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Concentración frente al consulado a favor del aborto en Argentina, el 28 de junio de 2019, en Montevideo.

Foto: Mariana Greif

El aborto legal es la lucha cultural del siglo XXI, y el pañuelo verde un signo de identidad por más derechos y deseos

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Un panorama sobre el avance de la marea verde en América Latina y el mundo.

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El sur le marca al norte la brújula en los derechos de las mujeres. En América Latina es legal en Cuba, Guyana, Puerto Rico, Uruguay y Argentina, y en ocho estados mexicanos (Ciudad de México, Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, Guerrero, Baja California, Colima y Sinaloa) con respaldo legislativo. Pero, además, la Justicia lo despenalizó en México (el 7 de setiembre de 2021) y en Colombia (el 21 de febrero de 2022). La marea verde no es sólo un ejemplo de derechos, dignidad y deseos sexuales. Es también un ejemplo de cómo luchar por esos derechos, aun en contextos más adversos, represivos y empobrecidos.

Este año, el caso Beatriz podría generar una sentencia histórica, no sólo para El Salvador (el país más castigado por el castigo a las mujeres), sino para que se respalde jurídicamente el aborto legal en toda la región. En 2011, Beatriz fue madre. Le descubrieron lupus eritematoso, anemia, hipertensión y artritis. En 2013 tuvo un segundo embarazo de alto riesgo y el feto (anencefálico) no tenía posibilidades de sobrevivir. Le recomendaron la interrupción del embarazo. Pero el servicio de salud le negó el aborto terapéutico porque, en El Salvador, el aborto está totalmente prohibido desde 1998. Tuvo que hacer innumerables acciones para acceder a una cesárea el 3 de junio de 2013. Sin embargo, la espera con su cuerpo como una tumba corporal duró 81 días y ese ataúd a la fuerza debilitó su salud. El 8 de octubre de 2017 falleció en un accidente de tránsito como consecuencia de su debilidad física previa.

El 5 de enero de 2022 su caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el más alto tribunal sobre derechos de las personas en América Latina, con sede en Costa Rica. Con el hashtag #JusticiaParaBeatriz se lleva a cabo una campaña internacional para reparar a su familia, incidir en el cambio de las leyes en El Salvador y que el dictamen implique darle respaldo legal a la marea verde latinoamericana, no en un solo país, sino en todo el continente. La causa puede convertirse en algo más que en un litigio estratégico, puede ser una estrategia para defender el derecho a decidir.

La marea verde es un movimiento que avanza, pero que no se demuestra sólo en sus avances, sino, básicamente, en su empuje. Y, como la respuesta a los avances es el backlash, venganza o reacción y retroceso, a veces se logran conquistas y otras hay que defender lo conseguido. El zigzag genera nuevos desafíos, pero debería no dar perplejidad, sino ser un mapa para conocer la complejidad del camino.

La periodista colombiana –residente en México– Catalina Ruiz-Navarro, analiza: “No es un proceso lineal lo que estamos viendo en la región. Hay avances muy importantes en México porque se ha liberalizado el aborto en varios estados. En Colombia estamos en un muy buen momento con la sentencia de la Corte Constitucional que liberalizó el aborto hasta las 24 semanas y con causales el resto (con la causal salud mental) que, prácticamente, liberalizó el aborto”. Y remarca: “La sentencia a favor de nosotras es un hito del feminismo”.

La euforia de los triunfos no es un dominó a favor. A veces, al contrario, después de logros viene resistir los embates y los fracasos. “En América Latina, inmediatamente [después de] que hay un avance en un país, ves el backlash en otro país. Cuando lograron la ley de aborto en Argentina, blindaron en una ley la posibilidad de que se liberalice el aborto a futuro en Honduras. Eso fue una vergüenza y es inconstitucional. Pero fue un directo resultado de Argentina. Cuando logramos en México la sentencia de la despenalización del aborto, en Guatemala se declararon capital provida del mundo”, muestra Ruiz-Navarro. Y contextualiza: “Vamos a echar dos pasitos para adelante y dos pasitos para atrás, y eso es lo normal”.

El punto no es sólo lo que se gana, sino lo que se demuestra que se puede ganar con nuevas estrategias y, todavía, en un mundo en negación, represión o depresión. La marea verde es una inspiración y hay símbolos como el pañuelo verde que permanecen y que son muy importantes. Es impresionante que esa marea verde no se dé sólo del sur de la región al centro y al norte. Ya en todo el continente el pañuelo verde es un ícono de derechos sexuales. En Colombia los de Causa Justa, en El Salvador por Beatriz, en todos lados las inscripciones cambian, pero los puños se alzan.

Es realmente llamativo que en Estados Unidos se hayan puesto los pañuelos verdes. ¿Qué otro símbolo político fue inspirado de sur a norte? ¿Y qué otro símbolo político vigente y global se constituyó (no se mantuvo, sino que se creó) en el siglo XXI? Con sus quiebres, desplomes, costos y retrocesos, el feminismo sigue siendo el gran movimiento político y social de un tiempo en llamas. Y la lucha por el aborto legal es la lucha por un cuerpo social que requiere justicia social, goce y libertad.

Una lucha internacional

El 24 de junio de 2022, la Suprema Corte de Justicia estadounidense anuló el fallo Roe vs Wade que habilitaba el derecho al aborto. Un mes después, la senadora demócrata joven y de origen latino más emblemática de Estados Unidos, Alexandria Ocasio-Cortez, fue detenida por la Policía, en Washington, durante una protesta por el derecho al aborto frente a la Suprema Corte. Ella usaba un pañuelo verde, como el resto de las manifestantes, con el lema: “No retrocederemos”. El sueño americano ya tiene su pesadilla. Pero las lágrimas –y las enseñanzas de luchas– no se cuelan por los muros, sino que vienen de las mujeres a las que siempre quisieron enseñarles el sentido de la libertad y que hoy lograron más libertad que las estadounidenses.

En España también la ministra de Igualdad, Irene Montero, se puso el pañuelo verde en la muñeca y la meta de ampliar el derecho al aborto (regulado hasta la semana 14 en 2010) a las adolescentes (sin necesidad de autorización de madres y padres para chicas de 16 y 17 años), limitar la objeción de conciencia y regular que las interrupciones se realicen en centros de salud pública. El 16 de febrero de este año lo logró y la épica lleva la sal, el color y la identidad de la marea verde latinoamericana.

En Francia, el aborto legal quedó desactualizado (muchas mujeres tienen que ir a Holanda si el embarazo es más avanzado que el plazo máximo de 14 semanas), pero sí dieron un paso al frente en un blindaje a un derecho considerado emblemático: la posibilidad de que tenga rango constitucional. La iniciativa, presentada por un sector de izquierda denominado Francia Insumisa, fue aprobada el 25 de noviembre del año pasado. “Quiero dedicar esta victoria histórica a las mujeres de Estados Unidos, a las de Polonia, a las de Hungría, cuyo derecho al aborto está siendo restringido”, sostuvo la legisladora Mathilde Panot, autora del proyecto. En realidad, la herencia de Donald Trump en la Justicia estadounidense (que generó las condiciones para el fallo de la corte en contra del aborto) y las corridas por derecha de sectores de Europa del Este son una motivación para blindar la libertad de decidir sobre el propio cuerpo de vientos de retroceso cuando el mundo enfrenta al colapso con ideas conservadoras. El respaldo en el Congreso es un símbolo. Pero todavía no es un derecho constitucional. Faltarían la aprobación del Senado y un referéndum.

El aborto fue despenalizado en Francia en 1975 por una ley promovida por Simone Veil, sobreviviente del Holocausto, y, después de una larga y creativa lucha del Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLF) y del manifiesto de “las 343 zorras”, en 1971, que hicieron públicos sus abortos en la primera estrategia manifiesta para sacar el aborto del clóset. El MLF fue un movimiento que recibió a las exiliadas de las dictaduras sudamericanas (chilenas, argentinas, uruguayas) y que tuvo gran influencia en la inspiración feminista y proaborto de las militantes políticas setentistas. Por otro lado, su bandera es de un verde muy similar a aquel con el que, en el Encuentro de Mujeres de 2003, en Rosario, Argentina, se creó el pañuelo verde para luchar por el aborto legal, seguro y gratuito, inspirado en el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo.

Filomena Ruggiero, de la Federación de Planificación Familiar de España, recalcó en la mesa “El derecho al aborto como lucha internacional”, realizada durante el Encuentro Internacional Feminista (EIF), en Madrid, el 25 de febrero: “Hay que quitar el aborto del Código Penal y hay que ponerlo en la Constitución nacional”. En julio de 2023, España va a ejercer la presidencia de la Unión Europea y en el EIF se pidió que se apoye a las mujeres polacas que necesitan salir de su país (muchas veces van a Bélgica) para poder abortar y que frene las limitaciones al derecho a decidir.

La irreverente Elisabeth Falomir, autora del fanzine español Abortos felices, habló en la misma mesa sobre su experiencia en tres interrupciones voluntarias del embarazo, una mirada cultural que se salga de la necesidad sanitaria y la reforma española, positiva pero no suficiente: “Hoy este derecho está más garantizado que ayer, lo que no significa que podamos vivirlo en libertad. Los avances han hecho recrudecer los ataques reaccionarios. Conviene afianzar nuestras convicciones y la estrategia feminista de ir un paso más allá. No quiero conformarme con lo que hay, aunque sea mejor que lo que había. Hay que forzar los límites y atreverse. Queremos peticiones más arriesgadas y menos conformistas. No cedamos un milímetro ante el empuje antiabortista. No es una cifra de un fracaso social. No hay ningún otro derecho que es mejor si se hace poco que si se hace mucho”.

Por su parte, Ana Cristina González, de Causa Justa, en Colombia, dejó las claras lecciones que generó la despenalización del aborto por vía judicial: “La acumulación política de cuatro décadas defendiendo el derecho al aborto; la tradición de encuentros feministas en América Latina; la creación de un símbolo como el pañuelo verde; abrir las voces y la empatía en la conversación y no resignarse a plazos ni a causales”. Ella subraya: “Las feministas sin gozar del poder formal transformamos los términos de una de las conversaciones contemporáneas más difíciles (las del aborto), que es un cambio de paradigma”.

Causa Justa fue una iniciativa de la Mesa de la Vida y la Salud de las Mujeres que trabajaba desde hacía 25 años por los derechos sexuales y reproductivos en Colombia. En 2020 se articuló con 130 organizaciones y logró presencia en más de 20 ciudades. Se presentó el recurso ante el Tribunal Constitucional. Durante 523 días sostuvieron una estrategia en común con la que lograron la sentencia de despenalización del aborto. Ella define los desafíos, a un año de la sentencia: la implementación, la política pública y la protección de la decisión judicial. “Lo que más atesoro son nuestras redes, que son sagradas”, define González. Y exalta: “Son dignas de veneración y una venera lo que respeta”. Por eso, sintetiza: “El aborto es la lucha cultural de este siglo”.

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