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Parque de la Amistad. (archivo, agosto de 2020)

Foto: Alessandro Maradei

En el último año y medio cambió la manera de habitar la ciudad y la vivienda

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La docente de Arquitectura Constance Zurmendi y el científico Rafael Radi coincidieron en la necesidad de repensar los espacios públicos a partir de la pandemia.

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Leído por Lola Livchich Melone.
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Desde que existen las ciudades como tales, la humanidad atravesó varias pandemias y los criterios de higiene modelaron los espacios urbanos. También la llegada del SARS-CoV-2 transformó la manera en que se vive el espacio público y el privado. Algunos cambios ya pueden percibirse y otros son todavía una incógnita, según expuso Constance Zurmendi, docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, en la conferencia “Conversaciones para la pospandemia”.

En esa facultad, Zurmendi integra el equipo de docentes denominado Ensayos Urbanos para la Nueva Normalidad, que “se propone hacer sus aportes a las transformaciones necesarias para que los ambientes colectivos se adapten a la nueva situación”, explicó. Varias de esas transformaciones apuntan al espacio público. Ese lugar, “que es propio de las ciudades”, se ha visto “interpelado” tanto por la necesidad de tomar precauciones sanitarias como por la necesidad de llevar allí actividades que quedaron excluidas de espacios privados.

“Si habitamos en viviendas mínimas, el espacio público tiene que recibir y proponer actividades domésticas que no podemos hacer en nuestras casas. Si vivimos en un monoambiente no podemos festejar un cumpleaños con muchas personas, y menos en esta situación”, señaló. Es así que “las plazas de noche se llenan de adolescentes y de jóvenes”.

También la vivienda experimentó cambios, y para algunas personas se convirtió en un centro de “teleconsumo y teletrabajo”, en particular durante los meses de mayor confinamiento. “El delivery es la persona que no dejó de transitar por el espacio urbano durante la pandemia, y todas estas cosas suceden afuera y también adentro, suceden para una persona y también para una comunidad”, afirmó la investigadora. “Hemos migrado parte de nuestro trabajo a nuestras casas, y también parte de nuestros vínculos personales están siendo sustituidos de lo presencial a lo virtual”, señaló.

Una posible consecuencia de estos cambios, es que “queden más poblaciones estables en ciudades intermedias, en el área rural y en los pueblos, debido a que es posible, en cierta manera, trabajar y estudiar a distancia”. Este fenómeno, que es una consecuencia esperable, pero que todavía no se verificó, implica transformaciones en la ciudad.

Quienes pueden migrar de una ciudad grande a una menor o a una ciudad balnearia son en general personas con capacidad adquisitiva media o media alta, señaló Zurmendi. Al mismo tiempo, “los jóvenes siguen manifestando interés en la ciudad, que es centro de intercambio, de educación, de cultura y de diversión, por lo tanto lo que cambiaría sería el perfil de la ciudad”, agregó.

Nuevos lugares para habitar

Ese espacio público que ahora tiene otras demandas es un lugar que “mejora la calidad de vida, construye identidad social, sentido de pertenencia, confianza en lo colectivo” y “construye ciudad”, dijo Zurmendi. “Hay muchas personas en Uruguay que viven solas, y que tengan la posibilidad de salir, intercambiar y sociabilizar es parte de una ciudad saludable. Aun si no tiene que ver con una ciudad sin motores o con menos emisiones de CO2, sí tiene que ver con la salud mental y personal de cada habitante”, manifestó.

“Uruguay fue uno de los países que cerraron sus puertas a los espacios públicos”, recordó la docente. Con el tiempo esta medida prácticamente se revirtió y además se exploraron otras posibilidades de uso de los espacios públicos. Existen “nuevas iniciativas internacionales de urbanismo táctico que son fáciles, simples y reversibles, que se pueden testear. Por ejemplo, si se organizan algunos vecinos y una calle se transforma en peatonal, después pueden evaluar si eso funcionó o no”, explicó. Como ejemplo, Zurmendi mencionó las veredas extendidas, las sendas para bicicletas, el uso de espacios de estacionamiento durante determinados horarios o días de la semana, o las “instancias que inauguró exitosamente la Intendencia de Montevideo, como el espacio de compras a cielo abierto o el espacio sin motores de la rambla”.

El equipo que integra la docente analizó en esas experiencias cuántas personas se encontraban en un determinado metraje, cuántas estaban protegidas con tapabocas y cuántas no, y cuánto tiempo permanecían allí, y esos nuevos espacios pasaron la prueba. También analizó qué cambios pueden seguir a los que ya ocurrieron, y planteó varias preguntas. Por ejemplo, si habrá migraciones de las ciudades grandes a las chicas, si las precauciones sanitarias se mantendrán, si se aplicarán horarios diferenciados como los de entrada a los centros educativos para alternar grupos de personas y evitar las aglomeraciones, o si “peatones y ciclistas efectivamente ganarán el espacio de la calle”.

Antes de la próxima pandemia

Otro de los participantes en la conferencia, el investigador en biomedicina y bioquímica Rafael Radi, explicó que la pospandemia todavía no empezó. “No sabemos cuándo va a empezar”, dijo. Señaló que en la medida en que la pandemia continúa en el mundo, el problema tampoco está resuelto para Uruguay.

Radi comparó la situación actual con un mosaico en el que se alternan zonas geográficas y períodos en los que está controlada y otros en los que no. Del mismo modo, hay personas que están inmunizadas y otras que no, señaló. Pero incluso cuando se llegue a la pospandemia, dijo, se deberá pensar estrategias para enfrentar nuevas situaciones similares a la que desató la covid-19.

Uno de los aspectos que Radi destacó y llamó a tener en cuenta fue el del uso de los espacios abiertos, donde los contagios son menos que en los lugares cerrados. “Esto tiene que ver con la forma de transmisión del virus”, explicó. Una de las principales maneras de contagio se da mediante “las gotículas que salen de la parte alta del aparato respiratorio de un individuo y llegan al del otro individuo”, algo que se trata de evitar mediante la distancia entre las personas. La otra es través de los “aerosoles que se mantienen suspendidos en el aire”. Para evitar este tipo de transmisión “en espacios cerrados es necesario trabajar la ventilación, y en los abiertos, excepto que haya aglomeraciones, esos aerosoles tienden a dispersarse”.

“Yo creo que si el mundo hubiese invertido más dinero en mejorar los sistemas de ventilación y no tanto en un nivel de exigencia tan alto con respecto a las superficies –porque los niveles de contagio por superficies han sido marginales–, se hubiese hecho una mucho mejor inversión en términos de los recursos para la mitigación de los contagios”, afirmó el investigador. Señaló que hubo “experiencias tempranas, del siglo XX, durante algunas epidemias de tuberculosis en Estados Unidos y Europa, en las que se promovieron, entre otras cosas, las escuelas en espacios abiertos”, aunque “esa tendencia cayó cuando se comenzó a utilizar la penicilina y otras estrategias terapéuticas”.

“Al ir a ver un partido de fútbol, el escenario de mayor contagiosidad no es estar en la butaca, ni siquiera gritar un gol, sino la entrada y la salida”, cuando ocurren las aglomeraciones, dijo Radi. El científico recomendó además ampliar los horarios de los parques en los que el ingreso está controlado y abrirlos también durante los feriados.

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