Los Premios de la Música Brasileña, que se otorgan desde 1987, homenajean cada año a una figura destacada por su trayectoria. Entre los elegidos para esa distinción, en un país en el que abundan los músicos notables, ha estado gente de la talla de Tom Jobim, Baden Powell, Elis Regina, Dominguinhos, Gal Costa, Rita Lee, Milton Nascimento, Gilberto Gil, Luiz Gonzaga, Dorival Caymmi, Vinícius de Moraes y Maria Bethânia. Este año, el homenaje fue para Ney Matogrosso, en medio de su inusualmente prolongada gira Atento aos sinais, que inició en 2013 para conmemorar 40 años de carrera y que va a seguir por lo menos hasta diciembre de este año (fue la gira que lo trajo dos veces a Uruguay, en 2015 y 2017). A sus 75 años, Matogrosso está en un punto alto de la trayectoria que comenzó con el grupo Secos & Molhados y, con motivo del mencionado galardón, concedió una entrevista al diario Folha de São Paulo, publicada la semana pasada, que realmente no tiene desperdicio.

El artista afirmó que una distinción como la que acaba de recibir “no es mucho su expectativa en la vida”, y que no cambia nada, en términos prácticos o de mercado, a esta altura de su carrera, en la que prefiere “el reconocimiento que ocurre naturalmente en los espectáculos” y ya no le preocupan las opiniones de los críticos musicales, a las que daba mucha importancia al comienzo. En aquella época, recordó, tuvo “las peores” y, por ejemplo, pasó dos años sin ser mencionado en el poderoso diario Jornal do Brasil, “porque había un editor que decía que no publicaba nombres de travestis”. También señaló que había “un poco de prejuicio” hacia él incluso por parte de otros músicos, pero que “todo eso quedó atrás” y que pudo superarlo a fines de los años 80 con ayuda del daime (ayahuasca; dice que todavía toma esa infusión de vez en cuando, pero “sólo una cucharada, para quedar dentro de su energía”).

El periodista le preguntó su opinión acerca de los artistas jóvenes que “llevan al escenario” su sexualidad trans, y sobre el riesgo de que esa mezcla de arte y sexo se vuelva “panfletaria”. Matogrosso apuntó que el fenómeno le parece “interesante”, sobre todo en este momento histórico de Brasil, con “una derecha careta en el poder”, y que siempre “una persona expresándose con libertad es un panfleto”. “Yo fui un panfleto de mí mismo –ejemplificó–, pero siempre alerté: ‘No se satisfagan conmigo, con mi manifestación. Ustedes tienen derecho de ser quienes son’”, algo que tardó en extenderse y que ahora llega “de otra manera que no es la mía, porque a mí me gusta ser del sexo masculino. Nunca quise ser mujer ni ocupar un lugar de mujer. Soy un hombre que simplemente no respetó los límites, que transita con libertad de un extremo a otro del espectro”.

“Cuando empecé, tenía 30 años, las hormonas chorreaban. No tenía control, estaba expuesto encima de un escenario, semidesnudo. Eso fue deliberado, quería atreverme contra la dictadura, ya que no tomaba las armas. Me bamboleaba porque me parecía que podía; Elvis Presley ya se había bamboleado allá, ¿por qué yo no iba a poder aquí, en Brasil? Nunca respeté esa cuestión de masculino y femenino, porque quería transitar con libertad, aunque siempre haya dicho que soy del sexo masculino y me gusta. Tengo el pecho peludo y me gusta, tengo pija y me gusta. Pero eso no me impide transitar”, aseveró. “Encuadrarme como gay sería muy cómodo para el sistema. Gay, un carajo. Soy un ser humano, una persona. Lo que hago con mi sexualidad no es la cosa más importante en mi vida. Es un aspecto de tercer orden”.

“Esa búsqueda del desafío, de ser atrevido, ¿quedó atrás?”, le preguntaron. “Ya no es necesario. Aunque, para la caretez que se está instalando ahora, todavía debo ser una afrenta”, respondió.

Cuando la entrevista derivó hacia la política, dijo que ve que el presidente Michel Temer está a un paso de ser destituido, y compra “generosamente votos de diputados” para que eso no suceda, “pero la cosa está tan extraña que, a pesar del dinero gastado”, igual es posible que lo destituyan, porque “el juego es muy sórdido: las personas son venales y se venden, pero no quedan comprometidas con quien las compró”.

El cantante comentó que antes decía que era de izquierda, pero que “no tiene más ilusiones” y que si bien votó por Lula varias veces, “contra [Fernando] Collor [de Mello]” y “contra Fernando Henrique [Cardoso]”, ya no lo hizo cuando Lula se postuló a un segundo mandato, porque “no podía creer que él no supiese nada” de la compra de votos parlamentarios llamada mensalão. “Confieso que me decepcionó. Fue la última vez que creí en alguien [que hacía política], y desde entonces anulo mi voto con la mayor tranquilidad”, dijo. Antes, “cuando pensé que la izquierda me iba a comprender, porque yo estaba intentando hacerle mella a la dictadura, la izquierda me bajaba la caña. No entendieron que yo podía ser útil [...]. Por prejuicio, ¿no? ¿En la izquierda no hay un machismo del carajo?”.

Ahora, en sus shows se corea “fuera, Temer”, y él reconoce que esa consigna “está en todas partes”, como “un deseo de la gente” que también es suyo, pero que él no la acompaña porque está sobre el escenario “para otra cosa”. Lo que hace es cantar “O tempo não para”, de Cazuza y Arnaldo Brandão, y sostuvo que lo hace porque esa canción de 1988 “sigue siendo actual”, dado que “todo pasa, y uno no puede pensar que las cosas son definitivas”. “Todo es circunstancial, está en movimiento. Tengo esa percepción de la vida”, afirmó.