“Sólo lo que importa, en 16 páginas”. Con esa promesa empezó a editarse la diaria el 20 de marzo de 2006. Eran tiempos en que los diarios se apilaban en los quioscos, se vendían en las esquinas, acompañaban las mesas familiares. Tiempos de diarios que llegaban a las 100 páginas, rebosantes de suplementos para todos los públicos. Tiempos de expectativas políticas por la asunción, por primera vez en la historia, de un gobierno de izquierda en Uruguay. En ese momento histórico salimos, con un diario de lunes a viernes, y pervivimos contra todo pronóstico.

La consigna era aprovechar al máximo el espacio, y al mismo tiempo hacer un diario que pudiera pasar por debajo de la puerta. No podíamos darnos el lujo de estar en los quioscos, por eso montamos un sistema de distribución propio. Así nacimos, gracias a los primeros 1.000 suscriptores que nos permitieron llegar hasta sus casas.

Teníamos apenas una intuición sobre qué es “lo que importa”, y la sospecha de que al final de cuentas, siempre será una selección entre muchas posibles. Pero fuimos tejiendo una relación con ustedes que nos dio pistas, hecha de cercanía, de presencias. Nutrida por críticas, reclamos, elogios, ayuda. A veces se alejaron para luego volver, rezongando, a darnos otra oportunidad. Con generosidad, compartieron la información que tenían, contribuyeron en los momentos difíciles para que siguiéramos existiendo, y lo hacen cada día. No sabíamos en ese momento, cuando salimos, que estábamos parados en esos hombros de gigantes.

El 15 de marzo de 2006, después de la alegría de editar el número cero –las imágenes que acompañan esta nota son de esa edición–, convocamos a una conferencia de prensa. No vino nadie. Sólo una muestra de las dificultades que tiene que afrontar lo nuevo.

la diaria empezó funcionando en la casa de Emaús en la calle Juan Paullier. Nos prestaron el local a cambio de algunos arreglos, y nos regalaron el ritmo de los tambores en el altillo, los guisos a mediodía, la sonrisa de Adriana Castera.

El colectivo nació un día de 2006 cuando, en asamblea, resolvimos no cerrar el diario, tras un informe del directorio que recomendaba lo contrario. Se formalizó en 2010, cuando creamos la cooperativa La Diaria. Ya nos habíamos despedido de Adriana y Emaús, y estábamos funcionando en la calle Soriano esquina Ciudadela, en la que tantos cumpleaños festejamos bailando hasta la madrugada, y donde abrimos el Café La Diaria. Eran tiempos de hablar de autogestión, de la “velita prendida al socialismo”. Después corrió mucha agua bajo ese puente, pero nada nos quita la idea de que esta forma de organizar las relaciones laborales y humanas es lo que más se parece a lo que soñamos. En todo caso, los fracasos no son de la autogestión, sino de una cultura y de un modo de vida que naturaliza la exclusión y la desigualdad, que nos educa para ser mandados, que no nos habilita a confiar en nuestras capacidades, que premia el individualismo y desestimula la solidaridad. Los fracasos en este sentido son nuestros, cada vez que reproducimos estas lógicas. Mientras tanto, atesoramos con orgullo nuestros principales éxitos: contribuir a la transformación de la sociedad y de nosotros mismos, y seguir vivos en tiempos de crisis económica y de legitimidad de los medios tradicionales.

Foto del artículo '17 años de la diaria, contra todo pronóstico'

Con el pasar de los años, fuimos entendiendo que éramos más que un diario de lunes a viernes. Que conformábamos una comunidad y que el soporte era apenas una excusa. Eso nos permitió afrontar los cambios en las modalidades de consumo informativo. En 2013 empezamos a editar la revista Lento, en 2017 la edición de fin de semana, desde 2017 empezamos a dar pasos constantes hacia la transición digital. Hoy tenemos 20.000 suscriptores, la mayoría de ellos digitales, que nos leen fundamentalmente a través de sus celulares. Conservamos también a muchos que mantienen el gusto por el olor del papel y por tener el diario encima de la mesa. En el futuro habrá otras maneras de informarse que todavía no podemos imaginar, pero estamos seguros de que inventaremos nuevas formas de contar para seguir acompañándolos.

Mientras tanto, nos animamos, en plena crisis del papel, a sacar dos medios impresos. La publicación infantil Gigantes comenzó a editarse en 2021, y la edición uruguaya de Le Monde diplomatique, en alianza con Capital Intelectual de Argentina, en 2022. Con éxito, contra todos los pronósticos.

Esas suscripciones, ese apoyo que nos otorgan día a día, hoy cubre 91% de nuestro presupuesto, mientras que 6% proviene de la publicidad y 3% de proyectos especiales.

El periodismo se enriquece si trasciende las fronteras nacionales, y por eso nos incorporamos a redes de medios regionales como Red Palta y Clip, con colegas de los que aprendemos todos los días.

Nos salimos de las áreas tradicionales de acción de los medios y lanzamos en 2010 el Día del Futuro, una iniciativa para pensar el país en clave prospectiva con la participación de actores sociales, de la academia y del sistema político. En el período de gobierno pasado se institucionalizó la iniciativa: por unanimidad, los partidos políticos aprobaron la declaración del Día del Futuro que se celebra el último lunes de setiembre de cada año, y se creó la Comisión de Futuro, que comenzó a funcionar en este período de gobierno.

También creamos, junto a docentes de Estadística de la Universidad de la República y el grupo Etcétera, una encuestadora, la Usina de Percepción Ciudadana, que jugó un rol clave en las últimas instancias electorales brindando información actualizada de las preferencias de la ciudadanía. Para esto también contamos con el trabajo de ustedes, transmitiendo la información de los primeros votos desde los circuitos electorales.

Los pronósticos son útiles para orientar las acciones, pero a veces nos inmovilizan. La primera nota de tapa de la diaria, en el número uno, fue sobre hombres privados de libertad que estaban aprendiendo a escribir en el Comcar. Contra todo pronóstico, buscaban salir adelante. Marcelo Pereira, nuestro director de entonces, escribió en el titular: “Primeras letras de la libertad”. Durante estos años, ese fue el sostén de nuestro rumbo estratégico. La libertad a veces no cae simpática a los que están demasiado convencidos de que las cosas son o deberían ser de determinada manera. Pero la libertad es la que permite la autonomía, la independencia. Y la autogestión. O viceversa, ellas permiten la libertad, que nos ayuda a crecer, a mejorar, a discrepar y a transformar. La que nos permite soñar con sacar un diario y con trabajar todos los días para vivir en un mundo mejor.

La comunidad de la diaria tiene entonces muchas razones para festejar. Por eso queremos invitarlos e invitarlas a acompañarnos el próximo sábado 25 de marzo en la peatonal Bacacay y Buenos Aires, a las 20.00. Brindaremos porque fuimos y porque somos posibles, contra todo pronóstico.