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Marcha del Silencio, el 20 de mayo, en Montevideo.

Foto: Camilo dos Santos

Con la identificación de Amelia Sanjurjo, son siete los restos de detenidos desaparecidos encontrados hasta el momento en Uruguay

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A los seis hallazgos que se han logrado desde 2005, cuando se habilitó el trabajo del Grupo de Investigación en Antropología Forense, se suma el de Roberto Gomensoro, hallado en marzo de 1973.

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Este martes, luego de varios meses de investigación, la Fiscalía especializada en Crímenes de Lesa Humanidad, encabezada por el fiscal Ricardo Perciballe, confirmó que los restos encontrados en el Batallón 14 de Toledo en junio de 2023 pertenecen a Amelia Sanjurjo Casal, desaparecida el 2 de noviembre de 1977, cuando tenía 41 años y llevaba en el vientre a su primer hijo.

En ese momento vivía en el barrio Colón de Montevideo y trabajaba en la editorial Mundo Libro. Militante del Partido Comunista (PCU), fue secuestrada en un operativo de la OCOA. Según testigos, su voz se eschuchó en el centro de detención y tortura de La Tablada.

Se trata del sexto hallazgo realizado por el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) desde 2005, cuando comenzó su trabajo luego de que el gobierno de Tabaré Vázquez firmara un convenio con la Universidad de la República (Udelar).

Antes de ese hito, en los primeros 20 años de democracia desde 1985, el único avance en materia de identificación de restos de detenidos desaparecidos en Uruguay fue la identificación de los restos de Roberto Gomensoro, los cuales, si bien habían aparecido en marzo de 1973 flotando en el lago de Rincón del Bonete, recién pudo ser identificado en 2002 gracias a que su cráneo había sido conservado por el médico forense.

Los otros uruguayos detenidos desaparecidos identificados antes de 2005 fueron hallados en Argentina a partir del trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.

Batallón de Infantería 14

En el Batallón de Infantería 14, mismo lugar donde en 2023 se encontraron los restos de Amelia Sanjurjo, ya se habían encontrado los restos de dos detenidos desaparecidos. El primero de ellos fue Julio Castro, el 21 de octubre de 2011. El entonces secretario de la Presidencia del gobierno de José Mujica, Alberto Breccia, confirmó el 1° de diciembre que se trataba del conocido maestro, periodista y fundador del semanario Marcha. Se supo por la investigación forense que tenía una de sus costillas fracturadas y que fue ejecutado de un disparo en la cabeza. Hasta entonces, a causa de lo expuesto por los militares ante la Comisión para la Paz, se creía que sus restos habían sido arrojados al Río de la Plata.

Castro había sido detenido en 1974, junto a Hugo Alfaro, Juan Carlos Onetti y Mercedes Rein, por la publicación del cuento “El guardaespaldas”, de Nelson Marra. Tres años más tarde, en la mañana del 1° de agosto de 1977, lo secuestraron cuando salía de la casa de su amigo Efraín Quesada, en el barrio La Mondiola. Fue interceptado por dos hombres que lo obligaron a subirse a un auto, mientras otro se apoderaba de su camioneta.

Julio César Barboza, exsoldado, integrante del Servicio de Información y Defensa y participante en la detención, contó ante la Comisión Investigadora Parlamentaria que lo llevaron a “la cárcel de la calle Millán y Loreto Gomensoro”, conocida como la Casona de Millán. Por otro lado, el periodista brasileño Flavio Tavares, entrevistado por el semanario Brecha, dijo que presenció su primera noche detenido. Los militares, que lo llamaban “el veterano” -tenía 68 años en ese momento-, le preguntaron si era “algo” de Fidel Castro, y reconocieron por sus quejidos de dolor que estaba “jodido” de salud. Luego no se supo nada más de él.

También en el Batallón 14, a pocos metros de donde estaba enterrado Castro, el 15 de marzo de 2012 fueron descubiertos los restos de Ricardo Blanco, militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) e integrante de la Agrupación de Usinas y Teléfonos del Estado (AUTE) y del Plenario Intersindical en Mercedes.

Si bien era oriundo de Soriano, desde 1976 vivía en Montevideo. Allí, en su casa ubicada en Sayago, donde además tenía un almacén, lo detuvieron tres hombres vestidos de civiles la mañana del 15 de enero de 1978. Quienes lo vieron, su sobrina y su pareja, y Carlos Aguilera, empleado del comercio, contaron que se lo llevaron en un Ford blanco con techo negro y montaron una “ratonera” en el lugar, gracias a la que días después secuestraron a Ángel Gallero. Juntos estuvieron detenidos en la Casona de Millán y La Tablada, ambos centros clandestinos de detención y tortura.

De acuerdo al estudio antropológico, Blanco murió en un escenario violento. Según lo expuesto en la web gubernamental, “encontraron sus restos cubiertos por cal, dos bolsas abiertas de ese material, un casquillo de bala, restos de vestimenta y varios segmentos de tanza”. A la vez, determinadas características antropométricas de su cuerpo -un desvío lateral de su nariz, un traumatismo en el parietal izquierdo, una asimetría en la mandíbula y una alteración al caminar o intenso uso de la pierna derecha- fueron las que hicieron posible su identificación.

Batallón de Infantería 13

Antes de Amelia Sanjurjo, la última noticia había sido el hallazgo de los restos de Eduardo Bleier, descubiertos el 27 de agosto de 2019 en el Batallón de Infantería 13 y reconocidos el 21 de octubre. Odontólogo de profesión, militaba en el Partido Comunista (PCU) desde su juventud. Cuando lo secuestraron, el 29 de octubre de 1975, tenía 47 años y se encontraba clandestino.

Se sabe que era de noche -entre las 21.00 y las 22.00- y que estaba en la calle, pero no se conocen personas que hayan presenciado el momento. Sin embargo, sí existen testigos de su reclusión: fue visto por Rita Ibarburu y Sara Youtchak en el centro clandestino de detención y tortura de Punta Gorda, conocido como 300 Carlos R o Infierno Chico, y por José Wolman y Alcides Lanza en el centro clandestino de detención y tortura 300 Carlos, también llamado Infierno Grande.

Según su ficha, los cuatro admitieron haber presenciado sus “salvajes torturas” y hasta lo vieron con una máscara de oxígeno. Además, Vilma Antúnez contó que el 7 de noviembre de 1975 en el 300 Carlos lo tiraron por una escalera y luego lo golpearon.

Bleier estaba en la lista de 13 detenidos que podían encontrarse en la zona, ubicada a pocos metros del arroyo Miguelete, luego de la aparición de Fernando Miranda el 2 de diciembre de 2005. Escribano y también militante del PCU, sus restos fueron encontrados como consecuencia de que el entonces secretario de Presidencia, Gonzalo Fernández, recibiera un sobre cerrado y enviado en forma anónima con un croquis y un pequeño plano, ambos dibujados a mano, que detallaban el lugar de su enterramiento.

30 años antes, el 30 de noviembre de 1975, Miranda se encontraba fuera de su casa por un viaje a Punta del Este cuando un llamado de su esposa lo advirtió de la visita de efectivos policiales que preguntaban por él. Ante esto, decidió volver de inmediato. Al llegar, lo esperaban dos personas de particular que lo detuvieron y trasladaron en una camioneta hasta el 300 Carlos, centro de detención clandestino del Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). La última vez que lo vieron con vida fue en los primeros días de diciembre y estaba en el 300 Carlos. Según se desprende de su ficha, disponible en la web de Sitios de Memoria, mientras era conducido a un interrogatorio recibió un golpe en la nuca que lo dejó inconsciente y falleció menos de dos días después.

Chacra de Pando

Las detenciones de Miranda, Bleier y Ubagesner Chaves Sosa se dieron en el marco de la Operación Morgan, desplegada por el OCOA, que detuvo y desapareció a diez integrantes del PCU. Los restos de Chaves Sosa, por su parte, fueron encontrados en el lugar conocido como la Chacra de Pando el 29 de noviembre de 2005. Este es el primer hallazgo desde que se firmó el convenio y entró en acción el GIAF.

A Chaves lo habían ido a buscar dos veces antes de su desaparición. La primera fue el 24 de febrero de 1976, cuando integrantes de las Fuerzas Conjuntas se presentaron en su casa durante la madrugada y, como sólo encontraron a su esposa, Isidora Musco, se quedaron más de un día esperándolo. Tres meses después, el 20 de mayo, las mismas personas acudieron al domicilio de sus suegros y los amenazaron con llevarse a Musco en caso de que Chaves siguiera sin aparecer. Más adelante, a cuatro días de que pasara a la clandestinidad, fue detenido en el barrio Aires Puros, cuando fue a dejarle a un vecino un regalo para su hija Valentina, que ese día cumplía tres años. El secuestro tuvo lugar en la calle Vaimaca, a dos cuadras de su hogar, a las cinco de la tarde.

Hubo testigos que presenciaron el momento y contaron que lo subieron a una camioneta del Ejército, hablando en clave. Su esposa, que en junio del mismo año fue interrogada sobre las actividades de Chaves en la base aérea de Boiso Lanza, dijo ante la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre Personas Desaparecidas que lo vio allí. Estaba parado y encapuchado, con manchas de sangre, se le doblaban las piernas y parecía querer apoyar la cabeza contra la pared porque “se le caía”. Mientras, una custodia le gritaba: “¡No, firme, derecho!”.

La Chacra de Pando fue utilizada por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros a inicios de 1970, y en 1972 pasó a manos de la Justicia militar. Por información brindada por la Fuerza Aérea, que decía que allí estaban enterrados Chaves y José Arpino Vega, fueron excavados los 8.800 metros cuadrados del lugar por el GIAF. Los arqueólogos manifestaron que “agotaron las áreas indicadas por informantes directamente involucrados en los casos”, aunque el cuerpo de Arpino nunca apareció.

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