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Actividad junto a las escuelas nº 25, la escuela de Arte nº 64 y la Escuela Especial nº 80, el 15 de julio, en Treinta y Tres.

Foto: Espacio Candi

Unos 5.000 niños ya vieron “La cueva de los monstruos”

5 minutos de lectura
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La obra de teatro permite trabajar sobre temas como accesibilidad y discapacidad, y apunta a denunciar los entornos que generan barreras.

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La cueva de los monstruos es una historia de aventuras protagonizada por una persona sorda, una ciega, una usuaria de silla de ruedas, otra con diagnóstico de asperger y otra que no tiene discapacidad, a quienes algunos monstruos les roban sus objetos más preciados. Apelando al humor y a la ironía, el dramaturgo Joaquín Dholdan pone en escena muchas de las formas de discriminación y opresión que viven las personas con discapacidad, y la obra funciona como una denuncia, porque más que hablar de las personas con discapacidad, el foco está puesto en las barreras que tienen los entornos en los que viven. Según Dholdan, la trama en formato aventura está “atravesada por una dimensión ética y política que exige con urgencia el reconocimiento de la diversidad, la dignidad, la igualdad y el respeto por los derechos de todas las personas”.

La obra de teatro fue impulsada por el Espacio Candi, del Ministerio del Interior, y se estrenó en junio de 2018; ahora, con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) se planificó “Una vuelta por nuestros derechos”, una gira nacional que se incorporó en el Plan Nacional de Educación en Derechos Humanos con un formato distinto, que permite trabajar sobre los temas de los que trata la obra antes y después de la función.

Martín Maguna, integrante de Espacio Candi y del equipo de coordinación de la gira, aseguró que de esta forma se trabajan los conceptos de accesibilidad y discapacidad desde un enfoque de derechos humanos: “mostrando que esas personas tienen sus sueños, que quieren construir su proyecto de vida, y no como habitualmente se ve a las personas en situación de discapacidad desde los medios de comunicación –o la cultura en general–, encarnando roles de víctima, generando emociones vinculadas a la lástima, o en campañas de recaudación de fondos como cuerpos deficitarios a los que hay que rehabilitar previo a ser incluidos en la sociedad”. Aseguró que la obra permite acercarse a “la potencia de las personas” y puso como ejemplo que, conversando con su hijo de seis años sobre los personajes, a la persona ciega la describió “no como una persona que no podía ver, sino como una persona que podía leer sin letras”.

“La obra apela al reconocimiento de la diversidad humana y hay una denuncia a los entornos que generan barreras para las personas”, asegura Maguna, ya que permite pensar “los desafíos que tiene una persona con discapacidad para vivir su vida, para ejercer su derecho a la educación o al empleo”.

Todo esto lo hace, además, logrando una gran conexión con su público. Alrededor de 5.000 personas, en su mayoría niños, ya vieron la obra en sus 11 presentaciones en todo el país. “Una obra excelente”, “muy divertida”, “zarpada” y con un “mensaje que contagia”, fueron algunas de las calificaciones que dieron los niños tras el espectáculo. “El mensaje fue muy claro y estoy seguro de que no sólo los niños, sino todo el público, se fue diferente de cuando entró”, le comentaron a Maguna ayer, después de la función en el teatro 25 de Mayo de Rocha.

La obra tiene intérprete, y se contempla la accesibilidad de los teatros. En cada función se invita a una escuela especial de la zona, que “no siempre están en el radar a la hora de las invitaciones a estos espectáculos”, y también a una escuela común, y a partir de allí a otras escuelas o instituciones en vistas de la capacidad.

Surcos en tierra fértil

“Una vuelta por nuestros derechos” es más que la gira de la obra teatral. El día de la función, los integrantes del equipo convocan a un encuentro con niños de algunas de las escuelas que van a ir a ver la obra, y se comienza a intercambiar sobre los conceptos de accesibilidad o discapacidad. Después de la función, se invita al escenario a algunos de esos niños que participaron en el taller a generar una reflexión sobre lo que vivieron durante la obra, y finalmente los niños y sus maestras quedan conectados por medio de la plataforma CREA de Plan Ceibal y del Aula Virtual de Educación del MEC para educación no formal, con varias actividades vinculadas a la obra.

En los materiales en línea, los niños comienzan haciendo una ilustración, para luego buscar respuestas sobre qué son los derechos humanos, la accesibilidad, la discapacidad, y se promueven actividades como identificar qué barreras existen en su escuela. Eso da pie a las más diversas reflexiones y acciones, comentó Maguna. “En Flores cuando hablábamos de barreras apareció el tema de la discriminación no asociado a una silla de ruedas, sino, en palabras de uno de los niños, ‘a ser morochito’ o por la opción de género, como nos decía otro niño, porque cuando pensamos en las barreras físicas, de comunicación y las actitudinales, vemos que muchos ejes de la discriminación se cruzan”.

De gira

La obra se estrenó en la sala Hugo Balzo del SODRE, y el lanzamiento de la gira fue en el teatro Florencio Sánchez, de Montevideo. Hasta ahora, el recorrido incluyó Rivera, Lavalleja, Tarariras, San Carlos, Treinta y Tres, Trinidad, Fray Bentos, Mercedes y Rocha el martes 27. En lo que queda del año llegará a Canelones, San José, Florida, Cerro Largo, Durazno, Paysandú, Tacuarembó, Salto, Artigas y cerrará la gira en el teatro Solís, en Montevideo, el 26 de noviembre.

La propuesta incluye, después de identificar las barreras de las escuelas, que se puedan generar compromisos de accesibilidad, y en eso derivó la presentación de la obra en Tarariras. La escuela 38, una de las que concurrió a la función, convocó a una asamblea de estudiantes dos semanas después de la obra, y los niños se propusieron mapear las barreras de la escuela. “Identificaron que los senderos no llegan a todos los lugares del patio, que la biblioteca no era accesible, y después salieron a mapear al barrio, y se dieron cuenta de que las veredas y la plaza de la ciudad no tenían juegos accesibles”. El diagnóstico derivó en que un mes después, en el mismo Centro Cultural Cine Rex en el que habían visto la obra, los niños de la escuela presentaron ante la Junta Departamental de Colonia su proyecto “Accesibilidad para la inclusión”, que incluye la construcción de rampas en veredas y juegos accesibles.

Esta inquietud de los niños de Tarariras confluyó, a partir del trabajo de Espacio Candi con la Escuela Universitaria Centro de Diseño, en particular con el vínculo con la materia Diseño, discapacidad e inclusión, en que los estudiantes se pusieron en contacto con los niños de la escuela y están en proceso del diseño de los juegos accesibles; la idea es, si son viables, poder fabricarlos en el Centro Comunitario de Integración Social de la Dirección Nacional del Liberado, para que efectivamente la plaza de Tarariras sea para todos. Este tipo de acciones responde a una preocupación que tenía el equipo antes de comenzar la gira, que era la de “no hacer surcos en el agua: no ir y generar convicción y compromiso por un rato, y que quede por ahí... no ir y romper o cuestionar los prejuicios y los estereotipos por un rato. En Tarariras hicimos surco en tierra fértil, y los gurises ya estaban sembrando semillas de accesibilidad y compromiso”.

La cueva de los monstruos, de Joaquín Dholdan. Director: Willy Quimpos. Elenco: Tabaré Luzardo, Natalia Vega, Joaquín Alvez, Catalina Artecona, Octavio Varela, Victoria Otero, Cinthya Patiño. Iluminación: Cristian Luzardo. Sonido: Marcelo Mateos. Coordinación de la gira: periodista Nicolás Falcón, psicopedagoga Luciana Aresche y Martín Maguna.

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