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Comienzo de clases en la escuela Joaquín Suárez (archivo, marzo de 2023).

Foto: Ernesto Ryan

Sociedad mal organizada, gurises mal dormidos: 21% de quienes van a la escuela de mañana duermen menos de las nueve horas que deberían

21 minutos de lectura
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Los resultados de la primera caracterización epidemiológica de Uruguay sobre cronobiología y sueño en la niñez, al tiempo que derrumban dos mitos, muestran que la escuela de mañana, sumada a la organización de las actividades infantiles en horarios tardíos, está afectando la salud de nuestros menores.

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*Uruguay, diciembre de 2029

El video que promociona una escuela privada en redes sociales termina con una advertencia sobreimpresa, obligatoria por ley, que dice que “concurrir a la escuela de mañana sin haber dormido al menos nueve horas es perjudicial para la salud”.

Una pareja que va a inscribir a su hijo en la escuela recibe un instructivo en el que, de acuerdo a los horarios del grupo familiar, recomienda en qué turno será más saludable anotar al pequeño. La pareja no le presta demasiada atención al folleto, ya que debido a las consultas pediátricas periódicas tiene claro que, al no lograr cenar antes de las diez de la noche, anotar al chiquilín de mañana es desaconsejable.

Uruguay es mencionado en varios segmentos deportivos de otros países por una curiosidad: la Organización Nacional de Fútbol Infantil implementará por primera vez en todas sus ligas en 2030 campeonatos de baby fútbol duplicados, uno que se juega en la franja horaria de las diez de la mañana y otro a las cuatro de la tarde. Habrá, según dicen, un equipo campeón matutino y otro vespertino, que ganarán las copas Búho y Alondra, respectivamente. Ningún partido se jugará con luz artificial y los equipos que participan en cada copa están obligados a entrenar también en la misma franja horaria en que se juega el campeonato.

*Uruguay, diciembre de 2023

Un grupo de investigadoras e investigadores publica en una revista científica internacional la primera caracterización epidemiológica sobre cronobiología y sueño de niñas y niños de Uruguay.

Titulado Epidemiología de los patrones de sueño y tipología circadiana en niños uruguayos: el aporte de los turnos escolares, el artículo está firmado por Andrés Olivera, Ignacio Estevan, Bettina Tassino y Ana Silva, todos del Grupo Cronobiología de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República, y por Cecilia Rossel, del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Uruguay (UCU), donde también realizó su maestría en Políticas Públicas Andrés Olivera. El trabajo llamó la atención de la comunidad internacional por derribar dos fuertes postulados de la cronobiología infantil y de la comunidad local por ayudarnos a pensar en la extraña forma en la que nuestra sociedad está organizada desde el punto de vista de la distribución a lo largo del día de las actividades y de la necesidad de incorporar el sueño a la dieta y el ejercicio como forma de promocionar la salud.

*Uruguay, enero de 2024

La publicación, que apareció durante el ajetreado 22 de diciembre, es sumamente interesante, ya sea por la alarmante situación que plantea sobre el déficit de sueño, en particular de las niñas y niños que van a la escuela de mañana, así como por su contundencia, ya que utiliza datos de más de 2.000 niñas y niñas obtenidos mediante la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (Endis), lo que permite decir que es casi una radiografía del sueño de los infantes a nivel país. Es más, tan interesante resultó que el cronista de ciencia de un periódico cooperativo no tuvo más remedio que molestar a cuatro de sus responsables cuando aún estaban vacacionando. Así que Zoom mediante, uniendo tres departamentos y cuatro localidades, hablamos con Andrés Olivera, Bettina Tassino, Cecilia Rossel y Ana Silva.

Haciendo añicos las soluciones sencillas

Seamos honestos: al comenzar la entrevista les digo que es fantástico cómo cada trabajo que publica el Grupo Cronobiología, liderado por Bettina y Ana, es como un ladrillito que va construyendo con solidez nuestro conocimiento, en particular, haciendo grandes aportes que relacionan los ritmos circadianos con los estudiantes.

“Eso de los ladrillitos nosotros también lo vivimos así. Y este era un ladrillito que faltaba”, dice Ana Silva en relación con abordar la cronobiología en la niñez. “Estoy muy orgullosa de que el primer trabajo sobre infancia haya sido este que tiene este carácter epidemiológico y con la contundencia que da trabajar con datos de una encuesta representativa de la infancia, al tiempo que es también un trabajo interdisciplinario”, agrega. “Se dio entonces un cruce fantástico entre disciplinas e instituciones. Por un lado, Andrés Olivera, que provenía de la biología y que hizo su posgrado en Políticas Públicas en la Universidad Católica supervisado por Cecilia Rossel, y por otro, Dimara Curbelo, que provenía de las ciencias sociales e hizo su posgrado supervisado por Bettina e Ignacio Estevan de las facultades de Ciencias y Psicología de la Universidad de la República”, reseña Ana. Todos ellos se presentaron a un llamado del Fondo Sectorial Primera Infancia de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y del programa Uruguay Crece Contigo, proyecto del que se desprende el presente artículo.

Pero en pos de la honestidad también les confieso que su nuevo trabajo me complica la vida: tras sus investigaciones anteriores, que mostraban que nuestros jóvenes son extremadamente tardíos y que ir a estudiar de mañana afectaba la salud de su sueño así como su rendimiento, tanto en el liceo como en la universidad, uno había comenzado a rumiar la idea simple de que, en aquellas instituciones donde se pudiera, habría que poner el turno escolar por la mañana y el liceal por la tarde. Donde no se pudiera hacer esto, habría que retrasar los horarios de inicio de clases para adolescentes y jóvenes. La razón: los infantes son tempraneros, nuestros adolescentes tardíos.

Su nueva publicación viene a decirnos que también los niños y niñas que van a la escuela de mañana están viendo su salud de sueño afectada y que sus compromisos sociales matutinos están tensionando sus ritmos biológicos. Mi idea de una solución sencilla y única se fue al garete.

Los cuatro ríen en la pantalla del encuentro virtual. Pero sí, una de las principales conclusiones que reportan en el trabajo sostiene que “los resultados muestran que los escolares que asisten al turno matutino tienen un mayor riesgo de sufrir problemas de sueño que los del turno de la tarde”. Encima en la publicación se destaca que en la niñez –el promedio de edad de los más de 2.400 encuestados es cercano a los siete años– el sueño mínimo recomendado es de entre nueve y 12 horas por noche, es decir, precisan aún más tiempo de sueño que los jóvenes y adultos.

La interdisciplina y el azar

“Esto de la interdisciplina es todo culpa de Andrés, que vino a hacer la maestría en Políticas Públicas con nosotros en la Católica”, ríe Cecilia Rossel, para quien todo esto fue un desafío. “Normalmente en la maestría hay sociólogos, politólogos, economistas, psicólogos, pero biólogos no”, dice.

“Hace años que trabajo sobre temas de desigualdad, política de infancia y pobreza infantil, y de cierta manera, también en algunos temas afines a esto, pero no sobre el sueño ni los ritmos biológicos”, cuenta entonces Cecilia. “Con un colega de la UCU tenía una línea de trabajo vinculada a la organización social, en términos de espacio y tiempo, de los servicios de salud, y cómo esa organización en el tiempo y el espacio favorece u obstaculiza el acceso a los servicios de salud”, explica.

Tras la llegada de Andrés y las primeras conversaciones con Ana y Bettina, todo hizo clic para Cecilia: “Mi enganche con este proyecto, además de aprender sobre cosas que no sabía, pasaba por ver cómo los resultados interpelaban la política pública y cómo decisiones que tomamos socialmente para organizar los servicios, en este caso, la educación, afectan variables de desarrollo y variables biológicas”. Su enganche fue total y ahora, con el diario del lunes, evidente: “Este trabajo agrega una pieza al puzle de cómo repensamos la organización social de la oferta de servicios, y cómo eso incide de manera muy directa, y muy drástica, en la vida cotidiana de las familias y en el desarrollo de los niños”.

“Yo vengo vinculado al Grupo Cronobiología desde antes y venía ya con una formación más cronobiológica”, dice Andrés, el “culpable” de todo este cruce. “Hice el grado trabajando en ritmos de actividad en peces anuales, y al finalizar tenía claras dos cosas; una era seguir en la cronobiología y la otra era no seguir en las ciencias básicas, pero sí vinculado a la ciencia”, confiesa. “La toma de decisiones, los procesos de gobernanza y cómo la ciencia se puede involucrar para generar una mejora en la sociedad, para mí era un tema sumamente relevante. La cronobiología es un buen modelo para poner en práctica esta interacción entre ciencia y toma de decisión, como, por ejemplo, con la iluminación de los espacios públicos y su impacto”, reflexiona. En eso andaba cuando se le presentó una oportunidad que considera “un paso previo a este estudio”.

“Por 2018 el grupo tuvo un acercamiento con la Unidad Técnica de Alumbrado Público de la Intendencia de Montevideo, que tenía interés en los efectos de la iluminación en la población, ya que se estaba cambiando a las luminarias led. Ahí habíamos pensado un proyecto, también en niños, que pasó a ser mi proyecto de tesis de maestría en la Católica”, dice Andrés. “La idea era estudiar el impacto del tipo de iluminación, led e incandescente, en las canchas de baby fútbol, que normalmente practican de noche. Iba a ser un lindo trabajo, y probablemente también polémico, por sus posibles resultados, dado lo que implica el fútbol para nuestra sociedad”, aventura. Pero entonces llegó la pandemia.

Bettina Tassino y Ana Silva (archivo, julio de 2022).

Foto: Alessandro Maradei

Sin partidos de fútbol infantil durante 2020, rápidamente tenía que buscar otro tema para su tesis. El trabajo maravilloso que acaban de publicar es entonces una muestra, una vez más, de que la buena ciencia implica una mezcla de creatividad y de habilidad para sortear contratiempos. Y de que la suerte te encuentre trabajando: en ese intríngulis estaban cuando salió el llamado del fondo sectorial de la ANII para analizar datos de la Endis.

La investigación tiene la hermosura no sólo de estudiar los cronotipos, la duración del sueño y el desfasaje social en niños de Uruguay, sino también de contar con datos como jamás habían contado. En sus trabajos anteriores, con liceales o universitarios, habían tomado datos de algunos grupos de un liceo, de determinados grupos de universitarios en Montevideo y la Antártida, o grupos de la Escuela de Danza. Pero aquí trabajan con datos de 2.457 niñas y niños seleccionados para la Endis. De esta manera, lo que reportan podemos pensar que está sucediendo casi con certeza en todas las escuelas del país. Y sobre ese estado de situación, sobre esta línea base, se pueden pensar luego políticas públicas.

Un trabajo país y sinérgico

“Sí, otro actor importante de este artículo es justamente la Endis”, sostiene Bettina. Y en esto hay un círculo virtuoso a destacar: en 2018, la Endis convocó al Grupo de Cronobiología para diseñar las preguntas sobre sueño que proporcionaron los datos que el artículo desmenuza. “Los cuestionarios sobre el sueño que estaban aplicando no eran suficientemente informativos, no les permitían discernir bien qué estaba pasando y arrojaban datos que luego no podían compararse con los de otros países”, cuenta Bettina. En concreto, antes de este contacto entre la Endis y el grupo de cronobiología, los adultos responsables de los niños sólo contestaban si estos dormían ocho horas, más de ocho horas o menos de ocho horas.

“A raíz de la convocatoria de la Endis, y tras revisar en la bibliografía los cuestionarios que se aplican en niños, diseñamos un minicuestionario que, con muy pocas preguntas, logra una buena cantidad de información”, dice Bettina orgullosa de las preguntas engendradas por el grupo. “Buscamos lograr la máxima información a partir de la menor cantidad de preguntas, porque en estas encuestas largas, que a las familias les lleva mucho tiempo responder, no podés poner cuestionarios de sueño con 25 preguntas”, explica.

“La Endis es un instrumento muy importante que tiene ya unos años, y que marcó un antes y un después para la generación de conocimiento sobre cuidados, desarrollo infantil, y sobre la primera infancia en general”, afirma Cecilia.

Las preguntas sobre sueño se aplicaron en la encuesta Endis realizada en 2019. En 2020 se abrió el llamado para el Fondo Sectorial en Primera Infancia de la ANII y de Uruguay Crece Contigo, en el que las propuestas deberían utilizar la Endis como fuente de datos. Todo cerraba para que Andrés dejara de tirarse los pelos porque el baby fútbol se había suspendido por la pandemia y pudiera seguir adelante con su maestría en políticas públicas relacionada con los ritmos circadianos y la infancia.

Derribando mitos: los infantes no son tempraneros

Para disfrutar de esta parte en mayor medida, tal vez sea mejor leer el recuadro “Claves de esta investigación” antes. Pero tratándose de cronobiología, cada cual a su ritmo.

“En el resumen de los resultados, y también en nuestro trabajo, nuestro análisis y nuestra reflexión, hay un juego entre el reporte promedial y los rangos y las individualidades que hay detrás del cuerpo de datos”, sostiene Ana. ¿Qué significa esto? Ya lo veremos, pero en líneas sencillas, que los promedios hablan de todos en general pero de muy pocos en particular. Veamos, por ejemplo, lo que pasó con el cronotipo de las niñas y los niños.

“Para el cronotipo teníamos el acuerdo global, y también la preocupación global, de que los cronotipos tardíos son factores de riesgo, y que la infancia es tradicionalmente catalogada como un momento de la vida en que los cronotipos son bien tempranos”, contextualiza Ana. Yendo a los datos que arrojan los promedios, en el trabajo reportan que la hora en la que se ubicó la mitad del sueño de los escolares en sus días libres fue a las 3.53.

“A nosotros nos da un cronotipo promedio tardío en relación con la población global, pero no mucho más tardío que los cronotipos de países socioculturalmente similares, como Portugal o España”, dice Ana. Y ahí ya el trabajo derrumba, no uno, sino dos mitos, o mejor dicho, dos cuasicertezas de la comunidad cronobiológica mundial.

“En Uruguay las niñas y los niños no son tan tempraneros y ahí aparece todo lo que decía Cecilia de la organización del tiempo en nuestra sociedad. Porque comparados con niños y niñas portugueses o españoles, no son tan tardíos, pero comparados con niñas y niños de Japón o Suiza, son muy tardíos, ya que su cronotipo se ubica dos horas más tarde que el de los niños suizos o japoneses”, afirma Bettina.

“De hecho, en nuestra última participación en el Congreso de Cronobiología en México, Ignacio Estevan presentó estos resultados y creo que fue de las presentaciones que generó más discusión. Querían saber cómo era posible que en Uruguay los niños se durmieran a las 11 de la noche”, agrega. “Eso muestra que acá no estamos ante un problema del turno escolar, el problema pasa más por que hay una cuestión social arraigada hacia la nocturnidad, que es mucho más de base que lo que tiene que ver con los turnos”, dispara Bettina entonces. “Y eso tiene que ver con lo que decías al principio: esto no es tan simple, no es tan lineal como solamente cambiar el turno escolar. ¿Por qué hay esta tendencia a la nocturnidad? El promedio del punto medio del sueño de nuestros niños es casi a las cuatro de la mañana, pero hay niños que lo tienen a las nueve. Los promedios pueden estar ocultando algunas situaciones que pueden ser realmente preocupantes más allá del turno”, sostiene.

“Eso se nos está haciendo muy importante en nuestros estudios y en la traslación de los resultados de estas investigaciones más básicas a lo que hoy llamamos medicina circadiana. No podemos quedarnos con promedios, se requiere un análisis individual”, enfatiza Ana.

“No nos podemos quedar tranquilos de que nuestros niños duermen diez horas por día en promedio semanal, como arrojan nuestros resultados, porque hay algunos que duermen cinco y eso es un problema grave de salud pública. Hay que indagar qué pasa con esos extremos. Lo mismo nos pasó en las tres variables que observamos. Los promedios no acusan que hay porcentajes de hasta 20% de niños y niñas que están teniendo problemas catalogados como patologías, como dormir menos de ocho horas por día en plan semanal o como tener un jet lag social mayor a dos horas”, sostiene Bettina. Y hablando de promedios e individualidades, vayamos al segundo “mito” derrumbado.

Cecilia Rossel.

Foto: Alessandro Maradei

Derribando mitos: ser tardío tampoco es factor de riesgo en la infancia

“Tener cronotipos tardíos, que los niños ubiquen el sueño de forma muy tardía, para la literatura se considera un factor de riesgo”, menciona Ana. Y ese es el segundo mito que este trabajo contribuye a espantar.

Esta asociación entre el cronotipo tardío y determinadas patologías o menores rendimientos, viene de estudios realizados en lugares donde sólo hay escuela de mañana. Nuestro país, como muchos de Sudamérica, donde las limitaciones locativas obligan a trabajar en dos turnos y en donde las escuelas de horario extendido son la excepción, es, como ya vimos en otras notas al respecto de liceales, un excelente laboratorio para ver qué pasa cuando quienes tienen cronotipos tardíos concurren a estudiar luego del mediodía.

En el trabajo muestran que hay niñas y niños de cronotipos tardíos en ambos turnos. Pero al observar qué pasaba con los infantes con cronotipos tardíos de cada turno, el déficit de sueño y el jet lag social entraban en límites no saludables, mayormente en aquellos que concurrían de mañana. Más que el cronotipo entonces, lo que importa es cómo se organiza el tiempo de las personas.

“Eso tira el mito, porque el cronotipo tardío per se no parece ser el factor más importante. Cuando nos alejamos de los promedios y lo analizamos por turnos, nuestros niños y niñas que asisten a la escuela de tarde sí que tienen los cronotipos más tardíos del mundo. Sin embargo, duermen mejor”, sostiene Ana.

El dato es contundente: 21% de quienes van a la escuela de mañana tienen déficit de sueño, pero eso sólo sucede en 6% de los que van de tarde. Llevando las cosas al terreno de Andrés, cualquier política pública que logre bajar de 21% a 6% un problema es una política profundamente exitosa. “Sí, totalmente. Uno de cada cuatro niños que van a la escuela de mañana estaría teniendo déficit de sueño. Eso es mucho”, enfatiza Andrés.

Si nos organizamos, dormimos todos

“Los españoles se acuestan tarde, los portugueses se acuestan tarde, los uruguayos se acuestan tarde. Es posible que existan elementos culturales, pero como socióloga no puedo dejar de resaltar que lo que este estudio muestra es que la gente se organiza de acuerdo con lo que las estructuras sociales y las reglas de convivencia establecen”, dispara entonces Cecilia.

“Creo que el estudio pone sobre la mesa variables que son más estructurales, que no son tan blandas en el sentido de decir que nos acostamos tarde porque nos gusta, sino que socialmente hay una manera de estructurar la vida. Y eso no solamente tiene que ver con lo que tiene que hacer el niño al otro día de mañana, sino con lo que la familia puede hacer después de que termina el turno de la tarde”, agrega Cecilia.

“¿Cómo que lo que se puede hacer luego del turno de la tarde?”, puede preguntarse un despistado como yo que estaba pensando en los problemas de sueño de los niños que van de mañana. Pero luego de que Cecilia habla, es evidente que si bien hay dos turnos para ir a la escuela, la sociedad es una sola. Y allí hay algunos asuntillos de gran interés para el tema que venimos tratando.

“Más allá de lo que pasa con los horarios de la escuela, hay una cantidad de cosas que ocurren después de que termina el turno de la tarde, porque justamente a esa hora termina la escuela”, dice. Cecilia pone un ejemplo que no está asociado a este estudio, pero sí a otro Fondo Sectorial de Primera Infancia en el que participó hace unos años: “En el sistema mutual hay muchas más horas médicas después de las seis de la tarde, porque es cuando las familias pueden llevar a los chiquilines sin hacerlos faltar a la escuela y sin tener que salir del trabajo”.

“Hay mucho que pasa después de la hora en que termina la escuela, a la cinco de la tarde, incluso la oferta de actividades recreativas, los clubes, etcétera. Eso retrasa incluso a los que van de mañana, que podrían ir a las dos de la tarde al club, pero en muchos clubes no hay actividades a las dos de la tarde, o tampoco hay baby fútbol a las dos de la tarde, y así”, dice con una claridad que embriaga.

“No lo he estudiado, pero si bien es muy posible que existan variables culturales, patrones más de la cultura mediterránea, latina, o algo de eso, sobre todo hay una cuestión estructural de cómo se organiza la vida y de cómo la gente va armando el esquema cotidiano alrededor de las opciones que tiene de horarios de actividades para sus hijos y cómo eso se combina con otras cosas relevantes de su vida, como las agendas laborales, de cuidados y todo eso”, afirma entonces Cecilia.

“Otro punto que me parece relevante es que el Grupo Cronobiología venía trabajando con los adolescentes que son extremadamente tardíos. Para mí, como buena socióloga que reconoce la influencia de las estructuras, eso tiene que tener raíces antes en la vida. Es muy raro que todo esté bien y de un día para el otro, al cumplir los 12 o 13 años, se empiecen a dormir a las cuatro o cinco de la mañana. Sin ser bióloga me animo a decir que los adolescentes uruguayos no son biológicamente diferentes a los de otras partes. Lo que sí tienen es que viven en una sociedad que viene organizada desde hace ya mucho tiempo en sus vidas de cierta manera”, lanza después Cecilia. La escucho con los ojos abiertos como chiringuito de playa en temporada. Pero no estoy solo.

Bettina dice que está sacando apuntes de lo que dice Cecilia, lo que me hace sentir un poco culpable por hacerla trabajar mientras está de vacaciones. “Lo que dice Cecilia es una vuelta de tuerca importante para considerar”, comenta Bettina, y no puedo evitar recordar que en una nota anterior Ana y Bettina hablaban de la necesidad de sumar a alguien del campo de la antropología al grupo. No habrán conseguido antropólogo, pero sí una socióloga.

¿Y entonces?

Casi en la parte final del artículo, cuando comentan los resultados encontrados, hay una frase que es extremadamente contundente: “Los turnos escolares no sólo son una presión social fundamental para el reloj biológico y el sueño, sino también una valiosa herramienta cronobiológica para reforzar la comprensión general de que el inicio temprano de la escuela es perjudicial para la salud del sueño ya desde la primera infancia”. Eso disparó la imagen de la advertencia en las promociones de escuelas. Pero más allá del chiste, es una afirmación que, por un lado, puede desconcertar a sus colegas de cronobiología de otras latitudes y, por otro, porque evidentemente llama a la acción.

Andrés Olivera.

Foto: Alessandro Maradei

“Tenemos la dificultad de que el sueño todavía no es considerado un problema, ni a nivel nacional, ni a nivel mundial. Eso quedó claro, por ejemplo, cuando revisé las políticas de infancia para la tesis”, lanza Andrés. “En la última planificación de atención a primera infancia y adolescencia, el sueño en sí no aparece. No se promueven conductas para tener una buena higiene de sueño, cuando sí hay acciones y actividades para promover la buena alimentación y la actividad física por sus beneficios a la salud”, agrega.

“Hay otro camino que a mí siempre me gusta pensar que es realizable, que es tener conciencia de estas presiones sociales sobre el sueño”, dice Ana, y señala que erradicar el turno matutino de la educación no sólo le parece “muy loco”, sino también alejado de lo posible. “Por ejemplo, se podrían hacer cuestionarios previos, y admitir en los turnos a personas a las que el ir a clases de mañana no les esté jugando tan en contra de su cronotipo individual y de las costumbres sociales en las que vive su entorno”, propone.

“Hay familias que realmente se organizan muy bien para que sus niños vayan a la escuela de mañana, y hay niños que asisten al turno matutino muy bien compensados en términos de tiempo de sueño y alineación entre su cronotipo y sus horarios de actividad. Por otro lado, hay casos extremos en los que realmente sería aconsejable decirles a los padres que no conviene que ese niño o niña vaya a la escuela de mañana”, amplía Ana. “Veo como un camino posible asociar al análisis del dato individual una política individual. Aconsejar a las familias para que en lugar de que anoten a sus niños de mañana o de tarde por azar o por lo que eligen sin tener información, lo decidan a la luz de todo esto en la medida en que eso sea posible. Y además, sin juzgar, porque nuestros datos también muestran que los que cenan a las diez de la noche y van de tarde a la escuela, andan bien”. ¿Cómo no estar de acuerdo con lo que dice?

“Esto nos lleva a la cuestión de qué hacer, de cuáles son las opciones de política pública”, retoma Cecilia. “Una opción es mover el horario de inicio. Pero si empezás la escuela a las 8.30, el turno de la tarde termina 17.30, se mueve toda la estructura”, sostiene. “La otra dimensión es la de visibilizar que esto es relevante para la salud en general, pero sobre todo para la salud en la infancia, que impacta sobre su desarrollo, sobre sus resultados y sobre una cantidad de dimensiones de su bienestar. El sueño no puede ser la variable de ajuste de todo lo demás que tenemos en la organización de la vida cotidiana”, exclama.

“Creo que es fundamental el aspecto de educar a la gente y dar herramientas. En primer lugar, para que esté informada y vea qué tipo de actividades puede realizar para mejorar sus conductas, y en segundo lugar, para no generar un impacto negativo”, sostiene Andrés. “Por ejemplo, si de una tirás que hay que mover el liceo a las 9.30, van a llover muchas críticas que pueden llegar a bloquear las discusiones o el canal de llegada de las razones de por qué eso es importante. Como decía Ana, quizás se puede ver de, tras un cuestionario, recomendar a la persona que su niño vaya de tarde o, a su vez, decirle que si su niño va a ir a la escuela de mañana, mejor que cene antes de tal hora y se acueste a tal hora; promover un mejor sueño con cosas que tienen que ver con la iluminación, el uso de pantallas, del horario de la cena, ese tipo de insumos”, redondea Andrés.

“Hay mucho camino por recorrer en la incorporación del sueño como una pata más de lo que sería un triángulo formado por la alimentación saludable, el ejercicio y esta otra dimensión que en general no está incluida en los hábitos saludables, ni de la infancia ni de los adultos”, sostiene Bettina, y adelanta que es una línea en la que están trabajando. “Estamos avanzando en la traslación de lo que hemos logrado desde la investigación a la práctica clínica y médica. Incorporar en los cuestionarios de la consulta pediátrica que el personal de salud les hace a los adultos responsables sobre los niños, cómo es el sueño, cuántas horas duerme, cómo se ubica, es también parte de una política pública que estamos intentando promover”, enfatiza.

“Esa organización del tiempo de la que habla Cecilia me deja pensando. Me gusta este encuentro de disciplinas”, dice, a su vez, Ana. “Nuestros colegas cronobiológicos latinoamericanos se horrorizaron cuando vieron estos resultados en octubre de 2023. No me imagino qué hubieran dicho si supieran que los pediatras atienden niños de noche”, recuerda. “Que los pediatras atiendan a niños de noche, a la hora que tendrían que estar durmiendo, o por lo menos cenados y leyendo un librito, podría ser algo así como el ejemplo máximo para usar sobre cómo se organiza nuestra sociedad”, dice entonces brindando una gran frase para cerrar esta nota.

Artículo: Epidemiology of sleep patterns and circadian typology in uruguayan children: The contribution of school shifts
Publicación: Sleep Medicine: X (diciembre de 2023)
Autores: Andrés Olivera, Ignacio Estevan, Bettina Tassino, Cecilia Rossel y Ana Silva

Claves de esta investigación

» Con los datos proporcionados por la encuesta Endis, el grupo de investigadores analizó información sobre el sueño de 2.457 niñas y niños que concurren a la escuela y que en promedio tenían unos siete años.

» Se buscaba conocer tres cosas: el cronotipo de los escolares (el horario en que biológicamente prefieren realizar sus actividades), su desalineamiento o jet lag social (el desfasaje entre lo que marca el reloj endógeno de la persona y los patrones de sueño/vigilia debido a sus compromisos) y la cantidad de horas dormidas.

» Para establecer el cronotipo, tomaron en qué momento se ubicaba la mitad de las horas dormidas los fines de semana, cuando los infantes no van a clase (por ejemplo, una niña que se acuesta a las 23.00 y se levanta a las 7.00 duerme ocho horas y el punto medio de su sueño es a las 3.00). Quienes tienen cronotipos más tempraneros presentan este punto medio de sueño más temprano (se les dice “alondras”) y los de cronotipos más tardíos lo presentan más tarde (se les dice “búhos”).

» El desalineamiento circadiano o jet lag social se calculó mediante la diferencia entre la mitad del sueño en los días escolares y los fines de semana. Coloquialmente, es la diferencia que hay entre la hora en que nos levantamos y la que nos levantaríamos si no pusiéramos despertador.

» El desalineamiento circadiano se consideró como no saludable cuando era igual o mayor a dos horas. La duración del sueño se consideró deficiente cuando en la semana dormían menos de nueve horas promedio, mínimo recomendado para niños y niñas en edad escolar.

» El promedio del punto medio de sueño en días libres se ubicó a las 3.53, con valores que fueron desde las 0.58 a las 9.00. Los escolares de Uruguay resultaron tardíos comparados con los de Japón o Suiza, pero no más tardíos que los de Portugal o España. Sin embargo, en quienes iban de mañana, el punto medio de sueño se ubicó a las 03.29 y en los de la tarde a las 4.31: los de la tarde eran aún más tardíos.

» El promedio del jet lag social fue de una hora. Sin embargo, 17,3% “sufrían un desalineamiento circadiano fuerte” (dos o más horas de desfasaje). Por la mañana eso se daba más: lo tuvieron “24,2% de los niños del turno de mañana pero sólo el 6,2% de los niños del turno de tarde”.

» En promedio, los niños y niñas dormían 9,9 horas diarias, lo que está muy bien. Sin embargo, 14,5% del total “sufrían déficit de sueño” (menos de nueve horas diarias).

» En la publicación dicen que “la mayoría de los niños con falta de sueño pertenecían al turno de mañana” o, dicho en porcentajes, se dio en “20,9% de los niños del turno matutino, pero sólo 4,3% de los del turno de tarde”.

» Por todo eso señalan que “las niñas y niños del turno matutino mostraron un mayor porcentaje de déficit crónico de sueño y desalineamiento circadiano no saludable que los del turno de tarde” y aún más aquellos con “cronotipo tardío que asistían al turno de la mañana”.

» Reportan que los resultados de su estudio “apuntan al riesgo potencial para la salud, especialmente para los niños de cronotipos tardíos, de asistir a la escuela por la mañana”, y llaman a “priorizar las políticas de salud del sueño en la infancia” y a “desarrollar intervenciones ajustadas a los factores culturales y socioecológicos que influyen en la salud del sueño”.

» Finalmente, sostienen que su investigación “confirma la relevancia de considerar retrasar la hora de inicio de clases también para los niños, así como reprogramar sus actividades cotidianas”.

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