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Trabajo y salario médico: un dilema ético

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Karl Marx decía que se piensa de acuerdo a cómo estamos relacionados con los medios de producción, y nosotros, humildemente, sostenemos que además se trabaja de acuerdo a cómo se nos remunera. Quizás el mejor ejemplo sea el pago por acto médico.

La actividad médica fue transformándose desde los persas hasta nuestros tiempos. Su forma de ejercer, sus conocimientos, su prestigio social, su poder y vínculos con el poder, y su forma de remuneración. Se consolidó desde su inicio como una profesión liberal, y fue sustituyendo al brujo de la tribu hasta transformarse en la medicina de las épocas modernas. Lo que nunca perdió fue poder.

Esa transformación hizo que el médico gradualmente socializara su mano de obra y se fuera perdiendo poco a poco su forma liberal de ejercicio profesional. Esto, sin dudas, fue consecuencia de las sucesivas transformaciones de los modelos económicos y sociales por las que viene pasando el mundo (sociedad tribal, feudalismo, sociedad capitalista).

Instalados en esta última, como decíamos, el médico fue vendiendo su fuerza de trabajo, socializando su mano de obra y convirtiéndose en un trabajador más. Pero con un aditivo que lo posiciona con poder: el arte de curar le otorga un fuerte vínculo con el poder. Esta situación le permite al cuerpo médico negociar su salario con mayor seguridad, por momentos en una posición asimétrica respecto del conjunto de la sociedad.

Como prueba tenemos que, si bien no todos los médicos reciben elevadísimos salarios, nuestros salarios medios son muy superiores a la media de nuestro país, fruto de nuestra fuerza negociadora. A esto debemos agregar que no todos cobramos de la misma forma.

Ahora bien, mientras nuestra forma de pago fue un salario, nuestro trabajo estaba protegido en cierta forma éticamente. A medida que la salud se transformó en una mercancía más, las formas de pago fueron cambiando y la vocación de servicio humanístico fue cediendo terreno ante la mercantilizacion de la profesión.

Las empresas privadas, el Estado y los propios médicos fuimos responsables de la aceleración de ese proceso, y se impulsó el modelo desde los años 90 en forma vertiginosa, instalando el pago por acto médico, para aumentar la productividad. Ese cambio en el modelo de remuneración, impulsado y defendido a ultranza por el Sindicato Anestésico Quirúrgico (SAQ), generó una serie de problemas éticos para el quehacer médico.

Si bien no es el único factor en algunos casos, empeoró la calidad asistencial en favor de la cantidad, aumentó el número de procedimientos quirúrgicos y anestésicos, aumentó significativamente el número de cesáreas y procedimientos radiológicos. Existen cientos de ejemplos en ese sentido, pero lo más importante es que transformó para mal nuestro modelo de atención.

Esa transformación negativa está dada porque nuestras cabezas, inconscientemente, se mercantilizan, y las necesidades de consumo que nos genera el mercado en la sociedad capitalista hacen que cada vez necesitemos más dinero y que ese incentivo se nos imponga desde el subconsciente. Es así que, poco a poco, nuestro objetivo es ganar más. Si a ello agregamos formas de pago que lo incentivan, corremos el riesgo de estar incentivados a hacer más actos médicos de los necesarios, con el riesgo de iatrogenia que ello implica.

Por eso es que sostenemos que el cambio de modelo asistencial es una necesidad y que hay que profundizar el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS). Para ello es necesario eliminar el pago por acto médico, volver a salarizar nuestras remuneraciones, no seguir con incentivos económicos individuales, entre otras cosas.

El sistema no resiste pagos gerenciales o a especialidades cercanos a los dos millones de pesos. Si bien esto no es generalizado, es un símbolo de lucro encubierto en el sector.

El ejercicio de la medicina es el de una ciencia antropológica por excelencia; rehumanizarla, cargarla de resignificados sociales es una necesidad para cambiar el modelo asistencial. Y para ello debemos cambiar su forma de pago. Deben ser salarios dignos, y las diferencias salariales deben estar dadas por los conocimientos, destrezas y años de experiencia, debidamente documentados y recertificaciones mediante, con un adecuado escalafón nacional. No deben existir diferencias salariales ni diferencias en las formas de pago por especialidades. Puede existir una parte del salario como un componente variable, vinculado al cumplimiento de objetivos y metas colectivas, pero no como pago por acto médico.

Todos los médicos generalistas y especialistas son necesarios para desarrollar un buen sistema de salud al servicio del paciente. El nuevo modelo asistencial al que aspiramos debe estar centrado en equipos de salud multiprofesionales e interdisciplinarios en igualdad de condiciones de todos los integrantes, en un vínculo de respeto mutuo al servicio del paciente, que asegure una mirada integral y longitudinal. Esto exige una forma retributiva diferente y equitativa.

Daniel Parada fue director del hospital Maciel.

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