Un joven santafesino llega a Buenos Aires sin mucha idea de qué hacer y se mete en política casi sin querer, un partido político desideologizado compuesto por empresarios, un líder dispuesto a todo para llegar a presidente, una periodista que investiga si una maldición hace que ningún gobernador de Buenos Aires llegue a presidente (y que se mete de lleno con el tema de las maldiciones a todo nivel, lo cual extrañamente relaciona esta novela con La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz) y una trama familiar que mezcla y confunde aun más todo: eso va a encontrar el lector en Las maldiciones. Se podría pensar que estamos ante la clásica movida de las grandes editoriales, tomar un tema de moda y ficcionalizarlo para captar lectores, pero el oficio de Claudia Piñeiro, muchas veces ninguneada como simple escritora de best sellers, hace que no se trate de un enlatado editorial, sino de una novela importantísima para entender el fenómeno de la nueva política instalado en nuestro presente.

En Argentina y en la región, la política tradicional fuertemente ideologizada ha dado paso a una de gestión o de administración: de las ideas a la eficiencia, de los políticos de raza a los empresarios, y de los cuadros a los asesores de marketing. Piñeiro lo muestra construyendo lo grueso en base a lo fino, es decir, creando, mediante detalles o sutilezas, una realidad grotesca y claramente identificable. Que la forma de llevar adelante un partido esté más relacionada con el mundo de la comunicación y la administración de empresas y que los líderes traten a sus votantes como miembros que siguen a un gurú, escondiendo lo que importa con globos y serpentinas, es rico en complejidad y absolutamente verosímil. En ese sentido, quizá el thriller político, que tiene larga tradición en Argentina, haya terminado una etapa en 2011 con el film El estudiante, de Santiago Mitre. La política va dejando de ser lo que era, y las obras que giran en torno a su universo acompañan el cambio. Quizá esta novela es la primera obra importante sobre esto, el primer intento de meterse en un universo que la gran mayoría de la población cree ajeno, pero que está cada vez más en nuestras vidas.

Al thriller o drama sobre el mundo de la política, con personajes bien construidos más allá de alguna exageración o caricatura (que comparada con el mundo real muchas veces se queda corta), y acciones que se desarrollan con un muy buen manejo de los tiempos y del relato fragmentado, se le agrega una trama personal y familiar, que no tendría por qué estar asociada con ese mundo, pero que en él puede crecer y desarrollarse de la mejor manera. Ambos temas son enormes, y mezclarlos, con tantos personajes (más otras investigaciones que el personaje de la periodista está desarrollando), puede ser problemático, pero Piñeiro, con mucha elegancia y oficio, logra guiar todas las partes de la historia a donde quiere llevarlas, sin perder mucho en el camino.

Su prosa, sin hacer gala de un dominio estratosférico del lenguaje o de los recursos literarios, es muy fluida, atrapante y narrativamente clara; sabe a dónde quiere ir, y en qué momentos apoyarse en lo tradicional o ser más audaz. Maneja la duración de cada parte en el montaje de la obra –quizá lo más difícil para un autor– de un modo certero y genera un ritmo con matices y regulaciones de la intensidad, que nunca pierde el interés. Acierta también en la articulación de las dos grandes historias.

Quizá sobre el final, cuando se están resolviendo los conflictos, algunos capítulos dedicados a la investigación de la periodista sobre las maldiciones sean innecesariamente largos, y tal vez al principio la dosificación de la información hace que casi a la mitad de la novela persistan muchas zonas de oscuridad, pero son pequeños detalles que no empañan una más que interesante novela, sobre un mundo que es mejor empezar a comprender.

Las maldiciones

De Claudia Piñeiro. Alfaguara, 2017, 319 páginas.