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Pelota al Medio a la Esperanza en el complejo polideportivo de Old Christians Club. Foto: Alessandro Maradei

Pelota al Medio a la Esperanza continúa su actividad en verano con 200 niños y adolescentes; en marzo llegará a 14 escuelas

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El Ministerio del Interior (MI) lleva adelante el programa Pelota al Medio a la Esperanza, que desde 2010 trabaja con niños y adolescentes de los barrios donde actúa la Policía de Alta Dedicación Operativa por entender que tienen necesidades prioritarias. Según explicó a la diaria el coordinador del programa, Agustín Iparaguirre, el objetivo de esta iniciativa es promover la buena convivencia y darles “a los chiquilines esperanzas de que ellos pueden ser lo que quieran”. Por el momento, trabajan en 20 liceos y a partir de marzo sumarán diez escuelas a las cuatro en las que ya tienen presencia gracias a un convenio con el Consejo de Educación Inicial y Primaria, por lo que 4.000 jóvenes serán beneficiarios. Además de las jornadas durante los meses de clase, hace dos años que el programa continúa en verano para los escolares, actividades a las que se ha dado el nombre de “Sol y convivencia”. Con esta continuidad del programa, los niños de las cuatro escuelas van a campos deportivos dos veces por semana y los viernes tienen actividades en la playa Malvín.

El programa tiene dos vertientes: por un lado, el trabajo con escolares; por otro, con la educación media (ver recuadro). Pelota al Medio a la Esperanzadesarrolla sus actividades en cuatro escuelas de forma curricular y abarca los barrios de Malvín Norte, Tres Ombúes, Bella Italia y Casavalle. Al menos dos horas por semana, equipos de profesores de Educación Física y psicólogos se unen a las maestras y directoras para llevar a cabo actividades ancladas en el deporte pero que apuntan a la meta más amplia de la convivencia. Según comentó Iparaguirre, los niños y sus familias notaban el vacío que quedaba entre diciembre y marzo, por eso se propusieron “continuar con el sostén que ofrece el programa para que los chicos no se desvinculen”. Los polideportivos de Los Ceibos y de Old Christians reciben a los grupos de cuarto y quinto de las distintas escuelas; durante toda la mañana, allí los niños desarrollan actividades de recreación. El programa se centra en trabajar con esos grados “porque se logra una continuidad en el proceso por más años, llegan más preparados al liceo”, aclaró.

Con el sol en lo alto, cada uno de los casi 40 niños de Malvín Norte tenía su short y camiseta del programa, con gorros y calzado deportivo, y estaban preparados para continuar el juego. Las propuestas son dinámicas, cambian cada pocos minutos y exigen mucho movimiento, pero los niños parecen no cansarse nunca. Primero están divididos en cuatro filas, después en dos grupos, más tarde en varios equipos; pelotas de fútbol, conos y otros elementos hacen que la imagen parezca un entrenamiento profesional, pero si se le suman las risas y los gritos, se asemeja más al recreo en la escuela. Para Waira, de diez años, es “muy divertido” participar en una actividad que reúna a todos sus compañeros y aseguró que “la mejor parte es cuándo jugamos a los penales”, algo en lo que, por supuesto, le va “re bien”. Tatiana, de 11 años, también disfruta de las mañanas de verano llenas de actividad y espera poder seguir trabajando con el programa cuando pase a la educación media.

El futuro

Además de la recreación al aire libre, el programa hace hincapié en distintas actividades culturales, que entre otras cosas buscan que los niños salgan del entorno donde viven y tengan otras experiencias, por ejemplo, visitas a teatros y balnearios. El coordinador explicó que es fundamental que las familias se involucren en las rutinas de los más pequeños, por eso los adultos también participan en varios talleres durante el año. Por ejemplo, el chef de la selección uruguaya de fútbol, Aldo Cauteruccio, y el ganador del certamen televisivo MasterChef, Nilson Viazzo, visitaron a los niños y sus padres para cocinar con ellos. Iparaguirre recuerda que este fue uno de los momentos más significativos para los jóvenes, se dieron cuenta de que la misma persona que les cocina a sus ídolos también les puede preparar el almuerzo a ellos.

Durante la jornada se pone énfasis en la solidaridad y el compañerismo. Los cinco docentes que trabajan con los niños ponen el foco en la importancia de cumplir con las reglas, en el juego limpio y en la participación. También se trabaja en torno a las rutinas y el compromiso; las familias deben llevar a los niños a las 8.30 a la escuela para que el ómnibus los lleve hasta el polideportivo. Ellos saben que deben seguir las instrucciones de los docentes y lo hacen naturalmente, porque tienen incorporadas las actitudes que hacen a la buena convivencia.

El coordinador pronostica más actividades para este año. Llegarán a más niños e incluirán más talleres, que abarcarán diferentes y nuevos aspectos de la vida cultural; de todas formas, continuarán los partidos de fútbol y básquetbol con los adolescentes. “Lo importante es poder trabajar con ellos en talleres, con actividades fuera de la escuela y fuera del barrio como forma de integración y para que accedan a otras posibilidades”, resaltó.

“Lo más fuerte que tiene el programa es que levanta la autoestima de los chiquilines, les transmite que pueden hacer lo que quieran, pueden competir con otros centros educativos, pueden estudiar y les puede ir bien, pueden estar formados y divertirse al mismo tiempo”, enfatizó el coordinador, y agregó que han visto “chiquilines que estaban en situaciones muy complicadas y, hoy por hoy, tienen estudios a nivel terciario”. “Eso es animarse a dar un salto; algunos están trabajando, los vemos avanzar y crecer”, destacó.

En el liceo | La actividad de Pelota al Medio a la Esperanza es diferente en la educación media. Allí se trabaja con 20 instituciones de las mismas zonas y se organizan campeonatos de fútbol femenino y masculino sub 15. Para poder participar en el torneo, que tiene como premio entradas a los partidos de torneos organizados por la Asociación Uruguaya de Fútbol, los jóvenes deben formular un proyecto que mejore la convivencia en el liceo, en el entorno o en el barrio. Luego el MI decide cuál es el más viable y financia su aplicación. Además, para participar en las actividades los estudiantes deben continuar en el sistema educativo y mantener cierto nivel académico durante el año.

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