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Recreación del Udelartitan celeste realizada por Luis Arellano

Udelartitan celeste: por primera vez se describe una nueva especie de dinosaurio en base a fósiles de Uruguay

18 minutos de lectura
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El nombre elegido por los paleontólogos para este titanosaurio del Cretácico Tardío –entre 90 y 80 millones años de antigüedad– rinde homenaje a la Universidad de la República y al color que visten las selecciones deportivas del país.

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En Uruguay se han encontrado no pocos fósiles de dinosaurios, desde los tradicionales huesos, pasando por huevos y hasta pisadas como las que en breve podrán visitarse en el primer museo paleontológico a cielo abierto a escasos kilómetros de la ciudad de Tacuarembó.

Sin embargo, una cosa es determinar que un fósil pertenece a un dinosaurio y otra, mucho más difícil, es definir el género o la especie en particular. Esto se complica más si tenemos en cuenta la gran diversidad de especies y géneros de estos animales durante el Jurásico (hace entre 200 y 145 millones de años) y el Cretácico (hace entre 145 y 66 millones de años).

Así las cosas, hasta febrero de 2024 en nuestro país sólo se habían determinado a nivel de género los dinosaurios carnívoros Torvosaurus y Ceratosarus para el Jurásico Tardío (ambos con una antigüedad de unos 150 millones de años) y del herbívoro titanosaurio, esos de cuello y cola larga, Aeolosaurus para el Cretácico Tardío (entre 100 y 66 millones de años). En otra investigación, si bien no se logró determinar el género, se reportó para el Jurásico Tardío un carnívoro perteneciente al grupo de los abelisáuridos.

Pero este marzo de 2024 nuestra dinosaurología tiene motivos para celebrar –y nosotros con ella–. Un grupo de paleontólogos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar), junto a colegas de Argentina y Brasil, ha logrado determinar el género de un titanosaurio del Cretácico Tardío a partir de fósiles encontrados en Paysandú, el cuarto dino con género conocido de Uruguay. Pero hay más: no sólo se logró determinar el género, sino también su especie, algo fantástico que sucede por primera vez para un dinosaurio en los casi 100 años de paleontología profesional uruguaya (en la década de 1920 un paleontólogo alemán definió algunas especies en base a fósiles de Uruguay, pero la ciencia hoy considera que ninguna de ellas es válida). Finalmente, no sólo se definió el género y la especie de un dinosaurio que vivió en estas tierras hace entre 90 y 80 millones de años, sino que ese género y esa especie son nuevas para la ciencia. ¡Por primera vez un dinosaurio es descrito para la ciencia gracias a fósiles de nuestro país y al trabajo de nuestros investigadores!

Como sucede cada vez que la ciencia describe una nueva especie, los autores de la publicación en la que fundamentan y aportan pruebas sobre por qué estamos ante un organismo que ocupa un lugar propio en la historia de la vida del planeta deciden cómo pasa a llamarse dicho taxón. En el artículo Relaciones filogenéticas de un nuevo titanosaurio (Dinosauria, Sauropoda) del Cretácico Superior de Uruguay los paleontólogos Matías Soto, Felipe Montenegro y Daniel Perea, del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias, José Carballido, del Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Chubut, Argentina, y Max Langer y Julian Silva, del Departamento de Biología de la Universidad de San Pablo, Brasil, definieron que la nueva vieja criatura se llama Udelartitan celeste.

Así que salimos disparados a conversar con Matías Soto y Felipe Montenegro al taller de esculturas que este último lleva adelante en una pintoresca casona de la calle Maldonado. En las estanterías, decenas de figuras de cerámica y resina de superhéroes, personajes del cine y de la fantasía nos miraban con envidia: durante rato la conversación sobre el titanosaurio les mostraba que no hay nada más fantástico que la historia de la vida en la Tierra.

Matías Soto, con una réplica de huevo de dinosaurio, y Felipe Montenegro.

Foto: Mara Quintero

19 años esperando un nombre

Toda historia comienza en un punto arbitrario. En paleontología suele fijarse en el momento en que los investigadores, o una persona curiosa cualquiera, se encuentra con un fósil. En el caso de la nueva especie de dinosaurio de Paysandú, eso sucedió hace bastante tiempo. Tanto que este no es el primer trabajo que publican sobre estos huesos: el primero, titulado Nuevos hallazgos de restos de dinosaurios y consideraciones sobre la edad de la Formación Guichón, vio la luz en 2008.

Allí decían que “recientemente, fue reportado el primer registro de dinosaurios saurópodos para la Formación Guichón, comprendiendo tanto restos óseos como cáscaras de huevo”, informaban que “los materiales fueron hallados en una gran cárcava de erosión, de unas 23 hectáreas de extensión”, en campos de la Compañía Forestal Oriental SA, y aportaban las respectivas coordenadas. Como uno no tiene un GPS en la cabeza, en el siguiente trabajo sobre estos fósiles, publicado en 2012, Primer saurópodo (Dinosauria: Saurischia) de la Formación Guichón, Cretácico Superior de Uruguay, uno se enteraba de que los fósiles se habían encontrado “20 kilómetros al sudoeste de Quebracho” en el departamento de Paysandú. Los trabajos científicos tienden a usar la voz pasiva: “los materiales fueron hallados”, “los fósiles fueron colectados”. En los artículos de divulgación podemos devolverle la agencia a quienes ejecutaron esas acciones. Así que allá vamos.

“Por 2005, el botánico Eduardo Marchesi y la agrónoma Virginia Zúñiga dieron con unos fósiles en unas cárcavas del predio de la empresa forestal”, cuenta Matías Soto con el rostro iluminado porque el artículo del Udelartitan finalmente había recibido luz verde para su publicación (cosa que cuando lo entrevistamos aún no había sucedido). Luego siguieron apareciendo fósiles. ¿Qué hicieron desde la forestal? Lo mejor que puede hacerse: se contactaron con el Museo Nacional de Historia Natural y así intervino Andrés Rinderknecht, encargado de la colección de paleontología.

“Desde Forestal Oriental le dicen a Andrés que tenían unos huesos que parecían de dinosaurio”, sigue el relato Felipe Montenegro. “Andrés les dijo que probablemente fueran de megafauna, que también son grandes, pero de todas maneras fue hasta allí. Antes de llegar al lugar, le mostraron las cáscaras de huevo, y entonces se dio cuenta de que no había vuelta, eran fósiles de dinosaurio”, narra Felipe. Luego Andrés se contactaría con el paleontólogo Daniel Perea, de la Facultad de Ciencias, y comenzó una serie de expediciones para recuperar los materiales.

Una locura sanducera

“Cuando fuimos no podíamos creer la cantidad de huesos que había”, dice casi en éxtasis Matías. “Nunca en la vida habíamos encontrado 60 vértebras de dinosaurio juntas, más pedazos de huesos de las extremidades y cáscaras de huevo de dinosaurio. Era una locura”, enfatiza. Pongámonos además en contexto: en 2006 no había casi trabajos sobre dinosaurios celestes. Pero volvamos a la cárcava de Paysandú, porque ya en el lejano 2006 la emoción comenzaba a alterar las tripas de Matías.

“En el momento del hallazgo todas las vértebras caudales que veníamos encontrando eran procélicas, es decir, cóncavas por delante y convexas por detrás, lo que ubicaba al saurópodo en lo que antes se denominaba la familia de los titanosaurios”, dice. Hasta allí la cosa era interesante, pero dado que los titanosaurios eran tan diversos –hay más de 40 géneros reportados en América del Sur–, los fósiles eran valiosos pero no decían mucho sobre quién los dejó.

“Entonces, en un momento vi una vértebra con la convexidad para arriba. La di vuelta esperando obviamente que del lado que estaba para abajo fuera cóncava, como todas las otras. ¡Pero no! Vi que era convexa del otro lado también y me voló la cabeza”, dice Matías exaltado. Es que esa convexidad de ambas caras de la vértebra de la cola sólo podía significar una cosa. “Esa primera vértebra caudal biconvexa colocaba a este titanosaurio dentro de un grupo pequeño y reducido, que son los saltasauroideos no saltasaurinos”, exclama. Saltasauroideo no saltasaurino puede parecen un trabalenguas, pero en la práctica esa vértebra de la cola con ambas caras convexas apuntaba a un reducido grupo de titanosaurios de fines del Cretácico con pocas especies conocidas, entre ellas Pellegrinisaurus powelli, de Argentina, Alamosaurus sanjuanensis, de Estados Unidos, y Baurutitan britoi, de Brasil. La inmensidad de titanosaurios posibles colapsaba en un puñado selecto.

Ya entonces Matías sintió que aquella vértebra biconvexa no era un fósil más. “Te diría que fue el hallazgo más gratificante de mi vida por todo lo que daba”, confiesa.

Bajo la dirección de Daniel –y con la financiación de la Comisión Sectorial de Investigación Científica con el grupo de I+D Paleontología que lideró junto a Martín Ubilla– recuperaron de las cárcavas de Paysandú “60 vértebras caudales (todas fuertemente procélicas, excepto la primera, biconvexa), una coracoides parcial, fragmentos de huesos largos (porciones proximal y distal de la tibia, porción proximal de fíbula), dos astrágalos y seis metatarsianos”. Originalmente todos los fósiles fueron ingresados con el código FC-DPV 1900 en la colección de Paleontología de Vertebrados de la Facultad de Ciencias. “Con todos los pedazos, que corresponden a varios individuos, podés armar una cola casi completa”, sostiene Felipe. Tenían mucho trabajo por delante.

La primera vértebra caudal biconvexa de Udelartitan celeste. Gentileza de Matías Soto

Pasos hacia la determinación del titán

En el trabajo de 2008, tras estudiar los materiales, Matías, Daniel y colegas apuntan a que los fósiles pertenecerían a un “eutitanosaurio probablemente relacionado con aquellas formas que comparten la presencia de una primera caudal biconvexa” y agregaban que “los restos óseos hallados hasta el momento no permiten determinar si se trataría de un taxón ya conocido, o bien de uno nuevo”. A buen entendedor, pocas palabras: la idea de que podría tratarse de una especie nueva quedó instalada.

En el trabajo de 2012 afirman que el análisis de los fósiles “sugiere que los restos de saurópodo” pertenecen a “un saltasáurido (Saltasauridae)”. “Allí ya deslizamos que era un saurópodo de los que tienen la primera vértebra caudal biconvexa, como Pellegrinisaurus, Baurutitan o Alamosaurus, pero no lo demostramos”, comenta Matías.

¿Cuándo fue que empezaron a decirse que tenían que analizar bien estos fósiles y publicar el análisis filogenético en base a sus caracteres? ¿Cuándo se convencieron de que estaban ante una nueva especie y género y que tenían cómo demostrarlo?

“Entramos a darnos manija hace un par de años”, dice Felipe. “Después de que salió el artículo del Aeolosaurus, empezamos a rever los materiales y a compararlos seriamente con los otros dinosaurios ya conocidos. Empezamos a ver que tenían ciertas características que eran un tanto distintas a los demás, y entonces Matías empezó a codificar toda la matriz de caracteres para esas vértebras y, mediante análisis, ver dónde quedaban nuestros fósiles”, apunta.

En ciencia también hay ese efecto “viento en la camiseta”. Los que siguen esta sección saben que a Matías le pusimos el apodo de “paleodentista”, ya que su obsesión por los dientes de dinosaurios lo llevó, junto a colegas, a confirmar la presencia en nuestro país de los carnívoros Torvosaurus y Ceratosaurus (en 2020) y del ablisáurido (en 2022) gracias a fósiles de piezas dentales (y también del pterosaurio Tacuadactylus luciae (en 2021). Pero la determinación del titanosaurio Aeolosaurus de 2021 no se dio mediante el análisis de dientes fosilizados, sino de dos vértebras encontradas en el departamento de Río Negro en la década de 1980. Observando Matías en 2005 que las vértebras estaban inclinadas hacia adelante, estaba convencido de que “si no era un Aeolosaurus pegaba en el palo”. Así, poco a poco, de paleodentista se expandió a paleoquiropráctico lumbar. Aceptado el trabajo del Aeolosaurus en la misma revista que ahora publica al Udelartitan, las ganas y la experiencia estudiando vértebras los empujó.

“Entonces cocinamos el trabajo con Daniel Perea y con José Luis Carballido, de Argentina. Justo en ese momento, en una salida de campo de un proyecto internacional, los brasileños Max Langer y Julián Silva vinieron a estudiar materiales del Cretácico, y entonces decidimos incluirlos a ambos. Langer es una referencia en terópodos primitivos, y Silva estudia saurópodos de Brasil, por lo que fueron un buen refuerzo”, apunta el paleoquiropráctico. Así que vayamos a las vértebras.

Tres célebres vértebras y una nueva especie

En el trabajo recientemente publicado definen como holotipo, es decir, los materiales con los que se describe a la especie, a las tres primeras vértebras caudales, que ahora se identifican con el número de colección FC-DPV 3595. “Nosotros creemos que al menos las tres primeras vértebras caudales pertenecían a un único individuo porque se articulan perfectamente”, sostiene Matías. El resto de los fósiles de Udelartitan siguen catalogados con el número 1900 y se presentan como materiales referidos.

Al estudiar todos los materiales y sus características, reportan que “el titanosaurio uruguayo muestra una combinación única de caracteres”, que pasan a enumerar: “primer centro caudal biconvexo, forámenes neumáticos en el centro caudal más anterior, tuberosidades dorsales en las apófisis transversas de las vértebras caudales anteriores, protuberancia de la fíbula bien desarrollada, astrágalo piramidal”. Es decir, comparado con todos los otros titanosaurios conocidos, el conjunto de características de estos materiales no calza con ninguno. Pero había más.

Udelartitan tiene no sólo una combinación de caracteres que no encontrás en otros titanosaurios, sino que tiene caracteres propios, lo que llamamos autapomorfias”, cuenta Matías. En el trabajo señalan que esta característica única, vista hasta ahora sólo en el titanosaurio de Paysandú, consiste en “cóndilos centrales caudales medios con contorno hexagonal”, lo que, sumado a las otras características, les permite “proponer un nuevo género y especie”.

El quiropráctico lumbar, sin embargo, hace una precisión: “Que algunas vértebras tengan esta forma como hexagonal es algo raro. No sabemos si esa forma es totalmente natural o si está un poco influenciada por la abrasión, ya que pensamos que estos huesos rodaron por un río o similar antes de ser depositados”. En el trabajo incluso señalan que es una autapomorfia “potencial”. Pero el asunto podría volverse aún más trascendente dada la nueva faceta de paleoquiropráticos lumbares que Matías y Felipe vienen desarrollando.

“Hay un par de vértebras más que aún no hemos publicado, que son de otra localidad pero de la misma Formación Guichón, que tienen pinta de hexagonales también. Eso nos está diciendo que sería un poco caprichoso que esa forma fuera producto de la erosión”, conjetura Matías. Siguiendo su línea de razonamiento, en esa otra localidad de la Formación Guichón, o bien dieron con otro ejemplar de Udelartitan, o con un pariente cercano que compartía esa rareza.

“Si partimos de la base de que la vértebra con forma hexagonal es un rasgo correcto y propio de este titanosaurio, hay que asignar a Udelartitan las dos vértebras que encontramos la otra vez, no hay otra. ¡No vamos a inventar otro bicho con vértebras hexagonales!”, le dice Matías a Felipe segundos después de que empiezan a enumerar varias vértebras sobre las que aún no han hecho estudios meticulosos.

No sólo uno

En el trabajo reportan 60 vértebras caudales. Eso los lleva a afirmar que se trata de más de un individuo: según reportaban en 2012, la mayoría de los titanosaurios tienen menos de 35 de esas vértebras. Entonces decían que era probable “que más de un individuo esté representado” en los fósiles encontrados, aunque apuntaban a que todo indicaba “que la mayoría de los huesos pertenecen a un solo individuo”.

Ahora, en 2024, dan detalles de ese otro individuo: “al menos dos huesos adicionales”, dicen, “indican la presencia de un segundo individuo más joven”. Matías comenta esto: “Pensamos que la mayoría de los huesos deben corresponder a un mismo ejemplar, porque no hay una gran disparidad de tamaño. Apenas tenés un astrágalo que es más chico que el otro y una vértebra anterior chica. Entonces, tenés por lo menos dos huesos que sabés que son de un juvenil o algo así”. Y eso nos lleva al nombre.

Más que un nombre

Dado que en el sitio había encontrado un individuo adulto, un juvenil y hasta fragmentos de huevos, Matías dejó volar su imaginación. “Uno de mis nombres originales era Celestesaura sanducera, porque para mí en la cárcava habíamos encontrado a la madre, al pichón y los huevos. Cerraba todo”, dice tentado Matías.

Pero ese primer nombre fue bochado. Matías cuenta que luego pasaron a Celestetitan, pero que, entre otras razones, también lo dejaron por el camino pensando que algún humorista radial podría ver allí el diminutivo de un seno y agarrarlos para la chacota. “Y entonces llegamos a Udelartitan”, rememora Matías. Pero como siempre, la memoria es subjetiva. “No fue tan así”, le dice Felipe con una sonrisa pilla para pasar a contar lo que le dice su memoria sobre el nombre.

“Yo hago un poco el papel de policía de la nomenclatura zoológica, siempre vengo a poner un poco el freno”, arranca diciendo Felipe. “A mí no me gustaba usar lo de celeste para definir el género”. Matías en principio le hizo caso: “En ese momento, en 2022, estaba la selección mayor jugando el Mundial, y no le fue nada bien, por lo que frenamos un poco lo de celeste para el género. Pero después los juveniles de la sub 20 salieron campeones, así que al impulso futbolero, lo de celeste recobraba su fuerza”, dice Matías. “Sí, arrancó muy futbolero”, reconoce Felipe.

“Ganaron los pibes y dijimos ‘sinergia, es ahora’”, recuerda Matías. “No, fútbol no”, dice ahora Felipe como si aún estuvieran discutiendo el nombre. “Igual cuando yo digo celeste no pienso sólo en la selección”, apunta Matías.

De hecho, en el trabajo la celestidad del titanosaurio no es futbolera, sino deportiva en general: “El epíteto específico celeste es el apodo de los equipos uruguayos en las competiciones deportivas internacionales”. “Refiere a todos los equipos que representan a Uruguay, no sólo a los del fútbol. Para mí celeste es Déborah Rodríguez corriendo, es Bruno Cetraro y Felipe Klüver remando, es Emiliano Lassa saltando. La celeste son todos, o mejor dicho, somos todos”, amplía Matías.

“A mí el celeste para el género me tiraba muy fútbol. Entonces comenzamos a buscarle la vuelta”, retoma Felipe. Para él, el nombre podía referir a algo indígena, pero consideraba que lo de charrúa ya había sido empleado en varias ocasiones, así que Charruatitan fue desechado. Probó con otras etnias o pueblos, pero no logró convencer a Matías. “En algún momento habíamos manejado la idea dedicarle algo a la Udelar, como una forma de devolución a la institución donde nos formamos”, desliza Felipe.

El trabajo dice que “el nombre del género deriva de Udelar, acrónimo de la Universidad de la República, más Titán, por los gigantes de la mitología griega, un sufijo común en los nombres de titanosaurios”. Y así como pensaron en la burla del cómico radial, también imaginaron otros escenarios. En un país con legisladores que hablan de la URSSdelar, el nombre podría ser objeto de críticas (y, de hecho, en las redes ya las hay). Pero siguieron adelante.

También había que ver el contexto. Pasada la pandemia, la ciencia en general y la Universidad de la República en particular habían demostrado su compromiso y valía, pero el presupuesto asignado por el gobierno para la institución no reflejaba nada de eso. Además de recorte, en algunos ámbitos se palpaba cierta hostilidad hacia la Udelar.

“Pensar que en pandemia, con todo lo que se visibilizó el esfuerzo de los científicos uruguayos, hubo que salir a pelear para no nos recortaran el acceso a la bibliografía, el recorte al Pedeciba [Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas] y todo eso. Es como que la ciencia siempre es a pulmón. Como dice Gonzalo Moratorio, si con las cosas atadas con alambre hacemos todo lo que hacemos, imaginate lo que haríamos con un presupuesto digno”, sostiene Matías. Felipe lo complementa: “Udelartitan nace al principio como una reivindicación presupuestal y en reconocimiento a lo que fue la actuación de muchos científicos uruguayos de la Universidad durante la pandemia”.

“Pero después, el tiempo pasa. Para mí hoy el nombre es otra cosa. Udelartitan reconoce el esfuerzo titánico que hacen los grados 1 y 2 para mantenerse laburando en la Udelar. A pesar de la precariedad laboral, a pesar de la falta de presupuesto y de espacios, muchos seguimos apostando a esta Udelar, y esa apuesta implica un esfuerzo titánico para no salir corriendo”, dice con toda sinceridad. “Sí, el esfuerzo titánico que hay que hacer para no frustrarse, terminar laburando de otra cosa, irse del país, etcétera”, coincide Matías.

“Hoy el nombre tiene esas dos cosas: por un lado, una forma de dar visibilización a los científicos de la Universidad; por otro, al esfuerzo titánico que hace la Udelar con su presupuesto, o a la interna de la Udelar, al esfuerzo que hacemos los jóvenes para poder seguir viviendo y luchando para poder hacer lo que nos gusta hacer”, resume.

Fósiles encontrados (en verde el holotipo, en rojo los demás) y comparación de tamaño. Gentileza de Matías Soto

Otro homenaje

Udelartitan celeste no sólo reconoce a la Universidad y los que visten la celeste. En el dibujo que acompaña al artículo, para dar una idea de su tamaño, aparecen dos siluetas humanas nunca antes vistas en un artículo científico.

“Al principio pensé en una pareja bailando bachata, pero después me dije que eso me representaba sólo a mí”, señala Matías, gran fanático y bailador de ese ritmo musical. “Yo quería algo que fuera representativo de Uruguay también en ese espacio. Durante el carnaval se me ocurrió poner dos figuras del candombe, tamborilero y bailarina. Y en el homenaje está implícito que si no hubiera sido por los africanos esclavizados, ese ritmo que hoy nos representa, el candombe, no existiría. La silueta de la bailarina está inspirada en Rosa Luna”, explica.

Así que de cierta forma, aunque el artículo en inglés lo lean sólo quienes se dedican a la paleontología o un grupo reducido de curiosos, allí está ese disparador que llama a la curiosidad sobre el candombe. “Los blancos han despojado el candombe de su significado espiritual. Por eso en el trabajo hacemos la aclaración, que espero que sea incorporada en la versión definitiva”, agrega Matías. Hoy en día el trabajo está publicado en una versión anterior denominada “pre proof”, que significa que es anterior a la prueba de galera que los autores terminan aceptando –o pidiendo cambios– para su publicación definitiva y en la que no sólo se fijan en el texto, sino en la diagramación y el diseño, pies de figuras y demás.

Udelartitan celeste sería, según las estimaciones que hacen en el trabajo, “un titanosaurio de pequeño tamaño”, aunque claro, eso para un saurópodo inmenso, ya que estiman que alcanzaría “entre 15 y 16 metros de largo”. Tendría entre 90 y 80 millones de años, comía vegetales estirando su cuello largo y dejó ver su espalda llena de osteodermos por donde hoy es Paysandú. Pero además de todo eso, es mucho más. Es el primer dinosaurio cuya especie se determina aquí. Es el primer titanosaurio al que nuestra comunidad científica le pone no sólo un nombre de género sino también de especie. Es el primer taxón que reconoce expresamente desde su nombre el invaluable papel que la Universidad de la República tiene en nuestra ciencia (y de que ojalá no tengan que ser tan titánicas las estrategias que nuestras investigadoras e investigadores deben desarrollar para poder hacerla allí). Matías, Daniel, Felipe (y sus colegas vecinos José, Max y Julián) nos han alegrado este marzo. Si un día descubrimos un titanosaurio, pensaremos en Matiastitan, Danieltitan y Felipetitan. Y si eso es a partir de vértebras, seguro llamaremos a los paleoquiroprácticos lumbares.

La antigüedad, o cuando un cocodrilo complica a un dinosaurio

¿Qué antigüedad tiene Udelartitan? ¿Cuándo vivió? Sabemos que es del Cretácico, porque de ese período son los sedimentos de la Formación Guichón. El asunto es que el Cretácico es un período largo que abarca desde los 145 millones de años hasta los 66 millones de años antes del presente. Por ahora las cosas no están del todo claras. Y para colmo, un cocodrilo mete el hocico.

En la misma Formación Guichón donde aparece Udelartitan se había encontrado tiempo atrás el cocodriliforme Uruguaysuchus, animal que como tenía caracteres primitivos para estos animales y dada la incertidumbre de la edad de la formación, se pensaba que era del Cretácico Medio, es decir, de cerca de unos 100 millones de años.

Udelartitan se parece a otros saurópodos de fines del Cretácico. Entonces, o es efectivamente de fines del Cretácico, y entonces hay que explicar que Uruguaysuchus tiene caracteres primitivos que sobrevivieron hasta entrado el Cretácico, o viceversa: Udelartitan es de la base de Cretácico Tardío y es un adelantado que ya tenía una primera vértebra caudal biconvexa que luego se vería en titanosaurios de fines del Cretácico. Tenés las dos opciones abiertas”, conjetura Matías.

Pero claro, el niño que uno lleva adentro quiere colocar a la nueva especie de dinosaurio en la respectiva estantería de los juguetes del árbol de la vida. Así que hago berrinche. “¿Si tuviera que decir cuántos millones de años tiene, qué diría?”, me encuentro pesadeando a Matías. “No es fácil. Te puedo decir 80, te puedo decir 90. Pero 70 millones de años ya no, porque se da contra la Formación Asencio”, concede.

Udelartitan entonces no estuvo hasta los últimos días del Cretácico. No fue de los dinosaurios que vieron cómo el mundo se transformaba tras la colisión del asteroide que, salvo a las aves, los borraría de la faz del planeta. Como los grandes, se retiró a tiempo. “Sí, más de 70 millones de años tiene seguro”, afirma Matías.

“Decir entre 90 y 80 millones de años sería aceptable. 90 millones va más de la mano con Uruguaysuchus como un cocodriliforme basal, 80 millones lo coloca más cerca del grupo de titanosaurios de fines del Cretácico”, dice.

¿Más dinos en la cárcava?

La cárcava donde apareció esta primera especie de dinosaurio de Uruguay abarca 23 hectáreas dentro de un predio forestal que hoy pertenece a la finlandesa UPM. ¿Habrá allí más sorpresas para nuestro pasado cretácico?

“La cárcava era como estar en la luna. Un pozo gigante con arena, corte de dunas, en el medio de una forestal”, señala Felipe. “Pero hace poco fui hasta el lugar en una auditoría forestal y vi que el sitio se llenó de pasto”, dice.

“Los certificados FSC, que necesitan UPM y todas las empresas forestales para poder exportar la madera o la pulpa, les exigen combatir la erosión. Lo que hicieron fue dejar que creciera el pasto y que crecieran pinos guachos sobre la cárcava, que ellos tienen como área de protección ambiental patrimonial”, explica.

Más allá de que hoy esté cubierta de pasto y algún pino, uno pensaría que en 23 hectáreas de cárcava algún fósil más de dinosaurio debería haber.

“El lugar es enorme. Pero después de la colecta intensiva que hicimos, no creo que queden demasiados elementos de gran valor, aunque siempre puede pasar. Eso sí, ahora sería mucho más difícil localizarlos. Así como en la Patagonia y San Juan está todo expuesto y es fácil encontrar huesos, en esta cárcava era fácil porque estaba la arena expuesta. Si está todo cubierto de pasto es como ir a buscar un afloramiento en el medio de Soriano”, afirma Matías.

Artículo: Phylogenetic relationships of a new titanosaur (Dinosauria, Sauropoda) from theUpper Cretaceous of Uruguay
Publicación: Cretaceous Research (marzo de 2024)
Autores: Matías Soto, José Carballido, Max Langer, Julián Silva, Felipe Montenegro y Daniel Perea

Artículo: First sauropod (Dinosauria: Saurischia) remains from the Guichón Formation, Late Cretaceous of Uruguay
Publicación: Journal of South American Earth Sciences (2012)
Autores: Matías Soto, Daniel Perea y Andrea Cambiaso

Artículo: Nuevos hallazgos de restos de dinosaurios y consideraciones sobre la edad de la Formación Guichón
Publicación: Revista de la Sociedad Uruguaya de Geología (2008)
Autores: Matías Soto, Daniel Perea, Gabriel Veroslavsky, Andrés Rinderknecht, Martín Ubilla y Gustavo Lecuona.

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