El 27 de junio de 1973 el aspirante Juan Saavedra, junto a otros 100 jóvenes de 16 años como él, fue convocado por sus superiores a un salón de la Escuela Militar, donde cursaba primer año. En aquel momento los cadetes no tenían prácticamente contacto con el exterior. En la Escuela Militar no se escuchaba radio y no había diarios. Sólo una televisión, pero no se utilizaba para mirar informativos sino telenovelas, cuando terminaba la jornada. Los horarios de recreo eran reducidos. El diálogo sobre la situación política del país sólo se daba, eventualmente, en los encuentros que los internos tenían con sus familias los fines de semana.
Pero ese día, 27 de junio, el mundo exterior irrumpió inevitablemente. Un capitán, jefe del curso, les informó que por decisión del Poder Ejecutivo se había resuelto disolver las cámaras. Que era algo que había sucedido, y que en la Escuela se iba a seguir como todos los días. Y así fue: no se suspendió la marcha que estaba programada. Apenas alcanzó para algunos comentarios entre internos, al pasar: “Pah, ¿viste? Qué macana que se llegó a esto, bueno, ta”.
Saavedra egresó de la Escuela Militar como alférez de Infantería en diciembre de 1976. A partir de allí y hasta el final de la dictadura se desempeñó como oficial en los Batallones de Infantería 8 (1977) y 14 (1978-1988).
A ello le sucedieron cargos de jerarquía dentro de las Fuerzas Armadas: fue jefe del Centro Coordinador de Operaciones de Paz del Ejército entre 2003 y 2005, director del Instituto Militar de las Armas y Especialidades entre 2011 y 2012, director de la Escuela Militar entre 2011 y 2013 y jefe del Estado Mayor de la Defensa durante el último gobierno de Tabaré Vázquez.
Actualmente, Saavedra está retirado, y una mañana de fines de mayo recibió a la diaria en su casa para conversar sobre su visión personal y la de las Fuerzas Armadas respecto al golpe de Estado y a los 12 años de dictadura.
Desde las Fuerzas Armadas (FFAA) en general se coloca la responsabilidad del golpe en los civiles, que también la tuvieron, pero ¿la institución no hace una autocrítica de su actuación? ¿Cuál fue su responsabilidad?
Lo que pasa es que yo creo que para entender el golpe de Estado hay que entender muchos años antes. El golpe de Estado del 73 no es exclusivamente, en mi opinión, una cosa que pasa por la guerrilla, que yo creo que fue fundamental. Sin guerrilla quizás hubiera sido mucho más difícil haber llegado a un golpe de Estado. Pero para mí empieza a principios de los 60, finales de los 50, con la asunción del primer gobierno blanco.
Después de más de 90 años de gobiernos del Partido Colorado, en el 59 había una desconfianza absoluta del Partido Nacional sobre las FFAA. Fue tan absoluta que el día de asunción unos militares allegados al Partido Nacional pensaron que el Partido Colorado no les iba a dar el poder. Y ese día, tanto es así que blindaron la Casa de Gobierno, llevaron armas y ametralladoras, y la primera medida que tomó el presidente del Consejo Nacional de Gobierno -porque era un colegiado- fue firmar el relevo de los mandos del Ejército.
Esta desconfianza entre el gobierno y las FFAA se vio reflejada en muchos aspectos, por ejemplo, en el presupuesto. El gobierno siempre retaceó los aumentos. Y además, a todos aquellos que estaban “identificados” con el gobierno pasado los mandaron para la casa. Eso provocó un descontento interno muy grande. Además, el Poder Ejecutivo no compró equipos, la alimentación era mediocre; hubo un deterioro de la relación, y ahí empieza una visión del personal militar hacia el Poder Ejecutivo muy contraria. Con la llegada de la guerrilla y el ingreso de las FFAA en la lucha contra la subversión, es el último empujón… La llegada de un general al gobierno, como fue [Óscar] Gestido, fue una respuesta de la población a algo que había funcionado muy mal. No fue casualidad. Gestido era la autoridad, tratar de encauzar nuevamente a Uruguay en una visión hacia adelante, diferente. Las FFAA no estaban ajenas a eso. Cuando se llama a las FFAA a la lucha antisubversiva, no tenían equipos, había un vehículo por unidad. Usábamos armamento de la primera guerra mundial, fusiles y munición que tenía 50 años, y con eso las FFAA salieron a la lucha, muchos pensando que era lo que necesitaba el país. Y se dieron cuenta además de que tenían -y que hoy no se dice- una gran respuesta de la población. Había una gran mayoría de la población -y en el interior, el 90%- que estaba llamando a las FFAA para que esa guerrilla, que estaba en ese momento asaltando, robando y matando incluso, saliera.
Yo era un niño, estaba en el liceo, y recuerdo que se hacían operaciones para buscar locales de la guerrilla, y recuerdo ver llegar un camión del ejército y gente en la puerta aplaudiéndolos. Todo eso fueron factores que fueron sumando y que llevaron al golpe de Estado.
Después del golpe y a la luz de lo que pasó en los 12 años posteriores, ¿hay alguna autocrítica para hacerse?
Evidentemente hubo una autocrítica. Creo yo que la primera autocrítica que todos hicimos en esos años fue la duración del proceso. Posterior al 27 de junio, la sensación que todos tuvimos fue que era algo temporal, que no iba a ser por mucho tiempo. Teníamos todos imbuidos los valores democráticos. Por supuesto, también pensábamos que era algo que no iba a ser de un año para el otro, ni de dos años. Porque había un concepto de que habíamos caído mucho, el Estado uruguayo estaba mal, entonces recuperarlo y darle orden iba a llevar un tiempo largo. Pero no 12 años. En la interna militar hubo una visión de que había que volver antes.
En 1977 yo era oficial en Paysandú, en el Batallón de Infantería 8, y cae el general [Rodolfo] Zubía, reúne a los oficiales y nos dice: “Bueno, de acuerdo al plan, se ha llegado a la decisión de que se tiene que volver a establecer un diálogo con los partidos políticos porque es eso lo que corresponde, y tenemos que ir pensando en un programa para volver a la normalidad”. Año 77, y era uno de los generales que había dado el golpe de Estado. Después las cosas no pasaron así, pero estábamos todos imbuidos en el tema de que teníamos que volver a la democracia. Nunca ninguno de nosotros tuvo una visión de que nos transformáramos en un totalitarismo tipo Cuba.
Pero hubo un proyecto de la dictadura que fue plebiscitado en 1980 para institucionalizar el proceso militar.
No, lo que buscó el plebiscito fue... ¿Qué fue lo que pasó? No nos podemos olvidar de que al golpe de Estado se llegó porque el país había caído en una guerra. Entonces, se quisieron tomar aquellas medidas que dieran una garantía de que no íbamos a volver a caer en la misma. Porque fue muy doloroso para todos. Fue muy doloroso para los que murieron de un lado y muy doloroso para los que murieron del otro. Porque hoy vemos la visión muy parcializada, pero para las FFAA salir a la lucha fue una gran discusión interna, porque sabíamos que había un riesgo institucional pero que podían hasta morir. La guerra llevó a un sufrimiento colectivo de todos. Entonces, bueno, vamos a salir a la democracia, pero una democracia que nos garantice que no vamos a volver a caer el año que viene en lo mismo que nos pasó en el 72 y en el 70. El plebiscito del 80 preveía que el Parlamento posteriormente elegido podía modificar después las propias leyes. O sea que en uno, dos o tres años se pensaba que el propio Parlamento elegido iba a lograr llevar nuevamente a una institucionalización como todos queríamos, como es hoy.
Como autocrítica, mencionaste la duración del período. Pero no el golpe de Estado en sí mismo.
Es muy difícil decir si fue… porque tenemos que ponernos en ese momento. Unos días atrás vi un reportaje que le hicieron a Amodio Pérez diciendo que si la guerrilla hubiera ganado el gobierno y hubiera alcanzado el poder, hubiera instalado, aunque sea inicialmente, un gobierno… habría habido un golpe de Estado. O sea que en el imaginario político de ese momento, con un mundo de la cortina de hierro que funcionaba con un gobierno totalitario, Cuba -que para muchos era muy cercano acá-, que funcionaba con un gobierno totalitario, y otros países inclusive con otro signo ideológico también… no lo veíamos como hoy.
Porque hoy logramos, por suerte, que todos tenemos internalizado que el quiebre institucional es un pecado a no cometer. Pero hoy lo tenemos porque se ha hecho un esfuerzo, porque nos hemos educado, pero en el año 70 no estaba eso. Porque la guerrilla pensaba eso (que había que tomar el poder). El Partido Comunista, que tenía su visión ortodoxa y su aparato armado, entendía que tenía que llegar el gobierno del proletariado.
O sea que el golpe de Estado no era la muy mala palabra que hoy es, y que está bien que así sea. En aquel momento, para todos los que estábamos ahí, era: “Bueno, qué macana, pero era inevitable, y ahora hay que aprovechar este momento para tratar de llevar al Uruguay nuevamente a darle orden”.
Como estudiante de la Escuela Militar, ¿tuviste alguna información respecto a las torturas que se estaban ejerciendo sobre los detenidos?
No. Es más, te digo… porque estamos en temas que son diametralmente diferentes. Uno es lo político, que llevó al golpe de Estado, que eso es claro y concreto, y que muchos civiles lo apoyaron. Y otro tema fue el accionar de las FFAA en la lucha antisubversiva, que incluyó evidentemente los apremios físicos y situaciones que para un país como el nuestro, que hacía en ese momento más de 70 años que habíamos terminado la última guerra en 1904, fue muy traumático y muy doloroso.
Pero ahí no había una guerra. Ya estaba derrotada la guerrilla.
Yo no voy a justificar un tema que no se puede justificar, vamos a empezar por ahí. Nosotros en tercer año se decidió que íbamos a tener una materia que analizara las operaciones contra la subversión. Entonces se trajo un instructor que había sido herido en operaciones, pero que no había tenido una gran actividad. Nos daba clases de operación antisubversiva. Pero operaciones concretas: cómo se hace un cerco, cómo se hacía un control de ruta, cómo se hacía un allanamiento, ese tipo de cosas. Y en un momento, en la clase, salían cosas, y uno preguntó: “Pero usted habla siempre de que hay que tener orden, de que hay que tener cuidado con las personas, tratar de identificar bien el enemigo…”. Porque el enemigo subversivo se confundía con la población y ahí se cometieron errores. Y entonces el instructor dijo: “La moral nos exige a todos que lo que no queremos que nos hagan -si estamos luchando por un mundo por libertad, por volver a la democracia en algún momento-, no podemos aplicarlo. Porque si no, estaríamos haciendo lo mismo que ellos hicieron, entonces ¿dónde están nuestros argumentos para luchar contra ellos?”. Eso era lo que nos enseñaban a los cadetes. Y yo durante los cuatro años prácticamente no sabía… sabíamos que algo había pasado, pero no era un tema ni de aplicación ni se nos enseñó, ni se habló. Jamás.
Institucionalmente no era un tema eso. Sabíamos que había un grupo… era un tema que había quedado a través de unos que se encargaban de eso, que eran las unidades de inteligencia, pero el resto no teníamos que ver con ese tema. Sabíamos que había un grupo que trabajaba en esa actividad y que todos teníamos la sospecha de que a veces había cosas que no estaban todo lo bien que tenían que estar. Pero también son los resabios que quedan lamentablemente después del enfrentamiento. Por eso es tan importante que todos entendamos que es fundamental evitar un enfrentamiento. Cuando hablamos de las grietas y de las separaciones, eso es lo peor que nos puede pasar.
¿Cuáles son a tu juicio los factores más importantes para evitar algo como lo que se vivió hace 50 años?
Creo que el factor más importante es educarnos en valores. Valores que exigen que todos nos tenemos que respetar. Que mi derecho empieza y termina donde empieza el tuyo. Que no sirve ni gritar más fuerte ni tirar una piedra. Entendernos, dialogar. Porque podemos estar tú y yo en las antípodas filosóficas de algo, pero es muy posible que estemos en el mismo objetivo, en el sentido de que todos ¿qué queremos? Queremos lo mejor para todos nosotros, para ti, para tus hijos, para los míos, para mis nietos, para nuestros padres, para nuestros amigos. Que el Uruguay crezca y florezca con igualdad, con oportunidades, con respeto. Ahora, cuanto más nos vayamos separando y creando fisuras sobre lo que pasó o sobre lo que puede pasar, va a ser más difícil. Ahí vamos a volver a enfrentarnos. Y yo a eso, hoy, personalmente, le tengo mucho miedo.