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Ilustración: Ramiro Alonso

Boric y la potencia de lo nuevo

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El mandato presidencial de Gabriel Boric en Chile comenzó ayer con una fuerte carga de esperanzas. Entre ellas, la de que logre superar viejos problemas con soluciones nuevas.

Boric, con 36 años cumplidos hace un mes, es el presidente más joven en la historia chilena y también el más joven del mundo. Esto es significativo en el marco general de renovación asociado con su éxito político, al frente de fuerzas que tienen pocos años de existencia, con una mentalidad notoriamente más moderna y una rica simbología de la diversidad y la equidad en su dirigencia. Pero también tiene otras connotaciones relevantes.

El nuevo presidente aprendió a hacer política a partir de su experiencia como dirigente estudiantil en las grandes movilizaciones de 2011, fue elegido diputado en 2013 y desempeñó un papel clave en el proceso que condujo de las protestas masivas iniciadas en octubre de 2019 a la elección, en mayo pasado, de la actual constituyente.

Su tránsito desde la militancia social hasta la presidencia, infrecuente en América Latina, fue veloz. A un líder de la talla de Luiz Inácio Lula da Silva le llevó 23 años, desde la fundación del Partido de los Trabajadores hasta la asunción de su primer mandato. La celeridad con que Boric recorrió ese camino implica cercanías y capacidades de comprensión.

A menudo las fuerzas políticas progresistas latinoamericanas y sus principales dirigentes no han promovido, desde el gobierno, la organización social con autonomía y el involucramiento profundo en los cambios. Esto no es apenas la incorporación formal de representantes en la dirección de instituciones, y poco tiene que ver con la movilización subordinada.

Ha faltado la lucidez estratégica de asumir tensiones con el muy mentado “pueblo”, y de procurar que no sea sólo un receptor de beneficios del que se espera luego apoyo agradecido, sino que desarrolle su propia politización, sus capacidades de propuesta y de contralor, sus aprendizajes y maduraciones.

No hace tanto que Boric estuvo del lado social del mostrador, junto con buena parte de quienes hoy son sus colaboradores más cercanos en el gobierno. Esto le abre posibilidades de ocupar su posición actual de una forma distinta a las que han sido habituales, de construir articulaciones nuevas y de hallar en la diversidad más potencias que trabas.

También es deseable que intente y logre superar enfoques tradicionales de la disputa por la opinión pública. Muchas veces los gobiernos progresistas han jerarquizado en su agenda la necesidad de desactivar temores inculcados en buena parte de la población por sus adversarios derechistas. Les ha preocupado más mostrar lo que no son que probar lo que son.

Boric llegó a la presidencia impulsado por un amplio y hondo descontento social con las desigualdades, arraigadas en la mercantilización de bienes y servicios básicos y perpetuadas por ella. El avance gradual y la negociación son requisitos de inteligencia política, pero no fines en sí mismos. Lo crucial es, como dijo el día de su triunfo electoral, ampliar la democracia y responder a “las demandas de justicia y dignidad”.

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