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Emmanuel Macron y Paul Biya en el palacio presidencial en Yaundé, Camerún, el 26 de julio.

Foto: Ludovic Marin, AFP

Traspié de Macron en Camerún

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París cuida a los regímenes autoritarios.

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Pensado para contrarrestar la creciente influencia de Rusia en África, el viaje relámpago del presidente francés a Camerún, a fines de julio, evidenció las relaciones de Francia con los dirigentes menos frecuentables del continente. Este error refleja el nerviosismo de París, que debe reponerse de sus reveses diplomáticos y reconquistar porciones de mercado frente a China.

Del viaje del presidente francés Emmanuel Macron a África –Camerún, Benín, Guinea Bissau, del 25 al 28 de julio– se recordará sobre todo la conferencia de prensa acordada con su homólogo camerunés Paul Biya en Yaundé el 26. Sorprendentes cuando se conoce la obsesión del jefe de Estado europeo por la comunicación, las imágenes de ese número de duetistas desfasados despertaron la incomprensión y la ira en el continente y en sus diásporas.1 Ante las cámaras, Macron permaneció estoico –de modo desvergonzado– cuando el presidente camerunés esquivó la molesta pregunta de un periodista sobre su eventual candidatura a un enésimo mandato en 2024. Colmo del malestar: el mandatario francés repitió él mismo la interrogante dirigida al autócrata que, un poco sordo y afectado por su edad, no la había escuchado.

En el poder desde hace 40 años, reelecto gracias a escrutinios tan discutidos como discutibles y a la cabeza de uno de los países más corruptos del mundo,2 con frecuencia acusado por los abusos de su policía y de su Ejército (en particular en las zonas anglófonas del país), Biya gobierna el emblema testigo de lo que fue –y aún sigue siendo, a veces– la “Franciáfrica”: un país independiente en lo superficial, una economía bajo la tutela del franco de la Comunidad Financiera Africana (CFA) que beneficia los intereses franceses, una administración autoritaria librada a sí misma bajo la mirada indulgente de París, etcétera.3 En su página de Facebook, el 28 de julio, el escritor camerunés Eugène Ébodé denuncia el regalo hecho al régimen: “Francia vino tragándose todos sus ropajes moralizadores: derechos del hombre, Estado de derecho, gobernanza, crisis anglófona… Emmanuel Macron, quien pretendía darle lecciones a Paul Biya, se inclinó ante él”.

¿Cómo explicar semejante desastre comunicacional, que el paso por Benín y luego por Guinea Bissau, algunas horas después, no pudo borrar? La diplomacia francesa está preocupada e irritada. En unos años se acumularon las invectivas contra los intereses del Hexágono [como se conoce al país europeo por la forma aproximada de su mapa] y los signos de una pérdida sensible de influencia. China es hoy el primer socio comercial de la mayor parte de las antiguas colonias francesas, con excepción de Chad, Nigeria, Senegal y Túnez. La participación relativa de Francia en el mercado en el continente pasó de 15 a 7,5 por ciento entre los años 2000 y 2020.4 Alemania es, desde 2018, el primer proveedor europeo de África. Bofetada simbólica: en junio de 2022, en ocasión de una cumbre en Kigali (Ruanda), Togo y Gabón adhirieron a la Commonwealth [la antigua Mancomunidad Británica de Naciones], considerada, en lo comercial, más dinámica que la zona francófona.5

“Hipocresía”

Pese a sus esfuerzos, París tampoco obtuvo el apoyo de la mayor parte de los países de su antiguo patio trasero –entre ellos, Camerún– para las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas que condenaban la guerra en Ucrania. Más difícil aún de aceptar, mientras la fuerza Barkhane6 se retira de Malí con un fracaso (y 59 soldados muertos) ante el auge de sentimientos antifranceses, Rusia multiplica los acuerdos de cooperación militar en el continente. De hecho, la firma en el Kremlin, el 12 de abril, de un acuerdo de defensa y seguridad entre Moscú y Duala, habría provocado el paracaidismo presidencial de fines de julio en Camerún.

Destinado a “marcar la continuidad y la constancia del compromiso del presidente de la República en el camino de renovación de la relación con el continente africano”, según el Elíseo, el viaje más bien aportó la demostración inversa, particularmente cuando el presidente Macron denunció la “hipocresía” de los países africanos que se niegan a calificar claramente la agresión de Moscú contra Ucrania. Una acusación que traduce una forma de desprecio paternalista. Aun cuando estos países desearan cuidar a su nuevo aliado ruso y a su amigo chino, acaso la complacencia de París respecto de Arabia Saudita, que perpetúa una guerra asesina en Yemen, ¿no responde a la misma “hipocresía”? El presidente Macron, por otra parte –en otra imagen desastrosa– abandonó con rapidez Guinea Bissau el 28 de julio para recibir con gran pompa al príncipe heredero saudita Mohamed ben Salman en París. Asimismo, denunciar una rusa “imperial” y “colonial” cuando se preside un país que le torció el brazo a la Unión Africana para imponer una intervención militar en Libia en 20117 es propio de una forma involuntaria de comedia que no causa gracia, dado que una de las consecuencias más duraderas de dicha expedición es el auge del yihadismo en el Sahel. Es también la razón por la cual, pese al esfuerzo material, humano y financiero –mil millones de euros por año–, las poblaciones africanas se vuelven contra la operación Barkhane.8 Paradoja, como lo confiesan a veces sin vergüenza los occidentales presentes en el continente: “Mientras que Francia hace el trabajo sucio de la seguridad, nosotros hacemos negocios”.

La real pérdida de influencia de Francia en África llama al análisis clínico más que a señalar con dedos vengadores: con una industria en declive, no puede satisfacer, por ejemplo, las necesidades de los países africanos en bienes de equipamiento, algo a lo que China, por su parte, sí puede responder. La propaganda rusa y china, que ciertamente es mentirosa cuando convierte a Francia en la causa de todos los males del continente, comenzando por el “mal desarrollo”, da en el blanco porque París se identifica con el neoliberalismo destructor promovido por las instituciones financieras internacionales y la Unión Europea. En efecto, lejos quedaron los tiempos en los que, frente a sus socios europeos concentrados en el auge del comercio mundial, Francia se convertía en el defensor de la ayuda al desarrollo, como señaló el antiguo comisario europeo Edgar Pisani.9 Buscando desviar el tiro de las acusaciones de neocolonialismo, el presidente Macron ubica ahora su política en África bajo el estandarte de una cooperación “euroafricana”, sin medir que ata aún más la suerte de Francia a un Occidente cada vez más discutido. “No creo en un sentimiento específico antifrancés –confía el escritor senegalés Mohamed Mbougar Sarr, laureado con el premio Goncourt–. Es una ira general, más difusa, nacida de diversas frustraciones y de una profunda desesperación, que engloba la suspicacia y la desconfianza respecto de las élites políticas francesas [...] Sobre todo, anima a los africanos más jóvenes. Su ira no se dirige sólo contra Francia, sino contra el imperialismo bajo todas sus formas, que los priva de todo horizonte”.10

Como ocurre a menudo, el presidente Macron piensa resolver los problemas de fondo por medio de operaciones de comunicación. Después de la cumbre África-Francia de Montpellier, en octubre de 2020, una verdadera operación de márketing para la “marca” Francia, la “restitución” a Benín de bienes culturales expoliados por los ejércitos coloniales, por cierto demandada por las autoridades locales, también respondió a una estrategia de imagen. Pero un gesto, por justo que sea, no puede hacer olvidar las elecciones políticas. La visita del presidente francés el reciente 27 de julio al Museo Nacional de Cotonú, donde se exponen ya las obras repatriadas, se produce cuando Benín, pionero de la democratización del continente después de la caída del Muro de Berlín, se hunde en el autoritarismo. Algún tiempo atrás, en octubre de 2020, Francia reconoció la elección –que violaba la Constitución– del jefe de Estado marfileño Alassane Dramane Ouattara para un tercer mandato; el presidente Macron llegó incluso a legitimar, por medio de su presencia, la sucesión, también anticonstitucional, del chadiano Idris Déby Itno en 2021. ¡Qué contraste con el discurso virtuoso y pletórico en promesas pronunciado en Uagadugú el 28 de noviembre de 2017, en el cual Macron afirmaba que su “rol” era “estar junto con aquellos que trabajan, de modo cotidiano, para hacer irreversibles la democracia y el Estado de derecho”!.11

Anne-Cécile Robert, de la redacción de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Pablo Rodríguez.


  1. Cf. Gorgui Wade Ndoye, “L’Afrique ne peut pas, plus, maintenir les mêmes relations d’avant”, Continent premier, Ginebra, 27-7-2022. 

  2. “Corruption : le Cameroun demeure parmi les pays les plus corrompus au monde en 2021”, Ecomatin.net, 26-1-2022. 

  3. Leer a Christine Holzbauer, “Separatismo y espiral de violencia en Camerún”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2018. 

  4. Hervé Gaymard, “Relancer la présence économique française en Afrique”, informe para el ministro de Europa y de Asuntos Exteriores y para el ministro de Economía y Finanzas, París, abril de 2019. 

  5. Peter Fabricius, “La France est-elle en train de perdre du terrain en Afrique?”, Institute for Security Studies Africa (ISS Africa), 8-7-2022. 

  6. Operación de las Fuerzas Armadas de Francia, Malí, Burkina Faso, Níger y Mauritania en la región africana del Sahel. 

  7. Véase Jean Ping, “¿Era necesario matar a Gadafi?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2014. 

  8. Véase Romain Mielcarek, “Inconfesable derrota francesa en el Sahel”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, junio de 2022. 

  9. Entrevista otorgada a Grain de Sel, junio-agosto de 2007. 

  10. Entrevista otorgada a Jeune Afrique, enero de 2002. 

  11. “Discours d’Emmanuel Macron à l’Université de Ouagadougou”, www.elysee.fr, 28-11-2017. 

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