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Desequilibrios: el colapso del wilsonismo y el batllismo en los partidos tradicionales

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En estos días posteriores a las elecciones internas, la mayor parte de los comentarios de los analistas y grandes medios se ha centrado en una hipótesis de “angostamiento” del Frente Amplio (FA), de “corrimiento a la izquierda” y de pérdida de peso de la “centroizquierda” en el partido que como coalición y movimiento ha dirigido el destino del país durante los últimos 14 años.

Sin embargo, poco se han mirado los datos en comparación con lo sucedido en 2014. Un análisis de los resultados con los datos a la vista puede brindar una aproximación más justa a la realidad. Y ahí, surgen tres miradas. La primera muestra que en el FA ganó un candidato que representa a aquella amplitud que fue fundamental para las victorias electorales de las últimas décadas. Daniel Martínez es ingeniero de profesión, fue dirigente sindical, empresario, ministro, director de empresa pública, senador e intendente de Montevideo.

Por otro lado, una segunda mirada –que ha motivado la mayor parte de los análisis– pone el énfasis en el “angostamiento” del FA y lo “demuestra” con la mejora de la votación de las listas 609 y 1001 y la caída de la 2121, mientras el Partido Socialista se mantiene.

No obstante, hay una tercera mirada más profunda, cuando uno observa cuidadosamente, que tiene que ver con el cambio más importante entre la elección de 2014 y la de 2019: el colapso electoral de la lista 711 (cuyo referente fue sancionado por el Plenario del FA), que cayó de 64.000 votos a 7.000. En ese marco, el agrupamiento de las listas 609, 1001 y 711 no sólo no aumentó, sino que cayó. Por su parte, en 2019 hubo una escisión del bloque Frente Liber Seregni, que hizo que la suma de ese espacio, al incluir a Mario Bergara, no solamente no haya disminuido, sino que haya aumentado su participación dentro del FA:

Por otra parte, un elemento que realmente impresiona que brille por su ausencia en el análisis de los últimos días refiere al colapso de las opciones moderadas en los partidos tradicionales: el wilsonismo en el Partido Nacional y el batllismo en el Partido Colorado. Una de las grandes incógnitas de esta elección interna refiere a dónde fue a parar el wilsonismo en el Partido Nacional, con el claro corrimiento de Jorge Larrañaga a la derecha (notorio en el debate con Carolina Cosse) y la desafección del grupo de los intendentes (que demostraron el poco peso electoral propio que tienen a nivel nacional).

De forma similar, el batllismo no logra reestructurarse y pierde de forma muy importante frente a la visión liberal de Ernesto Talvi, que reivindica el pensamiento de Jorge Batlle. A esto debe sumarse que la anunciada “coalición” opositora debe sumar a los pequeños partidos, que se han tornado más relevantes y que también han vivido un corrimiento importante a la derecha (Partido Independiente, Cabildo Abierto y Partido de la Gente).

Recuerdo que en las elecciones de 2014 el marco conceptual de cierta parte de los analistas impedía pensar que fuera posible una victoria del FA, y así lo anunciaron hasta varios minutos luego de conocidas las primeras proyecciones. Pero finalmente el FA ganó esas elecciones con mayoría parlamentaria.

El FA es un movimiento amplio con equilibrios múltiples que, ubicado en las aspiraciones y voluntades de las grandes mayorías del país, ha conducido el período de crecimiento con equidad más prolongado de la historia de nuestro país. Frente a este proyecto se para una eventual coalición de partidos desequilibrada hacia la derecha, en la que las corrientes moderadas perdieron –tanto dentro del Partido Nacional como en el Partido Colorado– y emergieron interlocutores cada vez más complejos.

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