Este martes murió el actor, director teatral y dramaturgo Omar Varela, tras una década de haber sido diagnosticado con Mal de Parkinson. Su estado de salud se había agravado recientemente.

La información fue confirmada por la Asociación General de Autores del Uruguay (Agadu), institución de la que formó parte como prosecretario, vicepresidente y secretario general.

Varela nació en 1957 en Barrio Sur, lugar que sería fundamental para su vida como artista, porque “era como estar en una escenografía”, según contaba en 2016 en el ciclo A escena con los Maestros, del Instituto Nacional de Artes Escénicas. “Cuando entré al teatro me encontré con un mundo diferente, que no comprendía lo que yo había vivido, y les explicaba. No me creían”. En su barrio convivía el club político de Jorge Pacheco Areco con la fábrica de pelucas para travestis. “Cuando me hablaban de Almodóvar... ¿Qué Almodóvar?”.

“Alguna gente no tiene la suerte de poder nacer o vivir rodeado de toda esa fauna, de todos esos personajes, que después me sirvieron muchísimo para mi carrera. Porque siempre supe observar. Para un actor o un director la observación y el recuerdo, la memoria auditiva, es fundamental. Recordar cómo hablaban los personajes. Es un material impresionante que nunca en la vida lo vas a encontrar en ninguna parte”, decía en esa oportunidad. “Ese barrio para mí fue una especie de marca, un sello que me pusieron para aprender a creer en cualquier cosa. En que cualquier cosa puede existir”.

Comenzó a tomar clases de teatro con Carlos Aguilera hasta que reabrió la Escuela Municipal de Arte Dramático, que había sido cerrada durante la dictadura. “Tuve la suerte de poder entrar a la escuela un lunes, y el martes ya estaba trabajando como bolo en la Comedia Nacional”, recordaba. “Tuve esa suerte de hacer una escuela teórico-práctica, porque aprendía más en los ensayos de la Comedia, viendo a los actores moverse y a los maestros como Eduardo Schinca, que fue mi maestro, referente absoluto y total. Ver a Eduardo dirigir ya era una beca”.

“Creo que yo agarré el último coletazo de la cultura teatral fuerte, de la cultura teatral con excelencia”, contaba. De ellos fue aprendiendo. “Yo me sentaba al costado del escenario a mirar. A mí me gustaba ver cómo movían los directores el piso. Yo me sabía la obra entera de memoria, y empecé a ver cómo movían los directores y cómo los actores iban evolucionando con los personajes. Eso para mí fue otra bendición. Otro regalo. Yo no desperdicié el tiempo. Muchos compañeros míos lo desperdiciaron quedándose a chusmear y tomar mate en los camarines; yo miraba. Miraba todo”.

Un viaje fortuito a Río de Janeiro lo enamoró de la ciudad y lo acercó por primera vez a su universidad. El regreso comenzó a gestarse cuando perdió el examen de ingreso a la Comedia Nacional “por cosas que no quiero recordar, porque fueron bastante desagradables. Era por un tema personal de sexualidad”. Luego, cuando le ofrecieron desde la OEA una beca para estudiar en Estados Unidos, lo consideró como algo demasiado “lejano a nuestra realidad”, pero les propuso hacerlo, en cambio, en Río de Janeiro. En esa ciudad asistió a cursos de arte escénico. “Ahí fue cuando descubrí el tema de la producción teatral, que fue abrirme al mundo del espectáculo como productor”. Vino a Uruguay por una sucesión y no volvió más a Río.

Fue cuando decidió hacer la obra ¿Quién le teme a Italia Fausta?, de Miguel Magno y Ricardo de Almeida, que había visto en Río de Janeiro. Se estrenó en 1988 y batió récords de permanencia, con casi 17 años en cartel. “Fue una obra que encajó en un Uruguay que salía de la dictadura, y el teatro durante la dictadura había sido un teatro de mensaje, de contención, o de estímulo para los espectadores, pero por otra vía. No había humor”.

Ese “café concert con intervención del público” fue un éxito y Varela decidió aplicar todos sus conocimientos y formar una compañía, la Compañía Teatral Italia Fausta, que se instaló en el Teatro del Anglo y se mantuvo en funcionamiento hasta 2015. “Entramos al teatro como arrendatarios de las dos salas y de la cafetería, y montamos un esquema de teatro comercial que funcionaba en tres funciones diarias”. Realizó musicales de Broadway y, más adelante, escribió y dirigió el musical de tango Arrabalera, estrenado en 2001, al que seguirían otros tres musicales de temática uruguaya, como La bien pagá (2002), Muñecas del cha cha cha (2003) y Siga el baile (2006).

La noticia de la muerte de Varela hizo que varias figuras del espectáculo uruguayo celebraran a la persona tanto como su carrera. “Hemos compartido tanta vida desde las gloriosas noches de Italia Fausta”, escribió su colega Mariana Percovich en Facebook: “Las lentejas de domingos queer que organizabas, muchas navidades y fiestas compartidas. Regalos kitsch, risas, lágrimas y mucha vida. Te merecías estar en paz. La enfermedad nos robó un hombre genial y con un sentido del humor muy particular y que conocía mucho al público. Gracias, Omar, por tanto. Hoy varios perdimos a un gran amigo y mucha gente perdió un teatrero de ley que hizo reír a generaciones”.