La convocatoria 2015 para la novena edición de Boliches en Agosto se centra en la propuesta “La cocina del boliche”, para “poner en valor” el acervo cultural de los bares, cafés y cantinas, a los que se les plantea que expongan sus platos y bebidas característicos (para ampliar la información, ver este link). A diferencia de los años anteriores, esta vez los artistas responsables de las propuestas deberán hacerse cargo de la gestión del evento en su totalidad, y los boliches no podrán cobrar entrada ni cubierto artístico -además de mantener los precios habituales-, si bien la organización no se hará cargo del caché: sólo apoyará el evento con soporte técnico como audio y luces, y materiales necesarios para las intervenciones plásticas.

Esto generó varios intercambios entre los artistas, principalmente los músicos, quienes han concentrado la mayoría de las propuestas en las ediciones anteriores. Fernando Santullo, ex integrante de El Peyote Asesino, colaborador de Bajofondo y cantante solista bajo el nombre Santullo, dijo a la diaria que las bases de esta edición de Boliches en Agosto le incomodaron por dos cosas. La primera, que establecen una “discriminación negativa respecto de los músicos: en el modelo propuesto, quien amplifica cobra (el Ministerio de Educación y Cultura, MEC, le paga), el bolichero cobra por lo que vende, y el de Pepsi, o lo que sea, también cobra”. Agregó que las bases explicitan que no se puede cobrar entrada, y proponen que el artista “vea si le puede cobrar a algo o a alguien, de una manera que no se establece. O sea, lo mismo que haría cualquier músico que se presente en un boliche cualquiera sin que esté el MEC de por medio. Así las cosas, la presencia del Estado es poco más que un manotazo para anotarse un poroto a expensas de los artistas, los únicos que no ven un mango en la operación”. Con respecto a esto, el músico repara en que “previamente, en las bases tiran un rollazo sobre la importancia cultural de los boliches, hablan de Zabala y meten a [Néstor] García Canclini como para decir ‘miren que de esto sabemos’. En todo caso, al leerlo es claro que para el MEC el boliche es cultura y la música, no tanto”.

El segundo aspecto por el que Santullo se sintió incomodado fueron “las palabras que utilizaron”. Asegura que en lugar de tener “la honestidad de decir ‘che, no hay un mango, no se hace’, dicen que no pagan caché como forma de que los involucrados ganen ‘autonomía’ y se ‘apropien’ del asunto.” Frente a esto se pregunta: “¿De qué manera no cobrar por tu trabajo te hace ganar autonomía? Es un misterio. ¿De qué se va a apropiar un músico que toque sin cobrar y sin la posibilidad de hacerlo? Lo dije en Facebook: es como si te pegaran un tiro en la columna y te dijeran: ‘Esto lo hacemos para que te vayas empoderando ante los nuevos desafíos que conlleva la modificación de tu tallo longitudinal’. O sea, la bobera políticamente correcta, que en los libros se ve muy linda, termina siendo una tomada de pelo a la gente real si creés que va en contra del músico profesional (no se cobra entrada ni se paga caché)”.

Además, el músico dijo que es reacio a que no se cobre entrada en los lugares a los que asisten personas que pueden pagarla: “La idea de llevar música ‘gratis’ (que nunca es gratis: antes o después la paga el contribuyente) sólo tiene sentido en aquellos lugares donde el público no puede pagarla. Lo otro es simplemente competencia desleal que el Estado hace a los privados”. Considera que esto, en el caso de la reciente convocatoria, “significa llevar música y actividades a lugares que habitualmente no cuentan con esa clase de eventos, así que, quizá, sí podría correr lo de no cobrar entrada. Lo que me parece un insulto es que esa falta de dinero, que obviamente revela la ecuación, se arregle por el expediente de casi hacer lo imposible para que el músico no cobre. Directamente apuesta a que todos se vayan convirtiendo en músicos amateurs”, advirtió.

Las observaciones similares de Santullo en las redes fueron compartidas por varios músicos locales, quienes se encuentran discutiendo la posibilidad de tomar una postura colectiva frente a estas nuevas reglas.