Uruguay es uno de los países con mayor diáspora. En las distintas oleadas migratorias, los uruguayos fueron a parar principalmente a Argentina y Australia pero también a Estados Unidos y España. Sólo de Argentina se estima que vendrán unos 25.000 uruguayos a votar en estas elecciones. A los que están más lejos se les hace más difícil. Ellos lo saben bien, por eso algunos optaron de manera solidaria por enviar a sus compatriotas de los países vecinos una cantidad de dinero equivalente al costo de su pasaje para que al menos ellos sí puedan venir a votar.

Más de 70 países en el mundo garantizan en la actualidad el voto a sus ciudadanos en el exterior. En América del Sur 14 países tienen habilitado el sufragio consular o epistolar.

Refrescando un poco la memoria, el proyecto de reforma constitucional que habilitaría el voto epistolar (por correspondencia o como lo determine la Corte) desde el exterior fue enviado por el Frente Amplio a la Corte Electoral en marzo de este año para que sea sometido a plebiscito este 25 de octubre. La oposición esgrimió que el mecanismo no da garantías al votante y que las personas que viven en el exterior no pagan impuestos.

También la Comisión Nacional por el Voto de las Uruguayas y Uruguayos en el Exterior, formada por representantes de las distintas organizaciones sociales, personas independientes e integrantes del Frente Amplio, único partido que decidió estar presente, ha impulsado la iniciativa. Para Alicia García, integrante de esta comisión, el voto epistolar “es un viejo reclamo de todos los uruguayos que no están en el país y una cuestión de justicia”.

A su entender no es cierto que quienes están en el exterior no tienen derecho a votar. “Si la persona tiene dinero, tiempo para venir y tiene los papeles en regla viene, vota y se va, sin importar que viva o no acá. El problema es para los uruguayos que no pueden venir por distintos motivos, porque no están documentados y no pueden salir del país (hay mucha gente indocumentada en Estados Unidos y España), también por temas económicos o por falta de tiempo, ya que no todos consiguen la licencia cuando son las elecciones en nuestro país”, opinó.

Cuestión de vínculos

José Luis Jota Yabar, que reside hace varios años en Barcelona, España, recordó que la Constitución establece que aunque esté fuera del país sigue siendo ciudadano uruguayo y, más adelante, que todo ciudadano uruguayo tiene el derecho y la obligación de votar. “Para mí, lo más representativo del ‘espíritu’ del texto que está en la Constitución vigente es que yo pueda votar”.

Para Yabar, en última instancia lo que se está votando es si somos fieles al texto de la Constitución o si hacemos “una trampita”. Argumentos en contra del voto epistolar tales como que “los de afuera no pagan impuestos”, “los de afuera son todos del FA”, “los de afuera son de palo” o “están desinformados” le parecen “una estupidez”, entre otras cosas porque también hay IRPF para no residentes y una tendencia a pensar que todo el que está afuera vive “de puta madre”.

“Otro argumento idiota es: si dejamos que voten los de afuera entonces para ellos el voto no sería obligatorio y estaríamos violando la igualdad de los ciudadanos. Siempre puede haber unos derechos que choquen contra otros, el asunto es elegir cuál es el más importante; pero no entiendo que para que todos ‘seamos iguales’ tengamos que prohibir el voto a los ciudadanos no residentes. Con la misma lógica podríamos seguir recortando derechos. Entre los argumentos que puedo entender figura que sólo habría de votar la gente que vive en el país, que son los que viven y sufren a sus gobernantes. Me parece razonable, pero su consecuencia habría de ser cambiar la Constitución”, dijo, y agregó que el voto epistolar puede tener muchas desventajas, pero no votar es peor.

Larissa Puentes, que vive en Bolonia, Italia, desde hace alrededor de una década, está convencida de que los uruguayos en el exterior deben poder votar. “Gracias a la legislación uruguaya, nunca perdí mi derecho al voto. Tampoco pierdo mi ciudadanía, aunque tenga otra. En este caso se trata sólo de organizar mi voto desde el exterior. O sea, para mí lo que ha pasado hasta ahora es que yo no he podido ejercer mi derecho. Sólo lo ejercen los que viven más cerca físicamente o los que tienen dinero o trabajos más flexibles. Es injusto. La mayor ventaja que le veo tiene que ver con el ejercicio de la democracia. Además de una modernización de la ley que respondería a una nueva coyuntura del país. Si pudiera, quitaría la obligatoriedad del voto para todos los ciudadanos, vivan donde vivan”, dijo.

Mercedes Núñez, que hace un par de años vive en San Pablo, Brasil, no opina lo mismo. “Yo siento que elegir algo para los otros no es de ley. Creo que el que siente que tiene el deber, que lo haga. Yo si no voy a vivir ahí, no. Simplemente porque sería ejercer mi civismo pero no mi capacidad de saber si tolero lo que elegí. Es un tanto egoísta, porque lo mejor para todos siempre es algo relativo y subjetivo”, opinó.

HP, que hace varios años vive en Tenerife, España, dijo que “tenemos derecho a votar y unas ganas bárbaras”. ¿Por qué? “Por uruguayos. En un país donde el voto es obligatorio los que estamos lejos nos vemos excluidos. Los motivos por los que los uruguayos se van son muy diversos y no creo que deban ser utilizados ni como argumentos a favor ni en contra del voto epistolar.

El uruguayo lo es en todos lados y quiere sentirse representado en su país aunque se encuentre lejos. Pienso que sería mejor votar en un consulado, se tendrían más garantías en cuanto al anonimato pero no garantiza que todos podamos votar al no haber en todos lados, por lo que el voto epistolar me parece una buena opción”.

Brenda Arbiza vive en Buenos Aires, Argentina, hace 30 años. Para ella la aprobación del voto epistolar es lo mejor que puede ocurrir en estos momentos. “La mayoría nos fuimos porque el país nos corrió de una u otra forma, ya sea por temas políticos o económicos. Nos encantaría poder votar, pero mucha gente no puede ir por una cuestión económica y de tiempo, ya que muchos no pueden dejar el trabajo”, dijo.

Por su parte, Eloísa Figueredo, otra uruguaya radicada en Barcelona, España, recordó que “hay muchos uruguayos que lejos de haber cortado vínculos, no solamente están al tanto de lo que sucede allí sino que se ven afectados por la situación del país. Los casi 200 millones de dólares que recibió el Uruguay por concepto de remesas el año pasado, por ejemplo, son prueba suficiente de que lejos de haberse desentendido de los asuntos del país, muchos uruguayos continúan presentes no sólo afectiva sino también económicamente. Por otra parte, la idea de la vuelta existe en muchísimos emigrantes que se van del país a trabajar y a ahorrar con la idea de volver. Si el principal motivo para la emigración en los tiempos que corren es económico, entonces los planes y medidas de uno u otro gobierno pueden jugar un papel importante no solamente en la vida y los planes de futuro de los que están afuera sino también en la decisión o la necesidad de emigrar de los que viven en el país. El ‘Uruguay en el exterior’ existe en los hechos y creo que sería muy positivo que existiera también en los derechos. Los uruguayos somos pocos y la cantidad de emigrantes muy grande en relación con la población del país. Entiendo que al Uruguay le sirve promover y fortalecer vínculos con sus emigrantes. No sólo por lo que puedan aportar económicamente sino también en materia de conocimientos y experiencias. La inhabilitación para votar promueve la desvinculación y todo el Uruguay sale perdiendo. Cada uruguayo en el exterior, por poner un ejemplo simple, es un promotor turístico. Muchos uruguayos viven en una especie de ‘exclusión cívica’ porque no pueden votar en el país de acogida y tampoco pueden votar en su propio país. Éstas van a ser mis primeras elecciones nacionales fuera del país. En ellas no sólo se decide el próximo gobierno, también se votan dos plebiscitos sobre asuntos que afectan a todos los uruguayos, los que viven en Uruguay y los que están afuera. La pregunta que me hago no es ‘¿debería tener derecho a votar?’ sino ‘¿por qué no puedo votar?’”.