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Foto proporcionada por vecinos de la zona

Se detectaron niveles altos de contaminación fecal por coliformes en arroyos y afluentes de Maldonado

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Experto indicó que los parámetros de evaluación del agua son muy permisivos y que la normativa uruguaya es obsoleta.

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El estudiante avanzado de la Licenciatura en Gestión Ambiental del CURE Maldonado Joaquín González realizó una investigación sobre contaminación fecal en cursos de agua. Para ello analizó muestras tomadas en unos 20 puntos a lo largo de los arroyos San Carlos y Maldonado, desde la conjunción de ambos hasta su desembocadura en el océano. El municipio más afectado es el de San Carlos, señala la investigación.

En la parte baja de la cuenca, próxima a La Barra, existe un estuario que es producto de la mezcla de agua marina y agua dulce, que no ha sido declarado área protegida, lamentó Javier García-Alonso, biólogo profesor del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del CURE y tutor de González.

En el estuario conviven una serie de organismos que cumplen “roles de servicio ecosistémicos” de depuración, explicó García-Alonso. Entre ellos, millones de gusanos que filtran el agua varias veces por día, a través de movimientos de bioturbación que hacen que el agua corra. Además, hay una gran cantidad de aves migratorias, agregó.

Los altos valores de contaminación fecal en La Barra y Manantiales, en la comuna de San Carlos, se deben a la cercanía de la planta de tratamiento de OSE en El Tesoro, que hace descargas en la zona baja del arroyo, señaló el biólogo. Por otra parte, también existen grados altos de amonio en el agua y en el sedimento, lo cual es un indicador de la contaminación fecal.

La contaminación fecal en el arroyo San Carlos no es una novedad para la población carolina, aseguró el biólogo. La presencia de olores y flóculos de materia en las aguas se deben a un proceso anaeróbico, en el que los gases y los lodos provenientes de la planta de OSE se acumulan en el fondo.

Los valores de coliformes fecales en los 20 puntos de muestreo están por encima de lo permitido por la normativa uruguaya para la prevención de contaminación ambiental a través del control de las aguas. El Decreto 253/979, de 1979, estipula un máximo de 2.000 coliformes fecales en 100 mililitros de agua. “A pesar de su antigüedad, la normativa no se ha renovado. No hay voluntad del gobierno para hacerlo y es muy permisiva si se la compara con otros países”, evaluó García-Alonso.

Por otra parte, criticó que en Uruguay no se mida el nivel de enterococos en el agua: “Se subestima la contaminación fecal y se dan más falsos negativos, algo que sirve políticamente a los gobiernos. Estamos bastante atrasados. Se requieren actualizaciones sobre los métodos en materia de monitoreo ambiental”.

La investigación de González también permitió detectar niveles muy bajos de oxígeno en los tributarios del arroyo Maldonado, que llegan por cañadas próximas al tambo Talar, del empresario argentino Juan Carlos López Mena. El biólogo señaló que el agua que trae estas cañadas es casi anóxica, es decir, se produce hipoxia: el oxígeno disuelto se acaba y el agua se transforma en un medio inhóspito para los organismos.

Metales en el agua

García-Alonso se especializó en ecosistemas costeros y en el análisis de contaminación del agua por metales. En el departamento de Maldonado encontró contaminación de metales pesados en los tributarios provenientes de la ciudad de Maldonado y en el Molino Lavagna, en San Carlos, aunque puntualizó que los valores no son tan altos como los hallados en la bahía de Montevideo, que presenta una mayor contaminación por la liberación de combustibles.

“Los metales pesados hacen que las barreras de nuestro sistema circulatorio sean más permeables a compuestos orgánicos y que los órganos como el cerebro, ovarios, testículos, así como la barrera fetoplacentaria, entre otros, estén más expuestos a los contaminantes”, explicó.

Para la detección de metales, el biólogo utiliza gusanos poliquetos, que permiten la medición de la exposición a los contaminantes. La elección de los poliquetos no se debe sólo a su efectividad, sino que también es una forma de evitar el sacrificio innecesario de vertebrados. “Se necesitan políticas que busquen alternativas para el sacrificio de estos animales”, expresó.

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