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Ilustración: Ramiro Alonso

El presidente ordena su retaguardia

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Leído por Abril Mederos.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

En 2013, cuando Luis Lacalle Pou lanzó su primera precandidatura presidencial, los sectores que lo apoyaban tomaron el nombre “Todos hacia adelante”, que luego se abrevió a “Todos”. El actual presidente sigue siendo el líder de Todos, pero no es el de todos, ni en el Partido Nacional ni en la coalición de gobierno, y esto tenderá a ser más notorio a medida que se acerquen las próximas elecciones nacionales, por una lógica política ineludible.

La misma lógica determina que, cuando los presidentes aspiran a un segundo mandato, bajen su perfil por un tiempo tras el primero, pero se mantengan cerca del poder con contactos clave, que a su tiempo activarán para volver a postularse.

Así lo hicieron, antes de ganar la presidencia por segunda vez, Julio María Sanguinetti y Tabaré Vázquez. También lo hizo Luis Alberto Lacalle Herrera, pero fracasó varias veces en el intento de repetir. No era sensato que lo hicieran Jorge Batlle y José Mujica, que terminaron sus gobiernos en el entorno de los 80 años (y el primero de ellos, además, quedó asociado con una crisis que hundió hasta hoy al Partido Colorado).

Para conservar poder después de un mandato presidencial, no hay que descuidarse en el último tramo, y entre otras cosas es preciso estar en la conversación cuando se definen los aspirantes a sucesores. No hace falta que las personas a las que se respalda tengan éxito, y esto incluso puede ser inconveniente, porque si ganan es poco probable que se mantengan fieles durante cinco años a quienes los impulsaron.

De hecho, lo habitual ha sido que los presidentes posteriores a la dictadura apoyaran a candidatos derrotados en sus propios partidos. La ciudadanía uruguaya suele inclinarse en cada elección nacional por un cambio, aunque sea dentro del mismo lema.

Sanguinetti respaldó a Enrique Tarigo en 1989 y a Luis Hierro López en 1999; Lacalle Herrera, a Juan Andrés Ramírez en 1994; y Vázquez, a Danilo Astori en 2009. Todos perdieron. En las dos siguientes elecciones, por razones de edad, de estado de salud y también políticas, no tenía mucho sentido que Mujica o Vázquez se involucraran mucho en la competencia interna frenteamplista.

Lacalle Pou terminará su actual mandato con sólo 51 años y nada indica que tenga intenciones de retirarse. Lo más importante para su futuro será, por supuesto, el desempeño que redondee hasta 2024, o más precisamente la aprobación a ese desempeño. Pero desde ya debe mantener claro que es el jefe de su sector, especialmente en esta segunda mitad de mandato y muy especialmente en este momento, con viento en contra por problemas muy diversos.

Ha de ser por eso que ayer, después de poner la cara por el proyecto de reforma de la seguridad social, Lacalle Pou se reunió con dirigentes, ministros y legisladores de Todos. La agenda formal se centraba en la coyuntura política, pero probablemente también quiso ponerle freno a la prematura disputa por la precandidatura del sector, para la que ya se menciona en voz alta a Álvaro Delgado, mientras parece devaluada la chance de Martín Lema y Laura Raffo se mantiene al acecho. Lo que menos necesita hoy el presidente es que su propio sector se desgaste o se disgregue.

Hasta el lunes.

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