Lejos de mi país, rodeado de robles y campos de trigo, el canto de los pájaros llega a mis oídos como si fuera un contrapunto singular y alegre. Sin embargo, no puedo olvidar que estoy más cerca de los países en guerra. Hace días que Google ha detectado el nuevo IP donde me encuentro porque subraya novedades terribles como la masacre en una escuela en Graz (Austria), perpetrada por un exalumno, y un ataque israelí a las oficinas de Médicos del Mundo; en este caso, “los fallecidos son cuatro niños, un adolescente y tres adultos que se encontraban en la última planta del edificio, donde ha impactado el proyectil”, según El País de Madrid. Por si fuera poco, el viernes 13 Israel lanzó un ataque certero y mortal contra Irán con más de 200 aviones y objetivos precisos: instalaciones nucleares y militares iraníes; la muerte de Hossein Salami, jefe de la Guardia Revolucionaria, y la de otros comandantes que sostienen al régimen de los ayatolás. Además, eliminaron a seis científicos del programa nuclear iraní y a los jefes del Estado Mayor.
La respuesta no se hizo esperar y los iraníes respondieron con una lluvia de misiles que la defensa antiaérea israelí no pudo eludir en su totalidad, y Tel Aviv sintió el impacto y la muerte bajo un cielo nocturno poblado de luces siniestras. Ya van varias jornadas de bombardeos y la amenaza de una guerra generalizada parece ser la tónica en estas horas. El horror es independiente de las distancias geográficas, pero desde un punto de vista estrictamente subjetivo, aparenta ser peor.
Luego de muchos kilómetros recorridos, de paseos por la Alta Provenza y de estadías en Ginebra, de visitas a Lyon y a Cataluña, en los bares y las terrazas pobladas de gente, en las calles peatonales y en los museos, todo transcurre como si la vida fuera un escenario sin dramas y la paz reinara al compás de una conversación civilizada compartiendo un café o una cerveza.
Mientras el presidente de Estados Unidos manda 700 marines y 4.000 guardias nacionales para reprimir a quienes se oponen a las redadas contra los inmigrantes, y mientras el gobernador de California, Gavin Newsom, sostiene que “militarizar las ciudades y arrestar a los adversarios son los actos propios de un dictador, no de un presidente”, noto que en mi país siguen predominando las discusiones menores, las ansiedades políticas de unos y otros, más el aditamento de críticas superficiales al ritmo de las redes sociales que se retroalimentan en programas radiales y televisivos publicados en Youtube.
Todo hace pensar que los uruguayos nos contentamos con enfrentamientos de escasa importancia en vez de acompañar, con todas las energías posibles, la lucha por superar la pobreza y la indigencia.
Por si fuera poco, la polémica sobre si el gobierno hizo mucho, poco o nada en los primeros 100 días de gestión subraya una arbitrariedad absurda: ¿por qué se elige ese período y no un año completo? ¿Cómo valorar una administración que aún carece de presupuesto propio para llevar adelante sus proyectos? Además, ya que muchos politólogos y políticos parecen inclinados a hacer tantos análisis, cabe preguntarse dónde está la valoración sobre la gestión parlamentaria.
Quizás me equivoque, pero todo hace pensar que los uruguayos preferimos preocuparnos por temas menores en vez de trabajar en las soluciones de largo aliento. Nos contentamos con enfrentamientos de escasa importancia en vez de acompañar, con todas las energías posibles, la lucha por superar la pobreza y la indigencia.
Nace otro día y los mirlos mezclan sus trinos con el graznido de los cuervos. El sol ilumina las copas de los castaños y en el estanque los peces de colores nadan atentos. Seguramente hoy morirán decenas de gazatíes bajo las balas de los soldados israelíes, y los iraníes sufrirán nuevos bombardeos; en Ucrania las bombas y los tiros harán otros estragos. No quiero pensar por ahora qué puede suceder en California si Trump cumple con su amenaza de intervenir ese estado donde su partido es minoritario.
En los portales sigue la polémica por la condena a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y por la imputación al exsenador Charles Carrera; al mismo tiempo, las polémicas generadas por el partido entre Nacional y Racing son la noticia más leída. La vida continúa y el drama persiste.
Marcelo Estefanell es escritor.