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Foto: Juan Astesiano

Un pequeño almacén del Prado plantó la bandera de la masa madre y sirve almuerzos para sentarse al sol o llevar

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Jesusa queda en una esquina que fue almacén “de toda la vida”, un cruce de doble vía en el Prado, a pocas cuadras de la residencia presidencial, que a Facundo Dellacasa le quedaba de camino de su trabajo y le llamaba la atención. Hasta que, de tanto relojearla, fue testigo del día en que la estaban desmantelando.

Cuando se puso a refaccionar la casa, los vecinos que se acercaban a ver cuál sería el nuevo destino del lugar, empezaron a referirle la historia que conocían de primera mano: que la gallega Jesusa Regueiro, que hoy tiene 94 años, construyó esa casa hacia 1941, que armó su vivienda en el piso de arriba y el comercio abajo. El equipo joven que tomó la posta decidió vender panes de masa madre, conservas, vermú artesanal y plato del día.

Foto: Federico Gutiérrez

El plantel se completó con Javier Nunell, un médico amigo, y con Andrés Maye, alias Ruffo, artífice de toda la comida que sale únicamente los fines de semana al mediodía. El cocinero además se crio en el barrio y recuerda haber hecho mandados en el viejo almacén cuando era niño. “La historia se seguía armando mística y naturalmente”, subraya Dellacasa.

Se propusieron servir porciones abundantes y, en el mes que llevan abiertos, el menú viene siendo de corte italiano (usan salsa de tomate de ese origen y arroz carnaroli): básicamente comida de olla los sábados y pastas los domingos, croquetones de risotto con centro de queso, pastel de cordero braseado, y el postre que vienen duplicando y agotando en minutos son los cannoli, un clásico de Sicilia que piensan mantener como sello. “No estamos buscando volumen sino calidad en este proyecto”, aseguran.

El amarillo copó la paleta de Jesusa, empezando por el toldo, que ya estaba, y siguiendo por la pintura de las ventanas y de las sillas y mesas metálicas de la década del 60, que eran de Fábricas Nacionales de Cerveza. Como Dellacasa disfruta construyendo la estética de boliche con objetos reciclados, adentro el mobiliario está compuesto por brocas (las mesadas para leudar) de una antigua panadería de Las Piedras.

Foto: Federico Gutiérrez

No hay carta fija, y rotan tanto los platos como los panes (de molde, de sémola o con semillas, focaccia, galletas de campo, baguettes trenzadas y hojaldradas, bizcochitos con crema pastelera y maracuyá). En el local hay disposición para unos 30 o 40 cubiertos, ya sea que almuercen al sol o elijan pasar a buscar con el tupper o envase propio (no cuentan con packaging).

En los estantes hay conservas como peras con canela, hongos en escabeche y berenjenas, que rotarán con las estaciones, con precios de $ 300 a $ 500, según el tamaño del frasco. los platos arrancan en $ 400 y los panes en $ 200. Entre las delicias para llevar, que incluyen gin nacional Libertad, se cuelan los bolsitos de Enrica, una grifa de tejidos artesanales. Por el momento sólo aceptan pago contado o transferencia.

El horario es restringido por ahora, aunque apuestan a extenderlo cuando esté próxima la primavera, sobre todo pensando en el servicio a la vereda. De todos modos, lo más probable es que en 15 días empiecen a ofrecer merienda y vermú entrada la tarde.

Foto: Federico Gutiérrez

Jesusa, en Machado Carballo 3400, abre sábados y domingos a partir de las 13.00. Para hoy anuncian curry thailandés de pollo y guiso de porotos, y mañana, cavatelli de sémola con ragú boloñés.

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