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Fito Galli.

Foto: Mara Quintero

Marcelo Fito Galli: “No me siento plenamente representado por ninguna fórmula”

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El actor y conductor de tevé reflexiona sobre el sistema político, la campaña electoral y el impacto de ¿Quién le teme a Italia Fausta?

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Dos largas hileras de retratos fotográficos adornan el salón de entrada de TV Ciudad. Vencidas las dos puertas de acceso, el visitante puede esperar acompañado de los rostros sonrientes de las figuras del canal, fundidos en colores crema. El de Marcelo Fito Galli, ubicado al principio de una fila, aparece junto a los de Tania Tabárez y Florencia Infante, con quienes conduce, de lunes a viernes, la revista matutina Ciudad viva.

Su gesto de hilaridad, con algo de burla y tragedia, contiene una caricatura conocida. La popularidad del actor y conductor de extensa trayectoria, lograda con efectos de complicidad y cercanía, permanece vigente entre el público del teatro y la televisión uruguaya. Esta semana, con Petru Valensky y Virginia Méndez, volvió a la actuación con cinco funciones en el Solís de la célebre ¿Quién le teme a Italia Fausta?. La obra humorística, escrita originalmente por los brasileños Ricardo de Almeida y Miguel Magno, se estrenó en Uruguay en 1988, a partir de la creatividad y la dirección del uruguayo Omar Varela. La versión local permaneció en cartel durante 25 años y se consagró como uno de los clásicos del teatro nacional.

Pasadas las 11.00 y finalizada su labor en la señal municipal, Galli bromea en la vereda sobre memes de Julio Iglesias y retruca los comentarios de otros funcionarios que recalcan la longevidad del actor en los medios de comunicación. Luego seguirá su jornada en la Intendencia de Montevideo, como funcionario del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay en comisión.

“Te aclaro que no soy de Capricornio”, lanza ni bien arranca esta charla con la diaria, en alusión al reciente spot publicitario del candidato colorado Andrés Ojeda. “Nunca en este país se vio algo tan violento y grosero”, reflexiona. “Me hizo acordar a la Cicciolina, que hacía algo parecido y mostraba las tetas”, cuenta.

Hay quienes dicen que ese tipo de spots pueden funcionar bien en otros países, pero no con el electorado uruguayo. ¿Vos cómo la ves?

Acá hay una tradición de votar a políticos porque son lindos. Es más, nuestro actual presidente ha sabido usar la seducción como una herramienta útil, pero me puedo retrotraer a [Jorge] Pacheco Areco o Zelmar Michelini, que promocionaban la belleza y les daba resultado.

De Tabaré Vázquez también se decía que era buen mozo.

Es cierto. Para mí no es el camino. Aunque hay que reconocer que hoy las propagandas y las campañas electorales van en esa dirección. Están cada vez más vacías de contenido y más llenas de colorido.

Antes de seguir con la política, ¿cómo te fue en el Solís con el regreso de ¿Quién le teme a Italia Fausta??

No tengo palabras para todo lo que te podría contar. Desde que nos costó sangre, sudor y lágrimas, y dos años, concretar este regreso hasta que por primera vez nos sentimos sin nuestro padre, Omar Varela. También fue brutal en el sentido de que la misma gente que trabajó con nosotros en aquel momento es la que trabaja hoy. Eso nos movilizó mucho.

Las entradas se agotaron enseguida. No nos deja de sorprender todo lo que pasó.

Teníamos el gran desafío de mantener la obra en sintonía con la actualidad. La puesta en escena sigue siendo la de Omar Varela. Antes salíamos con un cartel de Pacheco, hoy con un cartel de [Guido] Manini [Ríos]. O sea, sigue siendo el mismo chiste, pero cambian los protagonistas.

No cambia la realidad.

Hay gente que te dice que hoy es una obra de avanzada. Cuando se estrenó, hace 36 años, fue muy rupturista. Hablábamos de violencia doméstica, educación sexual, demencia, depresión, discriminación, transformismo y homosexualidad. Y al día de hoy sigue generando las mismas cosas, es impresionante.

Lo otro a destacar es la complicidad que se genera con el público. Es brutal la cantidad de gente que nos dice: “Quiero verla de vuelta. ¿Cuándo hacen otra función?”. La obra es mágica, Petru está lleno de magia y es inevitable que pasen estas cosas. Comentábamos el otro día: “Todo lo que vivimos, todo lo rechazados que fuimos, para hoy estar en esta sala, la de más prestigio, recibiendo este reconocimiento de la gente”.

La vigencia de la obra sugiere la pregunta de cuánto avanzamos como sociedad en los temas que aborda. Uno supone que Uruguay era muy distinto a fines de los 80.

Desde ese momento hasta hoy se avanzó un montón en legislación y en discurso políticamente correcto. Pero en la realidad, en la íntima de la gente, creo que seguimos con los mismos modelos, preconceptos y discriminaciones de siempre. Por ejemplo, tenemos leyes que contemplan cupos laborales para personas trans, personas afro y discapacidades, pero ese cupo sigue sin llenarse. O tenemos una ley que protege contra la discriminación y de repente mirás en la televisión y tenés comentarios absolutamente discriminativos. Ni que hablar de lo que pasa en cualquier hogar. Seguimos teniendo dichos totalmente discriminativos. Somos muy hipócritas en ese sentido. Como eso de que: “Está todo bien con los gays, pero si mi hijo sale puto lo reviento”. Los niños reproducen lo que ven y escuchan. Y después, quien lea las redes sociales uruguayas desde otro país no podrá creer lo que encuentra, con lo avanzados que estamos a nivel legislativo. Lo que escriben algunos políticos es terrible.

Vuelvo a la política. Fuiste militante estudiantil, trabajaste en el Parlamento, hoy en tu rol de comunicador siempre hablás sobre el tema. Se aprecia un interés muy particular.

La política hace a la convivencia, creo que todos deberíamos involucrarnos. Hoy se está yendo por un camino distinto, que es el del individualismo, pero lo cierto es que vivimos en sociedad. Mi derecho termina donde empieza el del otro y a mí me tiene que preocupar lo que le pasa al otro. Yo tuve una militancia política no partidaria de toda la vida. Para mí hay cuestiones que trascienden los partidos, por ejemplo, la de los derechos humanos.

La lucha por los desaparecidos es un tema que me atraviesa desde siempre y voy a seguir peleando por eso hasta el último día de mi vida. Estamos hablando de que todavía, a esta altura, hay personas que están secuestradas y parece que a muchos no se les mueve un pelo.

Es decir, se sigue cometiendo un delito, y las personas que los tienen secuestrados no quieren decir dónde están. Hay “viejitos” que se levantan todos los días y eligen seguir cometiendo un delito.

Yo no te creo eso de que un comandante iba a cavar una fosa y a tirar un cadáver. Mentira. Eso lo hicieron los subalternos, así que hasta el día de hoy hay un pacto de silencio en el que participan muchas otras personas que no sé cómo se van a dormir.

¿De dónde viene esa inquietud por la política? Tengo entendido que tu padre tuvo que ver.

Yo tengo una formación cristiana y salesiana con unos valores fantásticos. A la vez, mi padre, que fue militante social de toda la vida, me explicaba su lucha con el Movimiento de Liberación Nacional desde un punto de vista cristiano.

Viví toda mi infancia y casi toda mi adolescencia en dictadura, en un régimen en el que había un enemigo común. Se identificaba claramente quién era el que te estaba coartando las libertades. Hoy es más difícil, está todo entreverado.

¿Y tu madre qué simpatía tenía?

Mi vieja era católica, creo que era de izquierda, pero no tenía ni idea ni siquiera de que mi padre era tupamaro. Se enteró el día que nos vinieron a buscar a casa. Eran medidas necesarias para un movimiento guerrillero revolucionario y clandestino. Creo que la preservó al no involucrarla.

Yo entiendo que cuestiones humanas como la justicia y la verdad nos trascienden a todos. Por eso no me identifico con ningún partido político. He vivido gobiernos de los tres partidos políticos y sigo sin encontrar las respuestas ni avances imprescindibles para saber la verdad. Aplaudo todo el esfuerzo que haga cualquiera, pero me parece que no hay un compromiso del sistema político para exigirles la verdad a sus empleados. Quiero decir, a veces perdemos la dimensión de que los integrantes del Ejército son empleados públicos.

En los últimos años, TV Ciudad ha recibido críticas de varios dirigentes de la coalición gobernante. La senadora Graciela Bianchi dijo que era un comité de base y el senador Sebastián da Silva habló de “un canal militante”. Desde tu lugar, ¿cómo recibís esos comentarios?

Hay determinados actores políticos que han dicho muchísimos disparates y que no tienen idea de lo que están diciendo. En mi caso, en ninguno de los medios de comunicación en los que trabajé me preguntaron qué opinaba, qué votaba o de qué partido político era, ni tampoco me marcaron a la hora de decir o no decir algo. En VTV estuve 20 años y decía lo mismo que digo ahora en TV Ciudad.

Yo digo lo mismo siempre, con el gobierno que sea. Reclamo justicia y honestidad. Eso también me ha costado mucha crítica tanto desde la izquierda como desde la derecha, porque he pasado por todos los gobiernos y los he criticado a todos. Es como la murga, el carnaval, el arte. ¿A quién vas a criticar? A quienes deciden en ese momento.

Yo sigo reclamando y puedo reclamarle cosas al gobierno del Frente Amplio como en su momento lo hice con el gobierno de Jorge Batlle, el de Sanguinetti y el de Lacalle. Es más, hay algunos reclamos que son los mismos en todos los gobiernos. Cuando yo reclamo por la gente que está en la calle, por las casas de salud de los viejos, el INAU, son reclamos de mucho tiempo. Cuando critico un contrato privado del actual gobierno, también critiqué otros del gobierno del Frente Amplio. Cuando critico las mentiras que hay en este gobierno, también critiqué las mentiras en el Frente Amplio. Yo sigo esperando que alguien me aclare quiénes fueron los actores que estaban en la subasta de los aviones de Pluna. Nadie dice nada. Todo el mundo finge demencia porque el sistema político finge demencia. Pero yo no me olvido, tengo memoria.

Desde tu espacio en Ciudad viva has sido muy crítico con el actual gobierno. ¿Qué esperás del próximo?

Espero lo mismo que con cualquier gobierno.

Tenés pocas expectativas.

En este país todos los cambios se van haciendo de a muy poquito. Durante este gobierno se retrocedió en todo lo que se había avanzado en políticas sociales. Espero que eso se retome en el próximo, sea del color que sea.

Somos tres millones de personas. No podemos seguir viviendo en la desigualdad. No podemos tener una cantidad enorme de gente sin casa, o que no tiene trabajo o acceso a la salud mental. Somos tres gatos locos. Vivimos en un país donde se genera muchísimo dinero y se reparte muy mal. Entonces, lo que espero siempre es que haya un poquito de esfuerzo para que todos estemos mejor. Hay desigualdades que son totalmente ilógicas.

Hace poco, en una entrevista que diste en un programa del canal Undertake Media, te referiste a los reparos que tenés sobre cómo funciona el sistema democrático en países como Uruguay.

Es que para mí no está bueno este sistema, pero no conozco otro mejor que pueda funcionar. No puede ser que por el simple hecho de tener dinero puedas convertirte en senador o diputado, sin importar la capacidad de la persona. Hay otros lugares donde uno se prepara para esas tareas.

Trabajaste en el Parlamento como secretario de la actual vicepresidenta Beatriz Argimón y de la bancada bicameral femenina. ¿Qué aprendiste ahí?

Que no existe preparación para ser diputado o senador y que hay mucha gente que tiene muy buena voluntad y se esfuerza cuando llega a esos lugares de poder, para cambiar cosas, pero hay otros a los que no les importa nada.

Por lo que venís contando, alguien podría razonar que todos los políticos son iguales.

Para dedicarte a la política, hasta el día de hoy, tenés que transar en un montón de cosas, por ejemplo, en lo económico. A mí no me gusta ceder en principios. Hay otra gente que dice: “Sí, yo lo hago”. Porque sabe que eso le va a permitir llegar a otro lugar. Yo no puedo defender determinadas cosas y hacer lo contrario.

¿Mantenés tu vínculo con Argimón?

Sí. A Beatriz la conocí trabajando. Desde el primer día ella supo que yo no era blanco. Le gustaba mi trabajo y nos hicimos muy amigos. Hemos estado en los momentos importantes, buenos y malos, de cada uno. Hay temas de los cuales no hablamos, pero también te digo, por ejemplo: Beatriz es una de las que trajeron desde Paraguay los archivos del Plan Cóndor con los que, a la larga, se pudo poner tras las rejas a [Juan María] Bordaberry. Y hablamos de un partido tradicional como el blanco. Hay gente de todo tipo en todos lados.

Conviven en vos una mirada desencantada de la política con un interés que no decae. Hay otros desencantados que no quieren saber más nada con la política.

Insisto en que sigue siendo una forma de convivencia. Hay muchos de los que trabajan en el Parlamento que no dimensionan todo lo que pueden hacer. Están instalados ahí, automatizados, es algo normal de sus vidas. Lo que pasa es que los tiempos de la política no son los tiempos de la gente.

Yo tendría una sola cámara legislativa, por ejemplo. El diputado es un empleado público, igual que muchos otros, que tiene la tarea de legislar. Debería ser mucho más ejecutivo, mucho más proactivo. No puede ser que una ley demore, por ejemplo, 15 años en aprobarse, o sea, tres legislaturas, como pasó con el nuevo Código de la Niñez y Adolescencia. Cuando termina un período de gobierno, todos los temas que estaban en estudio quedan archivados y parece que se empezara de cero cada vez. Eso no puede seguir pasando.

¿Nunca te tentaron para ocupar un cargo político?

Sí, pero no es lo mío. No me siento representado por ninguna fórmula plenamente.

No me interesa estar en ese lugar porque además considero que no estoy capacitado. No sé tanto de leyes como para estar ahí. Podría estudiar y todo lo que quieras, pero estoy en otro rol en la sociedad.

Hay muchas cosas que habría que modificar. El seguro de desempleo de un militar, un político o un obrero deberían ser iguales. El sistema jubilatorio de un político, de un expresidente, de un militar o de un obrero de la construcción tiene que ser el mismo.

Con los vicios de la clase política y con sus tiempos poco convenientes, ¿cómo imaginás que pueden cambiar las cosas?

Lamentablemente, va a demorar porque hay muchos actores que hoy están presentes dentro del sistema político, dentro de la dirección de esta sociedad, que tienen que retirarse para dejar paso a las nuevas generaciones. Ahí veo una posible transformación.

Yo todos los días me enfrento a grandes decidores, influyentes políticamente, que son los mismos que estaban antes de la dictadura y que generaron la dictadura. Personas que influyeron en toda mi vida, en mi educación, y que hoy los sigo viendo sentados en el Parlamento libres de pena y de culpa.

Fue Mujica el que dijo que hasta que no se mueran todos los militares y guerrilleros no vamos a encontrar la verdad. Me parece terrible, pero tal vez sea así.

¿Ya tenés decidido tu voto para la próxima elección?

Sí, y también tengo decidido mi apoyo al Sí [en el plebiscito de reforma jubilatoria]. Considero que las AFAP nos están robando la plata. Creo en un sistema realmente solidario y nuestro. No entiendo que digan que el Banco de Previsión Social da pérdidas. Es mi responsabilidad como ciudadano invertir en la seguridad de la sociedad que integro. Hoy están el Sistema de Cuidados, los seguros de salud, de desempleo y muchas otras cosas buenas. Estamos invirtiendo en la calidad de vida de todos.

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