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Renato Opertti (archivo, noviembre de 2023).

Foto: Mara Quintero

Para Renato Opertti, “el desafío de la transformación de la educación” necesita de “un progresismo audaz” y “propositivo”

6 minutos de lectura
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En su libro Conectando ideas y sensibilidades en educación, el especialista relató diferentes problemáticas de la educación y planteó diversos puntos para una adecuada transformación educativa.

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Antes de que terminara 2023, Renato Opertti, especialista senior en educación de la Unesco, presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos, coordinador de la Cátedra en Educación Híbrida de la Unesco en la Universidad Católica del Uruguay (UCU), y fundador y líder de la organización Eduy21, publicó un nuevo libro sobre educación.

En esta ocasión se enfocó en las transformaciones educativas y, mediante “un viaje por la educación en tiempos de transformación”, tituló a su libro Conectando ideas y sensibilidades en educación. La publicación se divide en cinco capítulos en los que aborda “el debate de ideas”; “la transformación de la educación y del currículo”; los “debates curriculares, saberes y disciplinas”; la “sostenibilidad, educación y ciudadanía”; y también hay lugar para “temas complejos y polémicos”.

Sobre la transformación educativa propuesta por la Administración Nacional de Educación Pública, que está en curso y también en construcción, Opertti señaló en diálogo con la diaria en noviembre que en algunos puntos cumplió con sus expectativas, pero en otros no, a pesar de que varios de los ejes aplicados fueron planteados tiempo atrás por Eduy21.

En ese marco, en el libro Opertti se detiene a puntualizar varias recomendaciones para lo que considera una adecuada transformación educativa y un currículo que pueda comprender los puntos que cree necesario plasmar.

Miradas para una transformación en la educación

En el capítulo II, en el que se dedica a abordar los cambios que considera necesarios para la educación y el currículo, el especialista delineó tres visiones que entiende como “complementarias y necesarias para calibrar las transformaciones que puedan imaginarse, debatirse y desarrollarse”, así como seis miradas “interconectadas que podrían ayudar a su ideación y concreción”.

Para empezar a pensar en una transformación, Opertti señaló que los énfasis pueden estar “en los equilibrios tensionales entre las necesidades inmediatas asociadas a las severas consecuencias de la pandemia de covid-19, o bien, y sin excluirla, adentrarse en una mirada más de impronta sistémica, de mediano a largo plazo, sobre cómo la educación puede ser una de las palancas fundamentales para cimentar futuros mejores, sostenibles, justos, inclusivos, democráticos y pacíficos”.

Otra mirada está vinculada a lo que cataloga como la “cuarta revolución industrial” y los desafíos que trae “en cuanto a cuestionar la racionalidad, los contenidos y las estrategias de los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación”.

En ese sentido, señaló que si se pone foco en los análisis sobre los efectos de dicha revolución, se abocan “en que las brechas de oportunidades entre personas, ciudadanas, ciudadanos, grupos y comunidades dotados de desigual capital cultural y social pueden acentuarse aún más si la educación como bien común se torna irrelevante y disfuncional frente a la necesidad de formar a las nuevas generaciones en competencias polivalentes, flexibilidad cognitiva, resiliencia y una visión inter- y/o transdisciplinaria de los conocimientos”.

Por otro lado, Opertti esbozó que la educación, además de enfrentarse a los cambios que desencadena la cuarta revolución industrial, debe enfrentarse “a la imperiosa necesidad de reinventarse a la luz de cambios civilizatorios que afectan los modos de vivir, la coexistencia, el bienestar y el desarrollo entre sociedades, regiones, países, comunidades y afiliaciones”.

Visiones complementarias

Para “congeniar” esas tres miradas en busca de una transformación, Opertti complementa con seis visiones sobre el currículo y la pedagogía. En primer lugar, puntualiza en la necesidad de una educación “sustentada en visiones societales”, es decir, “que sustancien el tipo de educación que es requerida para cimentar, desarrollar y lograr efectivizar los imaginarios sociales que se persiguen”. Para Opertti, los imaginarios mencionados “son a la vez específicos a cada sociedad y comunes a preocupaciones universales que tienen que estar por encima de los particularismos o, si se quiere, como garantes de que estos últimos puedan desarrollarse y coexistir”.

Una segunda visión se ancla en una educación “que priorice como punto de partida y llegada la formación integral de la persona con foco en el bienestar socioemocional de cada alumna o alumno como soporte insoslayable de todo tipo de aprendizaje”. En tercer lugar, una educación basada “en visiones sistémicas que visualice el currículo como condición sine qua non, aunque no excluyente naturalmente de otras condiciones y procesos igualmente relevantes –por ejemplo, la formación y el desarrollo profesional docentes– de la calidad de la educación”.

Como cuarto punto, Opertti resalta la pertinencia de que la educación se sustente “en visiones del alumno y la alumna en que la prioridad reside, tal cual señala la Unesco, en que cada uno de ellos o ellas preocupe por igual”. Por otro lado, manifestó que la educación debe también sustentarse “en visiones comprehensivas del currículo que comprenda sus diversos procesos y recorridos” y, por último, que debe partir de las “visiones sobre los educadores que supongan repensar en profundidad sus perfiles, roles, formación y desarrollo profesional docente, así como visualizarlos y posicionarlos como coagentes de las propuestas educativas y curriculares”.

La incidencia del progresismo

A consideración de estos puntos, Opertti dedicó un subtítulo al progresismo en la educación y delineó algunos puntos para “un eventual repienso” del progresismo, que permita “incidir en las transformaciones educativas”. Destacó que no hay “una sola variante progresista de la educación” sino que, contrariamente, “se registra una pléyade de miradas y posicionamientos que, en general, no convergen en una agenda educativa potente, y que, asimismo, evidencian cierta debilidad en la capacidad de convencimiento y de convocatoria para plasmar cambios sostenibles y efectivos en las mentalidades, concepciones y práctica”.

Por eso es que Opertti señaló que, en primer lugar, “se trata de asumir que la construcción y el desarrollo educativo son procesos de puertas vaivenes con la sociedad, y que se diferencian claramente de posicionamientos corporativos, del origen y de la índole que sean”. Así, para Opertti, el progresismo “se compromete a plasmar en clave de complementariedad los valores de libertad, justicia, inclusión, cohesión, excelencia, equidad, solidaridad, cooperación y convivencia como ejes transversales a la educación”, y es por eso que “se trata de entender este conjunto de valores como igualmente significativos en su tratamiento e incidencia en la formación de los alumnos como personas”.

Asimismo, el especialista aseguró que el progresismo “supone, en efecto, un Estado garante del derecho a la educación cumpliendo un rol estratégico, articulador y de aseguramiento de la calidad” y que, por lo tanto, debería “poner más la mirada en cómo la conjunción de iniciativas y recursos desde ambientes de aprendizajes formales, no formales e informales, así como desde el Estado, la sociedad civil y el sector privado genera más equidad y calidad que visiones y prácticas estatocéntricas con ribetes hegemónicos”.

Por otro lado, manifestó que el progresismo debe “asumir que la disrupción ya no solamente es provocada por la cuarta revolución industrial, sino también y esencialmente por estilos de vida civilizatorios que ponen en riesgo la sostenibilidad planetaria a presente y futuro”. Al respecto, dijo que se evidencia entonces la necesidad “de repensar el para qué y qué de la educación y sus conexiones con el cómo, dónde y cuándo educar, aprender y evaluar”.

El progresismo “tendría que hacer un mea culpa”, afirmó Opertti. Es que, según el especialista, en varias ocasiones se ha enfocado “en mejorar las condiciones de trabajo y de dignificación del rol docente”, pero, “en cierta medida, no se ha tenido un énfasis similar en la comprensión del alumno y en cómo facilitar sus procesos de aprendizaje para igualar resultados”. Por último, señaló que “el progresismo tiene la oportunidad de renovar su prédica de larga data en cuanto a la necesidad de aumentar la dotación de recursos a la educación alineados con propuestas transformacionales encuadradas en visiones de largo aliento”.

“El desafío de la transformación de la educación a escalas globales y nacionales requiere de un progresismo audaz, propositivo, futurístico y con agendas que salgan del confort de reproducir discursos y prácticas que no aportan significativamente al bienestar y desarrollo de las generaciones jóvenes”, esgrimió. En caso de que esto no se produzca, para Opertti, “quedará el camino allanado para que otras posturas, en las antípodas de su pensamiento y acción, asuman el timón de la transformación”.

Diversidad y desigualdad

Dos puntos fueron reiterados en el libro: la importancia de la voz de los jóvenes y de prestar atención a la diversidad y las desigualdades. “El desafío parece estar en cambiar las maneras de entender la educación como un renovado contrato social de puertas vaivenes entre sistema educativo, jóvenes, sistema político y sociedad”, esbozó Opertti.

En el último capítulo, dedicado a “temas complejos y polémicos”, el especialista dedicó un subtítulo a las “oportunidades y desigualdades en educación” y manifestó que “una agenda que ambicione transformar la educación no debería repetir senderos ya recorridos consistentes en buscar mitigar y compensar las desigualdades por la vía de acciones principalmente focalizadas en grupos y personas categorizadas como vulnerables y que pueden cobrar una existencia y justificación propia independientemente de objetivos y metas universales que se tendrían que definir para todos los alumnos por igual”.

De acuerdo a su visión, es necesario “poner el foco en reducir, por un lado, las disparidades que impiden la consecución, progresión y completitud de los aprendizajes y, por otro, en apreciar y apuntalar la diversidad, que es un atributo indivisible de cada alumno y que resulta de la interacción de una multiplicidad de aspectos”. El camino es el “universalismo”, dijo, que significa “reducir disparidades y potenciar diversidades en marcos compartidos y vinculantes de valores y referencias”.

Otro de los subtítulos es “abrazar la diversidad en educación”. Para Opertti, esto implica, entre otras cosas, “cuestionar la idea de currículos y pedagogías prescriptos y altamente instruccionales que presuponen un perfil de alumno entendido como estándar, que esencialmente se trata de que los educadores transmitan contenidos y los alumnos los reciban”.

Según el especialista, “la diversidad interpela a los sistemas educativos a diversificar las maneras de enseñar, aprender y evaluar con el objetivo precisamente de fortalecer procesos que conduzcan a igualar en oportunidades, procesos y resultados”. En ese sentido, afirmó que lo ideal sería poder buscar integrar los enfoques educativos “para que tengan sentido para los alumnos y conecten con sus motivaciones atendiendo esencialmente a las múltiples vulnerabilidades de cada uno de ellos”.

Libre descarga

Conectando ideas y sensibilidades en educación está para descargar libremente en la página web de la UCU, en el siguiente enlace

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