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Patio del Naranjo

Foto: Santiago Mazzarovich

Patio del Naranjo, una casona del Prado para comer cómodo entre objetos de época

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[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]

“Para mí esta calle es la más linda de Montevideo”, dice Virginia Mujica, al frente de Patio del Naranjo, su “casa de comidas” sobre la avenida 19 de Abril. Con su esposo compraron la que fuera la residencia de la familia Soler –los mismos de Casa Soler, la antigua tienda de departamentos ubicada en la Aguada–, y les tomó tres años reciclarla.

“Al principio fue toda una conmoción en el barrio. Es una calle que no está tan explotada, debería estar mucho más iluminada, y le vinimos a dar un poco más de vida. Respetamos muchísimo la fachada, no queríamos hacer algo que la desdibujara; nos parecía que había que cuidar la estética. De todas formas la quisimos decorar como una casa y no como un restaurante, si bien cumple esa función, porque es hermosísima, te invita a quedarte. La gente prioriza un lugar donde pueda charlar, donde pueda hacer sus reuniones, porque ya no hace tanto los cumpleaños y despedidas en su casa”, dice.

Desde que abrieron, en agosto de 2016, han recibido casamientos, reuniones empresariales y, dependiendo del puzle de mesas, logran ubicar a un número respetable de comensales. Lo cierto es que el día que hacen más cubiertos es el domingo (han llegado a contar 200) y que en verano, con el uso del consabido patio, se duplica la capacidad. Dado que previeron un espacio para niños, con pizarra en la pared y entretenimientos varios, se respira un ambiente familiar en el que los padres logran desentenderse un rato. Vale decir que, para las noches frías, tienen disponibles mantas para salir al exterior.

“Cuando vinimos era desolador el panorama, se caían los techos, pero cuando me mostraron el jardín me decidí”, sigue Mujica. “Pusimos unos 6.000 ladrillos solamente para hacer el piso, pero tenía su estructura de hierro, su parra, plantamos los jazmines, respetamos su vegetación, la santa rita, que tiene 100 años, dos magnolias japónicas; sólo saqué algunas flores de pajarito porque estaban en el medio y no me permitían poner las mesas. La gente lo valora muchísimo porque no hay muchas propuestas con jardín”.

El nombre del lugar se emparenta con la chacra para fiestas que los mismos dueños administran desde hace 12 años –Naranjo Amargo– y es reforzado además por el ineludible macetón con el que el comensal se topa apenas entrar, sin olvidar que hay otro árbol en la puerta y cuatro más en el fondo. Aunque “se ruega” no tocar las plantas, han terminado regalando gajos a las demandantes visitas.

“Nadie puede ser sensato con el estómago vacío”, reza uno de los incontables carteles que pueblan paredes y aparadores. “La idea es comer rico y casero, cosas que de repente no te cocinás o cuya receta no conocés”, resume Mujica.

Entre esos sabores pueden encontrarse las picadas del mar, la criolla del patio, entradas como gazpacho o queso frito, y de los principales destacan el entrecot a la pimienta, el pollo con cilantro y queso, la bondiola teriyaki, más las opciones de pasta y ensaladas. Igualmente, el brasero para compartir y la milanesa en versión reforzada son los más pedidos. El chef Marcelo Bornio (ex Malandrino), amigo de la casa, los asesoró con el cambio de carta, que ocurrió la semana pasada. De todas formas, como signo de que ya tienen una clientela acostumbrada, debieron mantener el solicitado salmón y el panqueque de manzana.

La voz nítida de Mujica delata que trabajó años en radio y que fue informativista en Televisión Nacional Uruguay, pero ha estudiado jardinería y es una aficionada a la decoración, algo que pone en práctica en sus dos emprendimientos, previo recorrido por remates y mercados.

“Una cosa moderna acá no tenía mucho sentido. Quisimos revivir la casa, porque tiene cosas muy valiosas, como la mayólica, los pisos de pinotea, los desagües de hierro fundido, todo es bueno. Hay que preservarlo porque no se consiguen más estos elementos. Mi padre una vez me dijo una cosa que me quedó grabada: ‘El que alguna vez fue rey, siempre será su majestad’. Es eso, las casas de repente quedan derruidas por falta de mantenimiento, pero cuando les hacés unos mimos, las pintás, enseguida retoman el esplendor”.

Vitrinas con teteras, fotos de bodas de otro siglo, espejos, utensilios de cocina, regaderas, heladeras modernas conviviendo con una Ferrosmalt, puertas convertidas en barra, cuadros vivos, revistas, libros antiguos, imágenes de viejos cafés al lado del registro de ampliación de la Rosaleda. “Si cobráramos por sacar fotos seríamos ricos, porque la gente lo toma como un paseo, viene con su celular y no se sienta enseguida”, apunta Mujica, que hábilmente destinó una de las habitaciones a la venta de objetos decorativos, en ese caso de estreno: velas, tazas, almohadones, aceiteras, balanzas, cajoncitos, luminarias. En ese entorno no resulta extraño descubrir los menúes descansando en un cochecito de época.

Patio del Naranjo, 19 de Abril 3332/ 23037816. Abre de miércoles a sábados a partir de las 20.00. En marzo van a retomar la propuesta de té, de 15.30 a 19.00 de martes a sábados, y estará en el entorno de los $ 800 para dos personas. Los domingos abren de 12.00 a 17.00. Hay una carta fija y menúes especiales para eventos. Suelen tener una sugerencia diaria, pero como están probando la carta nueva, por estas semanas no la ofrecerán. Por $ 1.300 cenan dos personas, compartiendo una entrada, una cerveza y comiendo un plato cada uno. Venden refresco de litro. Hacen 10% de descuento en pago contado.

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