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Eduardo Galeano. Foto: Javier Calvelo (archivo, abril de 2008)

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(El 3 de septiembre del 2015 esta historia fue para los amigos de los jueves. El 3 de septiembre del 2016 esta historia fue para los amigos de los sábados. El 3 de septiembre del 2017 esta historia fue para los amigos de los domingos. Este 3 de septiembre esta historia es para los amigos de los lunes. El 3 de septiembre de cada año es el cumpleaños de Eduardo Galeano)

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes porque se abrazan y se desabrazan gracias a esto que sigue: “El goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace”.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes porque, por un rato, por un rato de lunes, por un rato de lunes con el que duermen y se despiertan todas las horas que no son de lunes, se imaginan ser el que sigue: “La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos”.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes porque encontraron palabras perfectas para que algo que les pasa, algo que les pasa como casi nada les pasa, tenga cédula de identidad definitiva, nombre para siempre, sentido hacia la eternidad en esto que sigue: “El gol es el orgasmo del fútbol”.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes porque tienen estudiado que es posible ser pobre, rico o las dos cosas a la vez, amado, desamorado o quizás las dos cosas a la vez, pero no hay circunstancia que los reconforte o los desangre tanto como ser jugadores todos los lunes por lo que acá sigue: “A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina”.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes porque hay mañanas en las que se disfrazan de oficinistas y porque hay tardes en las que se visten de serios, pero, sin máscaras, sin relojes despertadores y sin ser ordenados u ordenantes, son, exactamente, lo que sigue: “El hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana”.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes porque “la historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber” pero ellos, durante los lunes, durante cada aire de los lunes, durante cada sudor de los lunes, durante cada sonido y cada silencio de los lunes, pueden pronunciar, más tarde o más temprano, lo que sigue: “Ganamos, perdimos, igual nos divertimos”.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes y, antes del fútbol y luego del fútbol, continúan con el fútbol porque leen El fútbol a sol y sombra, que es el libro del maestro Eduardo Galeano, el baúl de sabidurías y de asombros y de fiestas en el que están publicadas todas las frases que aquí se entrecomillan y que les recuerdan, les detallan, les avisan por qué hacen lo que hacen los lunes. O porque Galeano los ayudó a comprender algo que intuían desde el primero o el segundo pelotazo, pero nadie había expresado así de bien, así con tantas luces, así con tanto interés en los profundo de la condición humana hecha fútbol, como Galeano.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes. Y lo van a jugar este lunes, este lunes 3 de septiembre de 2018, en el que Eduardo Galeano cumpliría 78 años. Lo van a hacer porque jugaron al fútbol y leyeron a Eduardo Galeano contando al fútbol mientras Eduardo Galeano vivió.

Y no dejarán de hacerlo ni ahora ni nunca por lo que sigue: porque, a través de su obra y a través de su fútbol, Eduardo Galeano permanece vivo.

Mis amigos de los lunes juegan al fútbol todos los lunes y pueden certificarlo. Este lunes y todos los lunes. Este día y todos los días.

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