“Conocerá en mi mirada que vengo d’ende muy lejos. / Por el estado del caballo no, porque no galopeo. / Galopié mucho una vez... y llegué tarde lo mesmo”, dicen los versos de “El forastero”. Con su tono de voz grave y su guitarreo acompañando la proseada, Osiris Rodríguez Castillos se impuso como uno de los principales exponentes del folclorismo, aunque el paisanaje mirara desconfiado mientras sus personajes aflojaban cinchas, prendían el cabresto y se quedaban bombiando cavilosos, y siempre en silencio, custodiados por sus chambergos. Redescubriendo el cielito, un género que casi había caído en desuso, Osiris desplegó un abanico de composiciones monumentales, interpretadas entre otros por Alfredo Zitarrosa (“De Corrales a Tranqueras”, “Décimas a Jacinto Luna”), Amalia de la Vega (“Como yo lo siento”), Eduardo Falú (“Cielo de los tupamaros”) y Jorge Cafrune (“Camino de los quileros”, que también cantó, pero no grabó, Joan Manuel Serrat). Con el tiempo se transformó en uno de los pilares centrales del cancionero folclórico uruguayo, y alternó labores de poeta, escritor, investigador, compositor, cantante, instrumentista y luthier.

En una entrevista que le hizo el argentino León Benarós a fines de 1962 hay un fragmento, reproducido incontables veces, que ilumina el modo en que Osiris se enfrentaba al paisaje y a ese mundo criollo que lo rodeaba: “Toda mi escuela es asombrarme: ver las cosas por primera vez. Yo podría verlas cien veces y cada vez podría escribir sobre ellas algo distinto. Creo que he encontrado la manera de hacerlo defendiendo al gurí que llevo adentro. Un gurí que quedó siempre en las orillas del Yi, donde me crié. Trabajé en la ciudad y en el campo. He vagado por toda mi tierra y por la Argentina, y por Rio Grande do Sul. No sé cuántas veces atravesé con mi caballo la frontera norte, ni cuántas veces crucé en canoa el delta del Paraná. Mi principal oficio ha sido presenciar la vida. Me gusta el mundo, es algo que se está haciendo todos los días”.

El 10 de octubre se cumplieron 20 años de su muerte, y por eso el programa Guitarra Negra, de la Intendencia de Montevideo (IM), dedicado a la formación y difusión de artistas emergentes de géneros folclóricos y canto popular, organizará un homenaje a Rodríguez Castillos este sábado a las 20.00, en la explanada del Palacio Municipal.

El coordinador de Guitarra Negra, Marcel Chaves (integrante de Guitarras del Uruguay, nombre actual del grupo que empezó, con otros integrantes, como Cuarteto Zitarrosa), adelantó a la diaria que en este homenaje participará todo el colectivo de artistas de las distintas generaciones del programa, que recorrerá un repertorio de 23 canciones a cargo de solistas, dúos y grupos más numerosos. Chaves admitió que, actualmente, Rodríguez Castillos es para muchos un desconocido, incluso para quienes identifican varias de sus canciones. Para él, es el artista uruguayo “más versionado”, porque han recreado obras suyas “todos los argentinos importantes, como Los Chalchaleros, Los Fronterizos o José Larralde”. Contó que, en el marco de una clase de producción y con motivo de este aniversario de su muerte, se planteó como ejercicio la organización de un evento de homenaje y “más de la mitad [de los alumnos] no sabía quién era, cuando son cantores de todo el país que ya superaron una buena serie de pruebas”, destacó, aún sorprendido.

El programa, que funciona los sábados y al que asisten jóvenes de todo el país, brinda 25 clases y tres talleres, entre ellos uno sobre Música e identidad, dictado por Rubén Olivera. “Hace 12 años que desarrollamos el concurso [de canto latinoamericano]. Nos definimos como un programa de relevamiento, formación y difusión, y la actividad de relevamiento la desarrollamos a lo largo de seis años”. Lo que se plantearon fue identificar artistas que siguieran una línea identitaria dentro de la música popular y las raíces folclóricas en su más amplia proyección.

“Nuestra aspiración es que ellos, que continúan una historia de la música folclórica, conozcan esa historia y cómo se ha procesado, para que después retomen o intervengan lo que quieran. Pero no estamos fabricando folcloristas ni nada por el estilo”, aclara el coordinador. Consultado sobre cómo surgió el programa -que depende del Departamento de Cultura de la IM-, Chaves contó que luego de acercarse a muchos artistas populares, decidió organizar un escenario al que se llamó Anselmo Grau, en homenaje a ese músico y locutor que fue “uno de los primeros en ayudar a los artistas emergentes, con programas como Guitarreada”, y en esa oportunidad se inscribieron 180: así confirmaron que había muchos que “necesitaban cantar y a quienes les hacían falta referentes”.

Desde aquel comienzo, señala, los desafíos han ido mutando, sobre todo porque trabajar para que los artistas conocieran la obra que trataban de continuar “nos fue acercando a la situación de emergencia cultural que atravesamos, porque si ellos no mantienen una identidad, en el futuro no contaremos con nada. Estamos convencidos de que lo único que nos queda tiene que ver con la identidad. Pero el planteo no sigue la definición clásica de tradición, ya que creemos que sólo puede sobrevivir si es internalizada y reformulada por las nuevas generaciones. Sólo se conserva si se reformula, aunque desde lo ideológico choque con viejos conceptos de tradición”, evalúa.

Consultado sobre cómo valora a Rodríguez Castillos, Chaves respondió, convencido, que se trata del “más profundo y completo”: “Es un gran poeta, un gran guitarrista y, si se quiere, es un [Juan Manuel] Blanes en lo musical, porque en el imaginario colectivo pintó la imagen del gaucho, de las tradiciones. Cuando hicimos una periodización de la historia del canto popular, a Osiris lo ubicamos en la década del 50, junto con Amalia de la Vega y otros cantores que buscaban nuevas formas, siempre con el énfasis en lo paisajístico, en la rastra, el poncho, el fogón, ya con una visión nostálgica”.

Muchas décadas atrás, con una poética premonitoria, este músico elogiado por Atahualpa Yupanqui (“Junto conmigo, Violeta Parra y Osiris, la canción telúrica del Cono Sur estaría cubierta”, dijo el argentino), entonaba: “No pregunten de a’nde soy, / vengo del tiempo aparcero, / y ni los mismos senderos / se imaginan p’ande voy; / voy tiempo arriba y estoy / conforme con mi destino, / de andar solo y peregrino, / durmiendo sobre mis garras, / y despertando guitarras / a la orilla del camino”.