“Vamos a hacer una fiesta en Bluzz”, comenta Esteban Hirschfeld, tecladista de Los Mockers, miembro de una de las bandas uruguayas más importantes de la década de 1960. “Vamos a tocar algunas canciones antiguas y otras nuevas, pero no podemos decir que es un show de Los Mockers, porque nos faltan dos músicos”, aclara. Esta noche, a las 22.00, Hirschfeld y el guitarrista del grupo, Jorge Fernández, presentarán en Bluzz Live (Daniel Muñoz 2049) nuevas canciones del grupo, que serán editadas en vinilo.

Antes de que Hirschfeld y Fernández celebren en Bluzz su legado, charlamos con ellos (que desde hace años viven en Valencia y Buenos Aires, respectivamente) con el objetivo de trazar un pequeño mapa de la historia del grupo, su evolución y final, y cómo ambos continuaron sus vidas después de Los Mockers, un grupo que imitaba el estilo de The Rolling Stones, pero con un repertorio propio de calidad.

–Se conocen desde el liceo, donde tocaban en el grupo Teddy Boys, la banda que luego devino en Los Mockers. ¿Cómo recuerdan la experiencia?

Esteban Hirschfeld (EH): –Empezamos tocando en 1963 en una fiesta del liceo, y de a poco la formación fue cambiando. Al principio tocábamos con guitarras y un bajo casero hecho de madera por el padre de Jorge, y con un micrófono hecho a mano con un bobinado. En esa época era muy difícil conseguir instrumentos.

Jorge Fernández (JF): –Saqué un molde de una guitarra Eko, que usaban en los pick up para hacer una guitarra eléctrica. Hice dos: una con caja y otra con madera maciza, mientras que Esteban sacaba la distancia de los trastes a partir de logaritmos.

–Me imagino que en esos años era difícil conseguir discos y material sobre rock.

EH: –Sí, pero los mandábamos traer. Los primeros discos de los Rolling Stones, que no se habían editado acá, los conseguimos por Inés Nicastro, que era novia de Polo Pereira, el cantante de Los Mockers. Ella acababa de venir de Estados Unidos y nos trajo los discos de los Stones; de ahí mamamos para empezar a definir nuestro estilo. Coincidimos todos en que ese era el sonido que nos gustaba, y empezamos a grabar versiones en vivo, como “The Last Time”, “Route 66” y “Satisfaction”.

JF: –En 1966, sobre el final de la grabación del primer disco de Los Mockers, Inés apareció con una guitarra Gretsch, que era un instrumento único en la época, y grabamos “Every Night” y “Tell Me Something New”.

–Ya que nombraste a Polo Pereira, fue su entrada al grupo, a principios de 1965, lo que hizo que los Teddy Boys pasaran a llamarse Los Encadenados. Entonces grabaron un EP con temas en español, algo que no era muy frecuente en esa época.

EH: –Al revés: nosotros veníamos de cantar versiones de los Teen Tops, que era lo normal. Lo que pasa es que salió el Club del Clan y lo odiábamos. Conocimos a los Rolling Stones cuando recién salieron, y de inmediato decidimos ir para ese lado. Ya como Los Encadenados grabamos un par de versiones de los Stones, y cuando nos fuimos a Buenos Aires buscamos un nombre más acorde con la música que estábamos haciendo, que era más rhythm and blues que “Popotitos”, de los Teen Tops.

–¿Así surge el nombre de Los Mockers? ¿Viene de la película de The Beatles, A Hard Day’s Night (1964)?

EH: –Claro, éramos todos fans de los Stones, pero el baterista [Beto Freigeda, fallecido en 1973] era fan de los Beatles. Una vez nos contó que en una escena de A Hard Day’s Night, en la que a Ringo le preguntan si era mod o rocker, él responde que era un mocker. Eso tenía peso porque también significaba “burlador”, así que le cambiamos el nombre a nuestra banda.

–¿Cómo se las arreglaban para versionar temas de los Stones, como “Paint It Black”, que tenía un sitar, si en ese momento era difícil conseguir instrumentos?

EH: –A los ponchazos. Jorge tocó su guitarra eléctrica con un mechero Zippo de metal.

JF: –Como no había slide, lo inventé ahí. Usé un Zippo gastado, que al tener una ranura en el borde, enganchaba la cuerda y golpeaba contra el mástil para dar el efecto de vibración del sitar.

EH: –Como “Paint It Black” hay más ejemplos: en “All the Time” quisimos incluir un solo de clavicordio, pero en el estudio no nos dejaron poner chinches en el piano de cola, así que les colgamos clips de oficina a las cuerdas para darle el sonido metálico. En “Can’t Be a Lie”, como no teníamos güiro, utilizamos la carcasa de un amplificador de válvulas y tocábamos con un palo de batería. Cuando estábamos llegando a Buenos Aires, en 1966, para grabar nuestro primer disco, en la aduana argentina nos secuestraron el órgano, así que tuve que aprender a tocar la armónica. Por eso hay varios temas en el álbum con ese instrumento.

–Ahora que nombrás la llegada a Buenos Aires, ¿se podría decir que el mercado musical argentino era el objetivo de todos los grupos uruguayos? ¿Sería algo comparable a la “invasión británica” en Estados Unidos?

EH: –Argentina era nuestra meca. Tuvimos la facilidad de que ya habían ido Los Shakers el año anterior, y como había funcionado y eran de la misma discográfica que nosotros, los ejecutivos pensaban en la fórmula “grupos uruguayos es igual a dólares”. Se pensaron que con nosotros iba a ser igual, pero lo nuestro no era tan comercial; quisimos evitar los estribillos pegadizos. Nuestra llegada a Buenos Aires se da por Los Shakers: una vez, cuando ellos volvieron a Montevideo, querían un órgano para grabar “Aleluya” y nos contactaron para pedírnoslo, y les dijimos que se lo prestábamos solamente si nos dejaban tocar unas canciones en su presentación en el Palacio Peñarol. Como aceptaron, ese día nos escuchó el productor de EMI/Odeón y nos invitó a ir a Buenos Aires. A partir de ahí empezamos a ensayar ocho horas por día. Luego, en Argentina, convivimos mucho con Los Shakers, e incluso colaboramos mucho con ellos. En realidad, no existía una rivalidad entre nosotros.

–Esteban, después de regresar de Buenos Aires dejaste Los Mockers y te incorporaste a Los Delfines. ¿Cómo entraste al grupo y cómo siguió tu carrera?

EH: –Me fui de Los Mockers en un momento de bajón de moral, porque la cosa no funcionó como esperábamos, aunque mientras tanto el resto continuó con el grupo y volvió a Buenos Aires [e incluso grabaron un segundo disco, Mockers II, en 1968]. Entonces decidí retomar los estudios de ingeniería, pero me picó el bicho de la música y a los seis meses ya estaba tocando de nuevo. Fui a ver a Los Delfines a un baile y me ofrecí para tocar con ellos; como se había ido el tecladista, entré directo. Estuvimos tres años, desde 1967 a 1970, y grabamos el disco Estamos seguros [1970]. Después de Los Delfines me fui a Alemania a estudiar ingeniería de sonido, porque estaba cansado de haber pasado demasiadas noches en cana por tener el pelo largo. Quería reformarme en Alemania y cortarme el pelo, pero justo llegué en la época de los festivales y hasta pude ver a Jimi Hendrix en vivo. Allí incluso tuve un encuentro con los Kraftwerk, que buscaban un nuevo miembro, pero no me gustaba su estilo y no fui más: eran muy fríos y tenían una actitud elitista. Luego me fui a España y retomé la música; me hice amigo de Manolo García, que terminó transformándose en El Último de la Fila. También grabé con Gabinete Caligari, y después de que se separó el grupo mantuve el contacto con Jaime Urrutia, así que tocamos juntos desde principios del 2000.

–Jorge, después de continuar con Los Mockers en Buenos Aires, ¿te quedaste ahí?

JF: –Conocí a una chica y desde hace 50 años estoy casado con ella. Me mudé para ahí y seguí haciendo música para music hall, porque necesitaba vivir. Tocaba versiones de temas que estaban en LP para publicar simples. Así grabé una versión de “Birthday”, de The Beatles, y vendimos 15.000 copias. Luego me metí en compilados haciendo versiones y me inventaba seudónimos como Pat Collins; en total, tengo más de 15 nombres diferentes. Desde hace años toco con Maxi Trusso, y grabé las guitarras de “Please Me”, que empezó como un tema acústico y luego el DJ Javier Zuker lo grabó con Poncho en 2009. Así, el tema terminó sonando en todos lados.

–Después de 50 años, la música de Los Mockers fue reeditada en España, Estados Unidos y Suecia. ¿Cómo reaccionan ante el continuo interés por el grupo?

EH: –Para mí es increíble que después de tanto tiempo se mantenga el amor por la banda. Estamos súper agradecidos por las reediciones y, en especial, por la película 25 Watts [Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, 2001]: al incluirnos en su banda sonora, permitió que nuevas generaciones conocieran nuestra música. También tuvimos la suerte de estar en el lugar y en el momento justo. Si en aquel momento alguien nos decía que en 2018 íbamos a estar presentando canciones nuevas del grupo y que la gente se iba a seguir interesando, no lo habríamos creído. Lo bueno es que cada tanto hacemos un reencuentro y es muy emotivo.