A Pynchon también le debe de haber parecido que El gran Lebowski (1998) tenía mucho de sus novelas, con su profusión de hippies desnorteados, paranoia desbocada y búsquedas desenfrenadas. Así que con Vicio inherente se cobró la deuda: su protagonista, igual que El Dude de la película de los hermanos Coen, la va de detective, pero le juegan en contra las lagunas mentales provocadas por su afición a la marihuana, y también algún flashback de momentos más lisérgicos. Doc Sportello es petiso y tiene un afro ridículo, pero también tiene un gran auto (un Dodge Dart) y una colección de amigos entrañables, y hasta una novieta a la que cree que tiene que rescatar. Su mundo es el mismo que habitan los personajes de Vineland (y hay varios en común, especialmente los vinculados a las banda surf The Corvairs), pero mientras que aquellos viven en plena era Reagan las pesadillescas consecuencias de sus andanzas sesentaras, Doc Sportello está ubicado en el punto justo en que “el sueño se termina”: 1970, pocas semanas después de los asesinatos cometidos por el Clan Manson.

Involuntariamente, Doc descubre, en la zona más rica del planeta -entonces y ahora-, el sur playero de California, un enjambre de corrupción y violencia. “Llámalo capitalismo” se titula la excelente reseña que publicó la London Review of Books, aunque la consigna le cabe a la mayoría de las novelas Pynchon. En ésta no sólo vemos una imparable cadena de especulación inmobiliaria, sino también qué puede llegar a pasar cuando un millonario decide hacer lo único que el sistema no permite: despreciar el dinero. Pynchon nunca nombra a la bestia -nombra a otra, El Colmillo Dorado, una de esas organizaciones misteriosas que le encanta inventar-, pero todos sabemos qué es esa cosa que precisa crecer y crecer sin que importe cómo o por qué.

Como siempre, en esta novelita -tratándose de Pynchon se le puede llamar así a un libro de 400 páginas- hay también un villano, un policía que, con Hollywood tan cerca, ataca el multiempleo por el lado de la actuación. Pero si en Vineland su personaje equivalente es el mal puro, aquí el policía malo es también un hombre que no sabe bien para quién trabaja, dada la connivencia de la Policía con la mafia, ni a quién reprimir, en una situación política cambiante y confusa.

Bromitas hay muchas. Entre ellas, varias miradas escépticas hacia fenómenos que hoy nos son familiares (internet, la música portátil) y una ahumada discusión sobre la existencia de Sherlock Holmes. Las conspiraciones también abundan. Una de ellas involucra la puesta en circulación por parte de la CIA de billetes leventeme ilegales, que ilustran eventos que aún no ocurrieron.

Se dice que esta novela -titulada Inherent Vice en inglés, tal vez hubiera merecido traducirse como Vicio de origen, una expresión igualmente jurídica pero con mayor poder sugestivo- es la más accesible de Pynchon, y sin dudas es la que tiene una historia más lineal, a pesar de los agujeros narrativos que causan los desmayos de Doc Sportello. De lo que no cabe duda es de que Mr P es un viejo libertario que aunque castiga a sus héroes, sabe de qué lado está. Y de que sigue escribiendo asombrosamente: cada tanto, se suelta con alguna escapada donde une reflexiones de autopista con comentarios sobre el paisaje y especulaciones acerca del destino de la especie, todo en una sola frase, tan magistral que nos hace leerla, releerla y hasta traducirla sin parar.