La tapa de la revista de este mes es emblemática de la edición, que deberá durar hasta el fin del verano. Los reportajes de Federico Ruíz Santesteban y Marcelo Casacuberta nos llevan, cada cual a su manera, a la costa: el primero a través del orden cuidadoso, el segundo valiéndose del azar controlado y la experimentación, un poco al estilo de la “deriva” que proponían los situacionistas franceses para escenarios radicalmente distintos.

La ficción, como todos los veranos, también va libre en este febrero. Si el mes pasado les acercábamos una novela corta —ya podemos decirlo sin desanimar a nadie—, ahora les proponemos tres relatos de autores bien dispares en visión y generaciones.

La investigación de Nara Milanich, por su parte, también puede ser leída como una larga crónica que nos lleva al Río de la Plata de hace un siglo. Lo es, pero además es parte de una larga investigación sobre la mutación del concepto de paternidad; en este caso, del surgimiento de nuevos paradigmas de la mano de la ciencia, que tuvieron a nuestra región como protagonista en la generación de conocimientos.

Ya más lejos, el registro documental de Alessio Paduano sobre las redes de explotación sexual en el sur de Italia nos instala en otras realidades, más duras, más próximas a esos ciclos que querríamos evitar.