El 20 abril el presidente de Chile, Gabriel Boric, nacionalizó el litio. En 2022, las ventas chilenas del mineral con el que se fabrican las baterías de los teléfonos y los coches eléctricos se multiplicaron por seis y le reportaron al fisco 5.000 millones de dólares. El Triángulo del Litio (Argentina, Bolivia y Chile) concentra 68 por ciento de las existencias mundiales y desvela a Estados Unidos por la gran incidencia china en los yacimientos.

El elemento más liviano de la tabla periódica se ha vuelto el mineral de mayor peso geoestratégico para América del Sur en el siglo XXI. Cuando se lo nombra se suele apelar a conceptos tales como nuevo oro blanco, materia prima del mañana, El Dorado del presente. Es posible que no se trate sólo de hipérboles. Este mineral que no ha parado de aumentar su precio resulta esencial para una transición energética que permita disminuir la dependencia de combustibles fósiles. Tanto, que ya se lo ve como el futuro “generador de problemas” de la escena internacional. La jefa del Comando Sur de Estados Unidos, general Laura Richardson, no ha dejado de recorrer el Cono Sur en varias ocasiones este primer trimestre, casi cruzándose con las visitas del canciller alemán, Olaf Scholz, que estuvo en la bisagra entre enero y febrero. Lo que les inquieta es la delantera que les ha tomado el competidor más incómodo1. Luego de una tarea silenciosa de dos décadas, China ha logrado situarse en una cómoda delantera: según la Agencia Internacional de la Energía, el país asiático produce más de 80 por ciento del litio refinado del mundo, gracias a una combinación de desarrollo tecnológico y concesiones mineras fuera de fronteras. También dispone de 77 por ciento de la capacidad de elaboración de celdas de litio y 60 por ciento de la fabricación de componentes. Pero si China preocupa, y es una preocupación “fácil de transmitir” en el discurso (agitando el siempre productivo fantasma rojo), la alarma que subyace para los intereses del mundo desarrollado es la insistencia de los países productores en cartelizarse. Aunque la idea de formar algo parecido a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no es nueva, ahora los presidentes de Bolivia y Chile la reflotan con un acento tanto económico como político. Y si Pekín o una OPEP del litio preocupan por separado a Washington, el problema es mucho mayor si ambas pesadillas van unidas: un mercado extractivo y de valor agregado que dominen las inversiones chinas y donde los países dueños de la materia prima actúen en conjunto.

La influencia china más fuerte se da en Bolivia, donde, a pesar de la inestabilidad política de los últimos cuatro años, no ha dejado de consolidarse. Luego del retroceso que pudo implicar para sus intereses el golpe de Estado contra Evo Morales, en 2019, el posicionamiento chino se reforzó tras la desarticulación del ascenso de la derecha al poder y la victoria, un año después, del entonces delfín de Morales, Luis Arce. Ese efecto péndulo enterró los intentos iniciales de Morales de equilibrar la balanza entre China y Alemania, en una suerte de yin y yang soberanista y de valor agregado tecnológico que Arce parece haber inclinado, de forma quizá definitiva, a favor de los asiáticos. Una muestra: el consorcio chino CBC invertirá 1.000 millones de dólares en dos plantas de carbonato de litio boliviano. Para calibrar la importancia de este panorama hay que tener en cuenta que Bolivia es el país de mundo que tiene la mayor cantidad de recursos de litio. Posee 27,1 por ciento de todo el litio que existe. Casi tanto como Argentina, que tiene 24,9 por ciento. También en el país rioplatense hay una fuerte presencia china. En noviembre de 2022, Tibet Summit Resources anunció inversiones de 700 millones de dólares en el proyecto Salar de Diablillos (Salta), que podría producir 50.000 toneladas anuales de carbonato de litio apto para baterías, a los que se suman 1.500 millones de dólares para una planta en el salar Arizaro (en la misma provincia) que podría duplicar esa producción; ambas con un horizonte muy cercano para alcanzar esas metas: fines de 2023 y 2024, respectivamente2.

Aunque Argentina y Bolivia tienen aproximadamente la misma cantidad de litio, Bolivia, pese a su abundancia, casi no figura en las tortas que grafican las reservas, es decir, el mineral que hoy está en condiciones de ser explotado de una manera rentable. Argentina no puntúa mal: tiene nueve por ciento de las reservas. Pero en el Triángulo del Litio quien lleva la gran delantera es Chile: pese a tener relativamente poco, ese poco está tan al alcance de la mano que es 43,8 por ciento de las reservas del mundo3. Por eso la importancia de lo que ocurrió en Santiago a fines del mes pasado.

El tren está en la vía

En un mensaje por cadena de televisión, el presidente de Chile, Gabriel Boric, anunció el 20 de abril la Estrategia Nacional del Litio. Trazó en breves pinceladas el panorama actual del litio en el mundo y le llamó “una oportunidad de desarrollo económico que difícilmente se repita en el corto plazo”. Por eso el Estado se propone “explorar, producir, proteger” ese recurso presente en los salares del país. Tres verbos que parecen haber sido elegidos por los asesores del mandatario debido a su claridad y contundencia, pero que encierran muchas vetas de opacidad. Por eso, enseguida, el discurso hizo una pausa en el futuro venturoso y se concentró en un problema que había que fijar rápido a la mesa para que no siguiera aleteando por encima de las palabras de Boric: “Estos salares y lagunas no son sólo litio, son personas, son comunidades [...] son la casa de culturas minelarias”, dijo, en una pifia que metió al mineral en medio de esas culturas milenarias a proteger, una intromisión que grafica como ninguna lo que pasa en el mundo real.

Y, sin embargo, la oportunidad –afirmó el presidente– es demasiado buena como para que el país no se plantee aprovecharla para aumentar “su riqueza y desarrollo, distribuyéndola justamente, al mismo tiempo que protegemos la diversidad de los salares”.

Foto del artículo 'El peso de un metal liviano'

Para hacerlo es que se establece esta Estrategia Nacional del Litio, que tiene cinco elementos fundamentales según la versión que dio el gobierno y que, de inmediato, causó controversias. Lo más importante es que el Estado participará en todo el ciclo productivo, creando una empresa nacional del litio. Pero no estará solo. El segundo punto de la estrategia implica que “la exploración, explotación y agregación de valor se hará en base al principio de colaboración virtuosa público-privada”. El tercero es la perspectiva ecológica, con una red de protección de los salares que reservará 30 por ciento de ecosistemas amparados a 2030. Vinculado a esto, el punto cuatro: la participación e involucramiento de las comunidades aledañas a los yacimientos. El quinto aspecto es el que se parece más a una expresión de deseo, dadas las dificultades que implica y la necesidad inevitable de voluntades ajenas al gobierno: promover la generación de productos de litio con valor agregado, en una “innovación científica y tecnológica que permitirá avanzar hacia un desarrollo duradero, de mayor complejidad y de mayor diversidad”.

Una nacionalización muy a la chilena, en la que los privados serán actores importantes de la ecuación, y en la que las grandes empresas que hoy están explotando el mineral podrán seguir haciéndolo mientras duren sus contratos. Entre estos privados, obviamente, están las empresas chinas. Cinco años atrás, China compró 24 por ciento de la chilena SQM, considerada la segunda productora de litio del mundo. En un dato que sugiere que el capital no tiene ideología, SQM tuvo como presidente al exyerno del dictador Augusto Pinochet, Julio Ponce Lerou, que en 2021 retornó a la firma como “asesor estratégico”. Se trata de la empresa que tiene hasta 2030 la explotación del salar de Atacama, el principal del país. El presidente Boric expresó que se van a respetar esos contratos, pero a la vez mandató a la estatal Corporación Nacional del Cobre (Codelco) para que comience ya mismo a negociar con SQM la participación del Estado en esa explotación, al igual que en la faena (como se le nombra en el país trasandino) que posee la compañía Albemarle hasta 2043. Para las empresas puede ser una buena ocasión de posicionarse hacia el panorama completo del negocio en el nuevo marco que establece la estrategia que presentó Boric. La flexibilidad no les es ajena. Ya en 2018 debieron ponerla a prueba cuando la renta que le pagan al Estado pasó de un dígito a 40 por ciento. Hubo asperezas, pero el crecimiento del precio y el florecimiento de las perspectivas del mercado internacional facilitaron el acuerdo. En los proyectos que se implementen a partir de ahora, además del canon, deberán compartir aspectos de gestión y hacerlo en posición minoritaria.

Doble ansiedad

La Estrategia Nacional del Litio presentada por el mandatario disparó, por partes desiguales, expectativa y preocupación. La expectativa se basa en la posibilidad de que el país se sume a un modelo de explotación soberana, que reserve la participación mayoritaria del Estado en los proyectos estratégicos de un mineral que podría tener en la economía chilena una relevancia enorme. La duda estuvo en dos alas opuestas. Desde el oído neoliberal se le criticó por apartarse de la centralidad del sector privado, que sería dueño no sólo de los fondos necesarios para explotar el recurso sino también del saber cómo hacerlo. Sectores ambientalistas, por su parte, renovaron su preocupación sobre el impacto que tendría esta explotación.

La presentación de Boric intentó, desde un primer momento, tranquilizar ambos recelos. Al empresariado, como ya se dijo, le recordó la tradición de respeto a los contratos que tiene el país, por lo que quienes tienen la concesión hasta 2030 y 2045 de los yacimientos hoy en explotación no deberían inquietarse. Aclaró también que esa mayoría de participación estatal en los emprendimientos público-privados del litio será sólo en proyectos estratégicos, y que podrá ser menor en aquellos sitios donde la poca productividad pueda aconsejar darle un porcentaje más atractivo a los empresarios. En cuanto al mensaje para el ambientalismo, el mandatario, además de prometer salvaguardas verdes en las áreas que se exploten, se comprometió a que el primer paso de la estrategia nacional será un diálogo mano a mano que tendrá en persona con las comunidades de Atacama donde están los principales yacimientos. Un poco recuerda al documental de Raoul Ruiz sobre la visita de Salvador Allende a las comunidades: Ahora te vamos a llamar hermano (1971). También ahí había expectativa y desconfianza. Quizá, ahora, el peso de esta última haya ganado terreno por sobre la primera.

Es que el impacto ambiental es fácil de entender sin necesidad de apelar a complejas fórmulas o proyecciones. La sencillez aparente del proceso extractivo está en la base de su mala prensa: se precisa espacio y agua. Para llegar al litio hay que tensar el salar hasta casi secarlo. ¿Cómo se obtiene el mineral? Se entra al salar, se hace un bombeo de los primeros 50 o 200 metros de profundidad –explica el director del Instituto de Recursos Minerales de la Universidad de La Plata, Isidoro Schalamuk– y las salmueras bombeadas se acumulan en pozas solares a los efectos de concentrar los contenidos de litio de las soluciones salinas, aprovechando la alta radiación solar de la región; ahí se quedan, en esas pozas solares, durante un año y medio o dos años, hasta que la concentración de litio incremente varias veces los contenidos originales. La evaporación precipita las sales, el preconcentrado resultante se purifica con el añadido de carbonato de sodio y así se obtiene carbonato de litio, el primer producto comercializable4.

Cuestión de modelo

Según opina la socióloga argentina Maristella Svampa, “nuestros territorios enfrentan una nueva embestida del extractivismo, parte de la cual se hace en nombre de la transición energética: litio, cobre, minerales raros”. Por lo tanto, “si no debatimos una agenda de transición justa, vamos camino a la aceptación sin más de una nueva fase de depredación que afectará muy particularmente a las poblaciones y territorios de América del Sur”5. Aunque con los vehículos que funcionan a electricidad almacenada en baterías a litio habrá una reducción de las emisiones de carbono que implican los combustibles fósiles, y en ese sentido puede hablarse de cierta “transición verde”, el problema, opina Alex Godoy, director del Centro de Investigaciones en Sustentabilidad, de Chile, y profesor visitante de la Universidad de Harvard, es el impacto ambiental y social en los países de extracción6. Por ejemplo, el agotamiento de las napas de aguas subterráneas que son la base de la biodiversidad del salar. No se debe olvidar que para fabricar una sola batería de un vehículo eléctrico se necesita evaporar 80 mil litros de agua en el salar de Atacama7. La pregunta que se hace Godoy es cuánto del futuro empobrecimiento de Chile, Bolivia y Argentina (no en términos del ingreso por litio, sino de impactos ambientales y el impacto en las comunidades) va a quedar en el hemisferio sur y no va a ser transferido a los países desarrollados. Aunque habrá un “enverdecimiento” gracias al litio –dijo– este va a estar en el hemisferio norte, que es donde se les dará valor agregado tecnológico “a vehículos que son los que después nosotros mismos vamos a tener que comprar”.

Rafael Trejo, redacción de Le Monde diplomatique, edición Uruguay.


  1. “La jefa del Comando Sur de Estados Unidos vuelve a la Argentina, con la mira en los recursos naturales y el vínculo con China”, Página 12, 11-4-2023. 

  2. Luis Alberto Peralta, “China, un coloso a la captura de la industria mundial del litio”, El País, Madrid, 5-1-2023. 

  3. Informe Litio, Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, Argentina, 2021. 

  4. “Litio: un tesoro escondido en la Puna argentina”, Investiga, Universidad Nacional de La Plata, Argentina. 

  5. Pablo Stefanoni, “Pensar y actuar de manera anfibia: entrevista a Maristella Svampa”, Nueva Sociedad, marzo-abril de 2022. 

  6. “Litio: los costos ambientales del oro blanco de la transición energética”, France 24, 20-4-2023. 

  7. “Alemania llega tarde a una pugna que lidera China: la del litio de Sudamérica”, Deutsche Welle, 3-2-2023.