A mediados de la década de 1980, cuando las videograbadoras se habían popularizado en Uruguay, un video que documentaba una gira por Japón de la entonces recientemente reformulada banda King Crimson supo caer en varias manos de melómanos ansiosos por descubrir y compartir música “diferente”. Entre los nuevos integrantes de la banda de Robert Fripp estaba un señor pelado de bigotes y barba candado, con un aspecto ligeramente amenazador, que tocaba el bajo de una manera muy extraña, además de usar un instrumento desconocido más parecido a una tabla que a una guitarra o un bajo. Ese mismo señor también se lucía acompañando a Peter Gabriel en el recordadísimo recital que Amnistía Internacional organizó en Buenos Aires.

Era Tony Levin, bajista estadounidense que, además de marcar, junto con Adrian Belew, el sonido de Crimson en la década de 1980, dándole un toque a la vez new wave y hard rock a la banda “progresiva”, tocó con una variedad increíble de músicos (desde John Lennon a Pink Floyd, pasando por Lou Reed, David Bowie y Tom Waits), se ha destacado como compositor y es el responsable principal de dar a conocer el Chapman Stick, un particular instrumento, mezcla de guitarra, bajo y teclado, que se usa generalmente percutiendo las cuerdas.

Increíblemente, Levin estará tocando en Montevideo el 9 de marzo en La Trastienda, con su banda Stick Men, junto al stickista Michael Bernier y al baterista Pat Mastellotto, integrante de la última encarnación de King Crimson.

“Podría decirse que soy un adicto a tocar en vivo. He grabado un montón de discos y, por supuesto, me siento bien en un estudio, pero la magia que sucede tocando en vivo es incomparable”, me dijo Levin a través del teléfono. “La interacción que se da entre los músicos y la audiencia cuando todo sale bien es algo que bien vale la pena una vida dedicada a hacer música. Uno puede lograr una grabación que realmente lo represente como artista, pero la verdadera cosa comienza cuando uno sale a tocar esa misma música y la toca ante gente real. A todo el mundo le ha pasado, hay conciertos que no olvidás nunca, por alguna razón esa noche fue especial, fue única. Lo mismo les pasa a los músicos. Es imposible explicarlo en palabras, puede pasar entre gente que no hable el mismo idioma, pero todos lo entienden al haberlo experimentado. Es comunicación y es fraternidad. Y mi aspiración como músico es lograr eso. Pero sé que es algo que no sólo depende de tocar bien. Podés tocar bien siempre y que haya sólo una noche especial, y eso tiene que ver con la audiencia”, explicó.

-¿Sentís que King Crimson es tu banda, o es más bien el proyecto de Robert Fripp?

-King Crimson es una banda grandiosa en muchos sentidos. Uno de ellos es que hay igualdad entre todos sus miembros, todos contribuimos en partes iguales en la música. Pero hay algo que entendí después de muchos años de integrarla: toda banda necesita tener una visión, una dirección, y lo mejor es que una sola persona tenga la visión de hacia dónde quiere ir el grupo. En King Crimson es Robert Fripp el que tiene esa visión. Él sabe internamente qué es King Crimson y qué no lo es. Entonces uno puede contribuir con alguna idea y Robert puede decir: “Eso es genial pero no es King Crimson”. Yo era un miembro pleno y contribuía en su música, pero era él quien sabía qué direcciones había que tomar, y yo siempre estaba contento de seguirlo. Cuando él quiso tener dos stickistas en la banda no me pareció una buena idea pero respeté su visión. Lo mismo cuando le pareció que había que tener dos bateristas; no estuve de acuerdo. Pero como no había escuchado el resultado y respeto enormemente las opiniones de Robert, me sumé a la experiencia. Y siempre fueron buenas experiencias. En Stick Men no soy el líder, soy el guardián de la visión del grupo. Decidí que fuera una banda sólo de dos sticks y percusión. Michael es un gran guitarrista y puede tocar grandes cosas en la guitarra, y yo también puedo tocar el bajo. Pero mi visión fue la de un grupo que sonara como ningún otro, sólo con esos instrumentos.

-¿Hay alguna posibilidad de que King Crimson vuelva a reunirse?

-Me encantaría tener alguna novedad al respecto. Me comunico mucho con Robert, y podría decirte que no hay ningún plan para este año. Puedo asegurarte que todos estamos con ganas de volver a grabar y volver a tocar en King Crimson, pero Robert es reacio a hacerlo. Así que, al igual que los fans, esperamos con paciencia. No sé, tal vez Fripp me sorprenda y me llame hoy mismo para decirme que es tiempo. Te prometo que entonces te llamo y te cuento.

-¿Cuál fue la primera vez que tocaste con Fripp?

-La primera vez que toqué con él fue en el primer disco de Peter Gabriel, en 1976. Él fue el guitarrista de ese disco y yo fui el bajista. Fue un momento muy especial de mi vida, ya que el mismo día conocí a Peter Gabriel y a Robert Fripp. Y 34 años después sigo tocando con ellos. Ese día en que los conocí debo de haber tocado muy bien, para que me hayan seguido llamando todos estos años. ¿Qué hubiera pasado si hubiera caído borracho al estudio y hubiera tocado todo mal? Me habría perdido todos estos años de Crimson y Peter Gabriel.

-Leí hace poco que fuiste uno de los primeros bloggers, ya que llevabas una bitácora en tu sitio web desde 1996…

-Sí. Descubrí eso hace poco también, nunca lo había pensado antes. En verdad empecé el sitio web en 1996 para vender mis propios discos. A la vez empecé a escribir mis historias acerca de las experiencias en las giras y en los toques, y a la gente le interesó eso mucho más que nada. Por otra parte, siempre saco fotos de los conciertos y a la gente le encantó ver cómo se veían las cosas desde el escenario. Hice dos libros con esas fotos, y como algo natural empecé a subirlas al sitio web. En los 90 era algo bastante complicado porque no había buenas cámaras digitales, todavía usaba máquinas con película. Me encanta compartir esas fotos con la gente, que vea, por ejemplo, cómo la ve Peter Gabriel desde el escenario. Por accidente encontré una manera de romper una barrera entre el artista y al audiencia. No es que me haga amigo de todos y que intercambie emails con cada persona que asiste a un concierto, es sólo tener una mayor comunicación.

-Hablando de internet, ¿cómo te afectan como músico los cambios en la distribución y en la manera de escuchar música que se han dado en estos últimos años?

-No soy lo suficientemente listo para darme cuenta de hacia dónde va a ir todo. Por ejemplo, en mi trabajo grabando en los discos de otros artistas tiene un efecto muy negativo, ya que el presupuesto que hay para grabar un disco se ha achicado considerablemente. Y entonces ya es muy difícil que pase como era común antes, que viajara y me instalara en otra ciudad o en otro país para grabar un disco. Pero al mismo tiempo la propia internet es la que da la posibilidad de mandar archivos por la web y la que hace posible que yo grabe la música en mi estudio y la mande a otro estudio en cualquier parte del mundo. Por cada ejemplo negativo encuentro uno positivo. Se graba menos, se viaja menos, pero puedo escuchar la música de alguien que está en un país que jamás escuché nombrar y enamorarme de esa música. O sea que, por cada CD menos que se vende, a la vez hay más posibilidades de escuchar música y hay, tal vez, mejor música que nunca, aunque es cada vez menos factible que te hagas famoso y te pasen en la radio.

-Tocaste en una cantidad impresionante de discos, pero hay uno sobre el que te quería preguntar especialmente: Double Fantasy, el álbum póstumo de John Lennon…

-Fue una experiencia increíble, claro. Fue corta: unas tres semanas de grabación. Aún no sé por qué me eligió: podía tener el bajista que se le antojara. Me sentí muy feliz cuando vi que muchas de las partes de bajo que había hecho habían sido dobladas con otros instrumentos, ya que eso significaba que le habían gustado, lo cual era un honor. Las sesiones fueron muy divertidas. Hicimos muchas zapadas. A Lennon le encantaba tocar canciones de Buddy Holly y tocábamos esos temas, hasta que él decía: “Bueno, ya tuvimos mucha diversión, vamos a trabajar”. Eso para nosotros era en verdad empezar una diversión diferente, porque tocar sus temas era aun más divertido. Por supuesto, es una experiencia marcada por la tristeza, porque íbamos a salir de gira, estábamos ensayando para eso. Y eso, por supuesto, como muchas otras cosas tristes, que no pudieron ser, no fue.