, así como para evaluar, documentar e integrar las herramientas innovadoras y ampliarlas a mayor escala “cuando sea posible y cuando sea necesario”.

Rando explicó que el insectario del laboratorio servirá para criar y esterilizar los mosquitos que se liberarán en los sitios elegidos “mediante métodos amigables con el ambiente”, pero también permitirá contar con colectas de insectos, identificación de los especímenes colectados, crianza y mantención de colonias, pruebas biológicas para evaluar el efecto de los insecticidas, entre otras acciones.

Aunque todos los casos están controlados, en la actualidad Uruguay cursa el primer brote de chikungunya, detectado en Paysandú.

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