Si el feminismo es una herramienta que permite pensar sociedades más justas e igualitarias, construir juntas, pensar juntas, resistir juntas, ¿es un gobierno feminista el camino adecuado? Si en el pasado otras imaginaron que las que venían después podían votar, trabajar, ocupar cargos de decisión, ¿qué toca imaginar para las generaciones que vienen?
En el marco de un nuevo 8M, especialistas invitadas por la diaria ejercitan la imaginación al responder qué tan posible es un gobierno feminista en tiempos de reacción política y avances conservadores, de neocolonialismo y posverdad. Ellas son Verónica Pérez Bentancur, politóloga especializada en política comparada en América Latina; Mariella Mazzotti, magíster en Ciencia Política y exdirectora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres); Magdalena Furtado, directora de Programas de ONU Mujeres en Uruguay; y Patricia González Viñoly, politóloga y presidenta de la Comisión de Género y Feminismos del Frente Amplio (FA).
¿Qué es un gobierno feminista?
Furtado comienza por lo esencial: dice que un gobierno feminista es el que prioriza la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. “Un gobierno donde las mujeres puedan ocupar cargos de decisión, proponer y liderar políticas públicas que apunten a cerrar las brechas que hay entre hombres y mujeres”.
Mazzotti aporta otras dimensiones. Para ella, estas políticas públicas deben incorporar una perspectiva cultural que promueva la diversidad, el ambientalismo y el antirracismo, agendas centrales para un gobierno feminista, que debe garantizar la participación popular con capacidad de incidencia.
Un gobierno feminista es el que “propone perspectiva feminista en cada una de las discusiones que se den”, considera González, y pone como ejemplo el eje seguridad y cárceles. Allí donde caben discusiones sobre las mujeres presas con sus hijos o la alta incidencia de hombres privados de libertad. La politóloga espera de un gobierno de este tipo que pueda elaborar estrategias para que todas las personas tengan la posibilidad de construir los proyectos de vida que desean. Por eso imagina “un gobierno que te aliente y te banque mientras construís tu proyecto de vida, criás a tus hijos, estudiás y accedés a tus primeros empleos”. Un gobierno que “recaude y redistribuya”.
Pérez Bentancur: un gobierno feminista “está sujeto a quien gobierna”
Las especialistas consultadas aseguran que el contexto actual no parece propicio para el desarrollo de un gobierno feminista. “En términos comparados, la experiencia muestra que los avances en igualdad de género no son lineales ni van hacia más”, dice Pérez Bentancur.
Muchos son los países que han logrado avances sustantivos en la igualdad de género; sin embargo, la politóloga considera que “no son para siempre”. Esto quedó demostrado en 2022 cuando la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos anuló la sentencia Roe vs. Wade, que garantizaba el derecho al aborto en el país desde 1973.
A partir de 2015, se empezaron a profundizar las reacciones conservadoras en Occidente hasta llegar a la actualidad, cuando figuras de máxima representación política como los presidentes Donald Trump y Javier Milei hacen eco de discursos de odio y misoginia y niegan la desigualdad de género, así como la producción científica que la comprueba, dice la politóloga. En Uruguay, estas figuras, aunque mucho más atenuadas, aparecen desde 2019 en Cabildo Abierto, Identidad Soberana y algunos integrantes del Partido Nacional.
En este contexto, Pérez Bentancur asegura que un gobierno feminista está sujeto a las coaliciones políticas existentes o a quien gobierne. Por eso es necesario establecer “qué acuerdos políticos podemos construir para que algunos mínimos sean posibles. Construir mínimos que no se van a tocar, porque tocarlos es afectar directamente los derechos humanos”, explica.
González: “No creo que haya síntesis en el feminismo”
“En Uruguay estamos en un momento de desarticulación del movimiento feminista y de sus agendas, no tenemos claro un rumbo común”, apunta González. Al ataque de las derechas le suma un discurso de la izquierda más conservadora que cree que los feminismos fueron demasiado lejos en sus conquistas. La misma reacción que hubo cuando el movimiento de mujeres conquistó el derecho al voto o accedió al mercado laboral.
A pesar de este caos y desorden, ella cree necesario repensar procesos y aprovechar las ventanas de imaginación y utopía que hay en todo momento histórico: “El feminismo es una puerta para imaginar un mundo en el que no viven bien sólo unos pocos. Somos responsables en converger con otros movimientos, como el LGBTI+, el antirracista, el ambientalista, el sindical, para imaginar mundos nuevos”.
En esta deriva, la politóloga considera que “declarar feministas a las organizaciones, incluido el Estado, es un error”. Para ella, el feminismo es un movimiento que está obligado a disputar el sentido: “Existimos para dar la discusión, no traemos recetas de problemas resueltos”. Porque un gobierno feminista, de alguna forma, declara feministas a todos sus integrantes y, según González, en el FA no son todos feministas. “Yo no construyo sólo con feministas, y está bien”, agrega.
Según ella, “pensar, en clave totalizante, que todos somos feministas es un error porque no creo que haya síntesis en el feminismo”. Agrega que en los espacios institucionalizados hay que “intentar tensionar entre las diferentes posturas sin romper todo ni querer que todos piensen como nosotras”. Por eso dice: “Creo que los avances se pueden hacer sin declaraciones como la de un gobierno feminista; se avanza más sin esas declaraciones. Sí creo en un gobierno con perspectiva feminista, en estructuras transversales poderosas y en que cada ministerio tenga sus direcciones de género”.
Furtado: “Jerarquizar al ente rector de las políticas de género”
Furtado encuentra al menos tres desafíos para un gobierno feminista en los tiempos que corren. Porque a la reacción conservadora y el retroceso de derechos a nivel mundial le suma el desafío de pasar de la intención a la acción, para la que se necesitan recursos y, sobre todo, voluntad política. Para ella, una forma de materializar esa voluntad es jerarquizando al ente rector de las políticas de género. “Es muy importante que se siente en la mesa de toma de decisiones”, dice. Y, para eso, no necesariamente se necesita un Ministerio de la Mujer.
En Uruguay, el Inmujeres, actualmente dirigido por Mónica Xavier, funciona en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social. “No está asentado en el gabinete ni tiene autonomía presupuestaria; debería jerarquizarse”, explica Furtado. ONU Mujeres ha monitoreado el rango jerárquico de los entes rectores de las políticas de género de los diferentes países de América Latina, por lo que Furtado asegura que varía según cada período de gobierno. En el caso del Inmujeres, siempre estuvo bajo porque ninguna administración lo jerarquizó.
Sin embargo, a pesar de que “tiene un rango bajo, coordina tres consejos en los que participan ministros y subsecretarios: el Consejo Nacional de Género, el Consejo Nacional de Lucha contra la Violencia Doméstica, y el Consejo Nacional de Prevención y Combate a la Trata y Explotación de las Personas. Esto es contradictorio porque, teniendo menor rango, se sienta en las mesas a coordinar con altos cargos”, considera la representante de ONU Mujeres.
Mazzotti: “Los municipios son gobiernos de cercanía”
En Uruguay, como en la mayoría de los países del mundo, las instituciones del Estado están organizadas jerárquicamente. Son estructuras verticales donde el mando principal, más allá de su género, es el que tiene la última palabra. Mazzotti considera que esta concepción patriarcal de la sociedad y de sus instituciones está lejos de la forma como debería organizarse un gobierno feminista.
“La cuestión del ejercicio del poder es central: de qué manera se conforman los equipos de gobierno y cuáles son sus prioridades. Debería plantearse una reestructura del Estado que propicie un trabajo en red y más federativo, que incluya a las organizaciones de la sociedad civil”, explica Mazzotti. Pero asegura que sólo conoce la teoría y ningún caso práctico.
En cambio, a la magíster en Ciencia Política sí le resulta más viable pensar en gobiernos locales feministas, porque “los municipios son gobiernos de cercanía, con estructuras más recientes y menos tradición”. Según ella, los municipios en Montevideo no tienen una estructura patriarcal tan firme y en los barrios hay organizaciones locales muy activas, por lo que “es posible generar espacios de diálogo e incidencia”.
Mazzotti pone el ejemplo del Municipio B, con la alcaldesa Silvana Pissano, que se define feminista y ha impulsado la agenda de género, de igualdad, antirracista y ambientalista, así como diversos espacios de participación.
Utopía necesaria
Cuando Pérez Bentancur dice que, en un contexto de conservadurismo y regresión, hay que lograr acuerdos mínimos que no se puedan vulnerar porque eso significa vulnerar los derechos humanos, piensa en la Bancada Bicameral Femenina.
A pesar de la baja representación de mujeres persistente en la política uruguaya, esta herramienta de articulación permitió a legisladoras de todos los partidos lograr consensos políticos durante 20 años. “La ley de violencia doméstica y la Ley de Cuotas salieron de ahí. Casi todas las mujeres políticas han estado a favor de una legislación que permita mejorar la participación política de las mujeres”, explica la politóloga. Como dice Furtado: “La sociedad uruguaya está preparada para ver a mujeres en cargos de decisión, pero los mayores obstáculos están en las estructuras partidarias”.
Un gobierno feminista podría no ser el camino para lograr más participación de mujeres en la política ni llegar a los acuerdos que la sociedad necesita para avanzar en medio de tiempos convulsos. Apelar a la tradición de consensos políticos, jerarquizar al ente rector de las políticas de género y dotar de perspectiva feminista a las instituciones parecen ser caminos certeros. Redistribuir el poder de forma más equitativa sigue siendo una utopía necesaria.