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Actividad Feminismos y futuro: los escenarios de la pospandemia, el martes, en Sala Zavala Muniz del Teatro Solis.

Foto: Natalia Rovira

Un futuro feminista, más “igualitario”, “colectivo” e “inclusivo”

8 minutos de lectura
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Referentes feministas reflexionaron sobre los efectos de la pandemia en mujeres y disidencias e imaginaron posibles escenarios futuros.

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Leído por Abril Mederos.
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Los efectos de la pandemia no impactaron de la misma forma en todos los sectores de la sociedad. Las mujeres y las disidencias, en particular, fueron las más afectadas en todos los ámbitos de desarrollo. Hubo un incremento del desempleo y precarización del trabajo, una sobrecarga de las tareas de cuidado, obstáculos para el acceso a servicios de salud, y aumentaron las situaciones de violencia de género. Sobre estos impactos y los posibles escenarios a futuro hablaron ocho referentes feministas del movimiento social y la academia, en la actividad “Feminismos y futuro: los escenarios de la pospandemia”, organizada el martes por la diaria en la sala Zavala Muniz del teatro Solís, en el marco del Día del Futuro, y moderada por la periodista Carolina García.

Desempleo, precarización laboral y sobrecarga de cuidados

La primera parte del encuentro se centró en la discusión sobre los problemas que profundizó la emergencia sanitaria y el escenario actual en el que viven mujeres y disidencias. El primer punto de abordaje fue el trabajo. En ese sentido, Abigail Puig, integrante del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT, señaló que la pandemia tuvo “múltiples impactos” en el mundo laboral de las mujeres y dejó a la vista la desigual división del trabajo y la sobrecarga de cuidados sobre las mujeres.

Puig contó que, en el PIT-CNT, las medidas de confinamiento adoptadas por el gobierno para prevenir contagios dispararon las consultas por casos de violencia de género y otras “situaciones muy complejas” en los hogares que, para muchas, también pasaron a ser los lugares de trabajo.

Dijo además que el aumento del desempleo fue notorio. “Miles de compañeras fueron enviadas al seguro de paro” y los subsidios que se dieron “no fueron suficientes”, apuntó la sindicalista. Asimismo, sostuvo que otra gran cantidad de mujeres quedó “sin nada” porque vivían de trabajos informales o “changas” y no pudieron acceder a ningún tipo de subsidio desde el Estado. “El desempleo se materializa en cara de mujer”, expresó.

La economista Soledad Salvador, integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo y consultora de ONU Mujeres, sostuvo que la pandemia tuvo un mayor impacto sobre el trabajo de las mujeres que viven en el interior del país, por las condiciones necesarias para ejercer el teletrabajo y porque “las pautas de desigualdad de género están mucho más marcadas” fuera de la capital. De todas formas, dijo que la pobreza femenina es más alta en Montevideo que en el resto del país.

La investigadora explicó que la tasa de desempleo femenina “aumentó mucho y se disparó respecto de la masculina”, y resaltó que, si bien “los hombres también tuvieron una baja de la actividad laboral al comienzo de la pandemia”, después “vuelven al mercado y encuentran empleo”, mientras que las mujeres no, como quedó plasmado en un informe que publicó a mediados de año.

Para la economista, uno de los temas que más quedaron en evidencia fue la desigualdad en la división de las tareas de cuidados entre mujeres y varones. “Poner en el mismo lugar físico el trabajo y los cuidados nos transversalizó a todas. A las que menos les movió la aguja fue a las mujeres de los sectores más vulnerables, porque desde antes de la pandemia ya eran las encargadas de los cuidados y de resolver cómo encontrar un ingreso”, sostuvo.

Salvador dijo que “estamos yendo a una nueva normalidad que no cambia mucho la [situación] anterior a la pandemia”. En ese sentido, afirmó que, si el Estado considera que los sistemas de cuidado son “caros”, lo son mucho más para las mujeres que se hacen cargo.

Aumento de la violencia

“La respuesta del Estado ante el aumento de la violencia basada en género ha sido totalmente insuficiente”, reflexionó Carina Zeballos, integrante de la Intersocial Feminista, interrogada sobre los efectos de la pandemia en los niveles de violencia hacia las mujeres.

Zeballos recordó que, antes de la pandemia, “80% de mujeres ya declaraba haber vivido situaciones de violencia basada en género” y “386.000 niñas y niños vivían en hogares violentos”. Planteó además que en 2019 los prestadores de salud reportaron “un caso de violencia sexual por día, donde el 90% de los abusadores son varones integrantes de la familia”.

La activista destacó que la pandemia agudizó ese escenario, principalmente, por el aumento de 100.000 pobres entre 2019 y 2020, con 70% de mujeres, niñas, niños y adolescentes.

Por su parte, Laura Presno, del Encuentro de Feministas Diversas (EFD), señaló que el colectivo detectó una “falta de datos” en el registro de los femicidios durante la pandemia, específicamente en 2020, cuando se registró un descenso en la cantidad de estos crímenes en relación a 2019.

La representante del EFD también se refirió a la desaparición de mujeres. Sostuvo que, si bien el crecimiento de las redes de trata “es notorio”, no se puede afirmar que todas las desapariciones de mujeres estén vinculadas a situaciones de trata y explotación sexual en Uruguay, y tampoco es posible establecer un vínculo directo entre la pandemia y la cantidad de mujeres desaparecidas.

En esa línea, Presno reclamó “compromiso político en dar presupuesto real para que se puedan implementar como corresponde la ley de prevención y combate de la trata de personas y la ley integral de violencia basada en género”.

Derechos sexuales y reproductivos

“Ojalá que un virus pudiera resolver el sistema de opresión patriarcal milenario. La pandemia vino a dejar en evidencia todos los sistemas de desigualdad y opresión y, además, lamentablemente, también nos tocó con gobiernos conservadores, neoliberales, que no apuestan al Estado como garantizador de derechos”, señaló la directora de Mujer y Salud en Uruguay (MYSU), Lilián Abracinskas. En estas circunstancias, opinó que “lejos de salir mejor” de la pandemia, “muy probablemente” las mujeres terminen en una peor situación.

En relación a los derechos sexuales y reproductivos, Abracinskas dijo que la disminución de los servicios de atención en salud reproductiva en pandemia tuvo “costos rápidamente negativos y dramáticos”. “Por primera vez [desde que existe la ley de interrupción voluntaria del embarazo] falleció una adolescente por aborto”, señaló, y afirmó que “hasta ahora” las autoridades no han brindado información sobre la causa de muerte de la adolescente.

“En 18 meses de gobierno no nos recibió ninguna autoridad. Ya nos hartamos de pedir solicitudes de información, enviar datos, plantear las urgencias, alertar sobre la desatención y sus costos”, remarcó Abracinskas. “Además, tenemos la noticia de que profesionales objetores de conciencia están siendo nombrados como directores de salud sexual y reproductiva en los servicios públicos. Hoy hay una habilitación de hecho de que quienes se oponen a las decisiones de las mujeres pueden manifestarlo en las consultas y no hay un sistema fiscalizador”, denunció.

La situación de las personas afro y trans

La presidenta del Colectivo Trans del Uruguay (CTU), Colette Spinetti, dijo que le preocupa más el “uso político” que ha hecho el gobierno del coronavirus, que los efectos de la pandemia en sí. “Es un gobierno que recorta el presupuesto y las políticas sociales. Un gobierno fundamentalmente masculino, religioso y con discursos antiderechos”, criticó.

Spinetti dijo que un gran porcentaje de la población trans perdió su trabajo y otra cantidad de personas quedó expuesta a situaciones de empleo informal, precarizado y zafral, como reveló el estudio La situación de las personas trans residentes en Uruguay durante la emergencia sanitaria por covid-19, publicado en abril por el CTU.

Ese mismo estudio, realizado con base en entrevistas a 140 personas trans entre junio y agosto de 2020, reveló que dentro de este colectivo las mujeres trans fueron las más afectadas. Además, aumentaron las dificultades de las personas trans para acceder a servicios básicos y vivienda, y 49% de las personas entrevistadas sostuvo que no pudo mantener su alimentación.

Frente a esta situación, el CTU implementó diferentes medidas, como la olla popular trans que funcionó de marzo a setiembre de 2020 y la entrega de canastas de alimentos, que aún continúa. “Empezamos con 21 canastas y en este momento estamos en 427 canastas para personas trans de todo el país todos los meses”, planteó Spinetti.

Por su parte, Tania Ramírez, integrante del colectivo Mizangas Mujeres Afrodescendientes, consideró que la pandemia profundizó una situación que ya se había instalado con la llegada al poder de un gobierno “conservador, con sectores militares y religiosos que promueven el odio”, aunque resaltó que el racismo siempre existió. “El racismo estructural permanece. No existió y no existe ‒desde hace más de 500 años‒ ningún tipo de política que revirtiera la situación de desigualdad, de pobreza, de acceso a la vivienda, entre otros” de las mujeres afro. La activista aseguró que la población afro duplica las situaciones de pobreza y triplica las de indigencia, y que, con la pandemia, eso se “duplicó en ambos casos”.

Niñas, niños y adolescentes

Fabiana Condon, representante de la Asociación Nacional de Organizaciones No Gubernamentales Orientadas al Desarrollo (Anong) y el Comité de Derechos del Niño Uruguay, planteó la evidencia recogida por las organizaciones que demuestra que las niñas, niños y adolescentes (NNA) “no han sido considerados un sujeto político relevante” a la hora de tomar decisiones en relación a la pandemia.

“La covid-19 es un virus que no afecta principalmente a las infancias y adolescencias y, sin embargo, las decisiones políticas de la no presencialidad en los centros educativos y centros de la salud, y la falta de políticas públicas específicas para atender la violencia hacia NNA en contextos de aislamiento, muestra el profundo desconocimiento de los NNA como sujetos de derecho y de los problemas que los afectan”, planteó.

Condon señaló que, incluso antes de la pandemia, Anong ya había advertido sobre situaciones de vulneración de los derechos y la necesidad de acciones específicas para atender las “situaciones graves de violencia que viven los chiquilines dentro de sus casas, violencia familiar, abuso sexual, explotación sexual, embarazos y maternidades forzadas”. Esas situaciones se agravaron con el encierro. Además, señaló que aumentó la pobreza infantil. “Los NNA siguen estando solos de alguna manera, porque es el Estado el que no responde”, afirmó. 

Las miradas sobre el futuro

La segunda parte de la actividad abordó los desafíos de los feminismos y los posibles escenarios futuros para mujeres, disidencias e infancias. La primera en hablar fue Ramírez, quien sostuvo la necesidad de pensar en “democracias más amplias” e instaurar nuevas formas de organización política como, por ejemplo, las “candidaturas colectivas”, que irrumpen con la lógica actual y permiten que los feminismos puedan asentarse en lugares de poder, desde donde garantizar los derechos de todas y todos. “El desafío desde los movimientos sociales es pensar cómo podemos empezar a formar parte activa no solamente en el proceso de diseño, implementación, acompañamiento y monitoreo de políticas públicas, sino en estar en lugares de toma de decisión”, dijo la integrante de Mizangas.

En la misma línea, Salvador consideró que la sociedad debe encaminarse a formas de organizaciones más “colectivas e igualitarias” y que, en ese sentido, hay “mucho que aprender de las comunidades afro e indígenas”. “No hay que esperar por el Estado o que sean otros los que te provean los servicios, sino también autoproveerse”, dijo la economista.

Por su parte, Puig abogó por reivindicar las movilizaciones sociales y la lucha social como un acto político que “está bien” y llamó a “seguir por ese camino”. Otro aspecto que resaltó fue la necesidad de “amplificar” las voces de las organizaciones sociales y de otros sectores, frente al escenario “del retroceso y del recorte”.

Presno señaló que, para el crecimiento de los movimientos sociales, también es necesaria la “circulación libre y abierta de la información y los saberes” y apostar a otros espacios de acción, como la virtualidad.

A su turno, Zeballos manifestó que en el proceso de “deconstrucción cultural y estructural del sistema capitalista, patriarcal y machista”, es central pensar en el sistema educativo, que tiene que incluir temas como “la violencia basada en género” o “las situaciones de la violencia hacia NNA” y reforzar la educación sexual integral.

Para Spinetti, el futuro deseado es uno en el que a las personas trans no se les quite “la dignidad de ser humanas y humanos” y tengan “derecho a vivir no sólo hasta los 35 años”. “Quiero pensar en un futuro donde, primero, se nos vea como personas”, expresó.

Condon invitó a las mujeres presentes a revisar los lugares de privilegio que ocupa cada una e incluir la visión de niñas, niños y adolescentes dentro de las organizaciones sociales para atender sus demandas.

En tanto, para Abracinskas, es central pensar en cómo enfrentar las “narrativas que reconstituyen un sistema patriarcal de una manera que es fácilmente asimilable”. “El feminismo trae sociedades inclusivas, justas, no discriminatorias, donde la resolución de los conflictos no sea de forma violenta y donde el poder no se ejerza de manera abusiva”, resumió Abracinskas; “el feminismo no es sólo una revolución milenaria emancipadora, es la posibilidad de evolución como humanidad”.

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