“Era la dolorosa prueba de que todo lo denunciado era verdad”, escribió en un comunicado publicado en 2015 el colectivo de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos al referirse al 29 de noviembre de 2005, día en que se encontraron restos humanos en un lugar conocido como la Chacra de Pando. El 21 de junio de 2006 se confirmó que pertenecían a Ubagesner Chaves Sosa, obrero metalúrgico y militante del Partido Comunista, desaparecido el 28 de mayo de 1976.

A Chaves, nacido en Rivera el 15 de febrero de 1938, lo habían ido a buscar dos veces antes de su desaparición. El 24 de febrero de 1976 integrantes de las Fuerzas Conjuntas se presentaron en su casa durante la madrugada y, como solo encontraron a su esposa, Isidora Musco, se quedaron más de un día esperándolo. Tres meses después, el 20 de mayo, las mismas personas acudieron al domicilio de sus suegros y los amenazaron con llevarse a Musco en caso de que Chaves siguiera sin aparecer. Más adelante, a cuatro días de que pasara a la clandestinidad, fue detenido en el barrio Aires Puros, cuando fue a dejarle a un vecino un regalo para su hija Valentina, que ese día cumplía tres años. El secuestro tuvo lugar en la calle Vaimaca, a dos cuadras de su hogar, a las cinco de la tarde.

Hubo testigos que presenciaron el momento y contaron que lo subieron a una camioneta del Ejército, hablando en clave. Su esposa, que en junio del mismo año fue interrogada sobre las actividades de Chaves en la base aérea de Boiso Lanza, dijo ante la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre Personas Desaparecidas que lo vio allí. Estaba parado y encapuchado, con manchas de sangre, se le doblaban las piernas y parecía querer apoyar la cabeza contra la pared porque “se le caía”. Mientras, una custodia le gritaba: “¡No! ¡Firme, derecho!”.

La Chacra de Pando, en donde se encontraron sus restos, fue utilizada por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros a inicios de 1970, y en 1972 pasó a manos de la Justicia militar. En el marco de un acuerdo entre el Grupo de Investigación de Antropología Forense (GIAF) de la Universidad de la República y el gobierno de Tabaré Vázquez, y a partir de información brindada por la Fuerza Aérea que decía que allí estaban enterrados Chaves y José Arpino Vega, fueron excavados los 8.800 metros cuadrados del lugar. Aunque los arqueólogos manifestaron que “agotaron las áreas indicadas por informantes directamente involucrados en los casos”, el cuerpo de Arpino nunca apareció.

El siguiente hallazgo fue el del escribano Fernando Miranda, militante del Partido Comunista del Uruguay (PCU). En 2005, el entonces secretario de Presidencia, Gonzalo Fernández, recibió un sobre cerrado y enviado en forma anónima con un croquis y un pequeño plano, ambos dibujados a mano, que detallaban el lugar de su enterramiento. Tiempo después, el 2 de diciembre del mismo año, se encontraron restos al norte de la cancha de fútbol del Batallón de Infantería 13, en una zona arbolada. A los tres meses un informe de Policía Técnica confirmó, tras un “doble análisis de ADN”, que “en 99,9999%” los restos pertenecían a Miranda.

30 años antes, el 30 de noviembre de 1975, Miranda se encontraba fuera de su casa por un viaje a Punta del Este cuando un llamado de su esposa lo advirtió de la visita de efectivos policiales que preguntaban por él. Ante esto, decidió volver de inmediato. Al llegar, lo esperaban dos personas de particular que lo detuvieron y trasladaron en una camioneta hasta el centro de reclusión 300 Carlos, centro de detención clandestino del Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA).

La última vez que lo vieron con vida fue en los primeros días de diciembre y estaba en el 300 Carlos. Según se desprende de su ficha, disponible en la web de Sitios de Memoria, mientras era conducido a un interrogatorio recibió un golpe en la nuca que lo dejó inconsciente y falleció menos de dos días después.

Los últimos

El 1° de diciembre de 2011, el secretario de la Presidencia del gobierno de José Mujica, Alberto Breccia, confirmó que los restos encontrados en el Batallón de Infantería 14 de la localidad de Toledo el 21 de octubre de ese año pertenecían a Julio Castro. A partir de la investigación forense se supo que tenía una de sus costillas fracturadas y que fue ejecutado de un disparo en la cabeza. Hasta entonces, a causa de lo expuesto por los militares ante la Comisión para la Paz, se creía que sus restos habían sido arrojados al Río de la Plata.

El maestro, periodista y fundador del semanario Marcha ya había sido detenido en 1974, junto a Hugo Alfaro, Juan Carlos Onetti y Mercedes Rein, por la publicación del cuento “El guardaespaldas”, de Nelson Marra. Tres años más tarde, en la mañana del 1° de agosto de 1977, lo secuestraron cuando salía de la casa de su amigo Efraín Quesada, en el barrio La Mondiola. Fue interceptado por dos hombres que lo obligaron a subirse a un auto, mientras otro se apoderaba de su camioneta.

Julio César Barboza, exsoldado, integrante del Servicio de Información y Defensa y participante en la detención, contó ante la Comisión Investigadora Parlamentaria que lo llevaron a “la cárcel de la calle Millán y Loreto Gomensoro”, conocida como la Casona de Millán. Por otro lado, el periodista brasileño Flavio Tavares, entrevistado por el semanario Brecha, dijo que presenció su primera noche detenido. Los militares, que lo llamaban “el veterano” -tenía 68 años en ese momento-, le preguntaron si era “algo” de Fidel Castro, y reconocieron por sus quejidos de dolor que estaba “jodido” de salud. Luego no se supo nada más de él.

A pocos metros de donde estaba enterrado Castro, el 15 de marzo de 2012 fueron descubiertos los restos de Ricardo Blanco, militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) e integrante de la Agrupación de Usinas y Teléfonos del Estado (AUTE) y del Plenario Intersindical en Mercedes.

Si bien era oriundo de Soriano, desde 1976 vivía en Montevideo. Allí, en su casa ubicada en Sayago, donde además tenía un almacén, lo detuvieron tres hombres vestidos de civiles la mañana del 15 de enero de 1978. Quienes lo vieron, su sobrina y su pareja, y Carlos Aguilera, empleado del comercio, contaron que se lo llevaron en un Ford blanco con techo negro y montaron una “ratonera” en el lugar, gracias a la que días después secuestraron a Ángel Gallero. Juntos estuvieron detenidos en la Casona de Millán y La Tablada, ambos centros clandestinos de detención y tortura.

De acuerdo al estudio antropológico, Blanco murió en un escenario violento. Según lo expuesto en la web gubernamental, “encontraron sus restos cubiertos por cal, dos bolsas abiertas de ese material, un casquillo de bala, restos de vestimenta y varios segmentos de tanza”. A la vez, determinadas características antropométricas de su cuerpo -un desvío lateral de su nariz, un traumatismo en el parietal izquierdo, una simetría en la mandíbula y una alteración al caminar o intenso uso de la pierna derecha- fueron las que hicieron posible su identificación.

El último hallazgo cuya identidad fue confirmada fue el de los restos de Eduardo Bleier, descubiertos el 27 de agosto de 2019 en el Batallón de Infantería 13 y reconocidos el 21 de octubre. Desde la aparición de los restos de Miranda, su nombre integraba una lista de 13 detenidos que podían encontrarse en la zona, ubicada a pocos metros del arroyo Miguelete.

Bleier era odontólogo y militaba en el PCU desde su juventud. Cuando lo secuestraron, el 29 de octubre de 1975, tenía 47 años y se encontraba clandestino. Se sabe que era de noche -entre las 21.00 y las 22.00- y que estaba en la calle, pero no se conocen personas que hayan presenciado el momento. Sin embargo, sí existen testigos de su reclusión: fue visto por Rita Ibarburu y Sara Youtchak en el Centro Clandestino de Detención y Tortura de Punta Gorda, conocido como el “300 Carlos R” o “Infierno chico”, y por José Wolman y Alcides Lanza en el Centro Clandestino de Detención y Tortura “300 Carlos”, también llamado “Infierno grande”. Según su ficha, los cuatro admitieron haber presenciado sus “salvajes torturas” y hasta lo vieron con una máscara de oxígeno. Además, Vilma Antúnez contó que el 7 de noviembre de 1975 en el 300 Carlos lo tiraron por una escalera y luego lo golpearon.

Tanto su detención como la de Chaves y Miranda se dieron en el marco de la Operación Morgan desplegada por el OCOA, que detuvo y desapareció a diez integrantes del PCU.